Hace unos días, Providence
Ediciones anunciaba la aparición de la 2ª edición de Recuerdos del Futuro, el ensayo que Hilario J. Rodríguez ha escrito sobre El año pasado en Marienbad (1961), el mítico filme de Alain Resnais y Alain Robbe-Grillet. Podríamos considerar esta publicación como un
libro necesario, pero creo más correcto decir que es un libro que necesitamos, no solo quienes hemos visto la película
varias veces sino también quienes no han tenido todavía el placer de verla.
Hilario J. Rodríguez es conocido por la
originalidad y elegancia de su prosa, pero es, a mi juicio, en los ensayos
donde su altura cultural nos sorprende; no hay más que recordar las
desapariciones, esa pequeña joya publicada por Newcastle Ediciones en 2022. En esta ocasión, con Recuerdos del futuro, el autor ha conseguido el objetivo que todo
ensayo artístico debería cumplir y casi ninguno cumple: ser en sí mismo un
émulo, un reflejo poético de la obra original, adoptando sus formas y su
estructura. Lo dice muy bien Berta García
Faet en El arte de encender las
palabras (Barlin libros, 2023),
cuando confiesa que “…Este ensayo sobre poesía quiere ser poesía”. Y así ocurre
con Recuerdos del futuro, porque el
propio formato, la distribución de los textos, la manera de hilar las
referencias, de este ensayo, remite constantemente a la propia esencia de la
película de Resnais y Robbe-Grillet. Me explico.
Lo primero
que sorprende en Recuerdos del futuro
es la forma de dividir el texto: las notas ocupan la mitad de la extensión y
son en sí una especie de ensayo aparte que, como en Rayuela, la novela de Cortázar,
hace que el ensayo pueda ser leído de dos formas diferentes. Como el propio autor
señala (p. 44) “hay muchas vías de entrada a la película, pero ninguna de salida”.
El texto de Hilario J. Rodríguez
aparentemente propone múltiples formas de salida a través de las notas, pero
estas no son sino nuevos caminos de entrada al universo Marienbad, pasillos en
los que nos perdemos con avidez, con placer y sin remedio. Las notas son una
analogía de las llamadas heterotopías,
esos otros lugares de la película que se extienden por senderos extraños. Las notas
de Recuerdos del futuro son eso, heterotopías, lugares alternativos a
propósito de El año pasado en Marienbad.
El
filme de Resnais, para Hilario J. Rodríguez, es un lugar en sí
mismo, una especie de sirena varada en 1961, una obra sin relación con todo lo
anterior y lo posterior, puro Cine Clásico; “destructora de la historia del
cine y de la Nouvelle Vague, El año
pasado en Marienbad se construye a sí misma”. Henchida de referentes
literarios que parten de la erudición del guionista, Robbe-Grillet, la obra, según el autor, bebe de Borges, de Lovecraft, de Proust y,
por supuesto, de Adolfo Bioy Casares,
en tanto autor de La invención de Morel,
el referente más directo del filme, aunque también cuestionable. El año pasado en Marienbad está llena,
según este ensayo, de arquitecturas, redes y senderos; ahí están concernidas
las cárceles de Piranesi o los
interiores imposibles de El gabinete del
Doctor Caligari. También el propio ensayo en sus siete capítulos es una
sucesión de salones llenos de espejos, sugerentes e inesperados. Para Hilario J. Rodríguez, este ensayo sobre
el mundo de Marienbad (ese balneario que en realidad no existe en la película)
es un intento “de aprender de nuevo a escribir, aprender a escribir al dictado
de sus hipnóticas imágenes”. No cabe duda de que esa es la razón fundamental de
que estos Recuerdos del futuro estén
escritos así y nos resulten tan cautivadores. Porque la propia película es “una
arquitectura del cerebro, de la memoria”, según el autor.
Resulta
muy placentero transitar los caminos que Recuerdos
del futuro nos ofrece, no solo revisando la llamada lista de películas Marienbad (p. 27, 28), que ya es en sí misma un
catálogo de lo mejor del cine clásico, sino también a través de las curiosas
bifurcaciones entre obra artística y vida que el texto nos va descubriendo. Son
varios los ejemplos de estas interacciones, de estas otras heterotopías que analiza y ofrece Hilario J. Rodríguez, entre sueño y realidad. Llaman en especial la
atención la referencia de la nota 16: Zona,
un libro sobre una película sobre un viaja a una habitación, de Geoff Dyer (Literatura Random House, Madrid,
2013), a propósito de Stalker, de Tarkovsky,
o el experimento sugerido en la nota 18 en torno a la obra de Robert Smithson —admirador de la
película de Resnais—, dos caminos
que se mezclan y difuminan conforme van siendo transitados. Vida y obra
entremezcladas, heterotopías,
trayectorias, como la extraña producción Souvenirs
d’une anneé à Marienbad (2010), donde Françoise
Spira, figurante en la película, nos deja un falso y casi involuntario making-off del filme de Resnais y Robbe-Grillet.
Hilario J. Rodríguez rastrea también
los pasillos a ninguna parte que nos llevan azarosamente al campo de
concentración de Dachau o al castillo de Schleisstein (donde fueron acumuladas
por los nazis miles de obras artísticas), lugares ambos cercanos al verdadero
balneario de Marienbad. El autor recuerda a este propósito la intención del
citado Smithson de usar el arte para
modificar la realidad como límite. Recuerdos
del futuro quiere hacer algo así en torno a la isla cinematográfica que es Marienbad
(inevitable la referencia a la serie Lost);
se trata, en cierto modo, de construir una especie de rizoma de referencias en la más pura acepción de Deleuze y Guattari, en el que vida y ficción llegan a entrelazarse hasta
límites inconcebibles, sin centro ni eje apreciable. Así, personajes históricos
reproducen escenarios y situaciones de la película: Franz Kafka y Felice Bauer
en Marienbad; J. W. von Goethe y Ulrike von Levetzow en Marienbad; Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y
Silvina Ocampo imitando el triángulo amoroso de la película… W. G. Sebald y su novela Austerlitz, traspasada por referencias
de su vida personal.
Uno tiene por momentos la sensación de que Hilario J. Rodríguez pretende
introducir al lector en la película como si fuera una figura más de las que
transitan por ella, personajes anónimos entre despreocupados y moribundos, de
la misma manera que el enamorado protagonista de La invención de Morel, de
manera que circule eternamente por esos pasillos “llenos de espejos múltiples,
simetrías” (p. 49). La cita de san
Agustín en la página 69 es muy explícita en ese sentido. Hilario J. Rodríguez nos hace ver que “el
balneario de la película la única capacidad que parecía tener era la de
hacernos olvidar el futuro” (p. 48). Y cita a Smithson: “No hay futuro en Marienbad”. Leyendo el ensayo tenemos
la sensación de esa eternidad desesperada, entre banal y angustiosa, que
experimentan los personajes y figurantes en el balneario.
En realidad,
Hilario J. Rodriguez pretende, en
último término, intentar introducirnos en un anhelo íntimo “quizá yo mismo he
sido invitado a ser un personaje de la película” (p. 29). El autor quiere creer
que la misma “historia del cine es una historia Marienbad” (p. 28).
Por último, la magia de este ensayo, la verdadera magia, por
encima del intenso contenido poético y artístico que lo sostiene, es que logre
convencernos, que logre que su anhelo sea el nuestro, que consiga —según una
referencia a Michel Foucault (p. 29)
sobre la heterotopía de la cama/océano
en la imaginación de los niños— que nosotros mismos formemos ya parte, de
alguna manera y tras leer el texto del universo/isla/eternidad que es El año pasado en Marienbad. Y que
consiga que los lectores, como quien esto escribe, anhelen a su vez que otros
ingresen en el espacio Marienbad y recomienden la película. ¿Qué más puede
pedir un ensayista cautivado por el objeto de su reflexión?
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