domingo, 26 de febrero de 2012

BLOGGER DIGITAL Y PRENSA ESCRITA



Las entradas de este blog, como ya saben sus lectores, ya han sido publicadas en un medio escrito. La razón misma de su existencia es este vínculo entre el mundo digital y el papel que forma parte de experimento más amplio que rebasa las fronteras de La Amalgama. Las entradas que aparecen bajo la actual ilustran en la red la publicación, en la llamada “prensa escrita”, de los mismos textos entre mayo de 2011 y febrero de 2012. A partir de esta recopilación, los textos se colgarán en el blog unos días después de ser publicados. Esta decisión coincide con la muerte de otro medio de “prensa escrita” a nivel nacional, precisamente el más joven: Público. Hoy, último domingo de febrero, iba ser su último día; los trabajadores no quisieron esperar y decidieron el viernes cesar la edición.

Como analiza El País en su edición del sábado, la prensa española se encuentra en una situación paradójica. Nos encontramos en segundo lugar de Europa en número de rotativos, nada menos que 134 en 2010, de los cuales sólo 8 son de tirada nacional. En cambio, el número de ejemplares vendidos por cada mil habitantes es de 82, justo la mitad de la media europea. Nos encontramos en “el límite del umbral de desarrollo establecido por la Unesco”. Estas cifras sólo vienen a demostrar una vez más la depauperación cultural de España, además del alejamiento de los jóvenes de estos medios en papel. No hay más que echar un vistazo a la ideología de los principales periódicos actualmente editados para darse cuenta de que no son para nada un reflejo de la realidad social del país. Al menos un tercio de los escritos a nivel nacional pueden ser calificados de extrema derecha o “muy de derechas”, para utilizar un término entendible. El resto se podría denominar de centro, más o menos imparciales (aunque este término no es ya un valor de uso apreciable en la prensa escrita), y una pequeña porción, uno o dos medios, puede ser calificada como de centro-izquierda. La mayoría de los periódicos de más tirada mandan buena parte del papel al reciclaje, y sostienen unos niveles de deuda que sólo el traspaso de dinero desde otros departamentos por parte de las grandes plataformas mediáticas que los editan permite su existencia en el kiosco.

Por otra parte, la mayoría de los blogs que forman parte de este boom de páginas personales en la red adolece de un caminar errático. Muchos están abandonados largas temporadas, otros cuelgan contenidos de tan baja calidad, que uno se maldice por perder el tiempo en encontrarlos. Como saben, el errar por el basurero de internet es uno de los deportes más inútiles y practicados por el español medio. Siempre queda ese reducido número de buenas paginas que uno atesora ansioso por que sigan vivas o su autor no se aburra. Puro voluntarismo. No creo, como algunos optimistas defienden, que la proliferación de blog sea un dato positivo en sí mismo. Calidad por encima de cantidad es esa ley no escrita que el sistema capitalista es incapaz de asumir. Por supuesto, también en internet.

Me gustaría este blog fuera del agrado de aquellos a quienes va dirigido, de forma que pudiera pasar la criba de la yo mismo hablo. Si bien el formato blog se pensó en su día como diario personal, su versatilidad ha certificado su éxito como medio de comunicación personalizado. No me gustaría, sin embargo, ver desde esta página como el sano oficio de leer periódicos en un bar, o mientras uno descansa en su sofá, se convirtiera en cosa del pasado.

Como apócrifa elegía a Público, esta entrada será la única del blog no publicada previamente en papel. Que a ustedes les aproveche.

martes, 21 de febrero de 2012

UN RECUERDO PARA FALCONE


Hace ahora veinte años, el juez Giovanni Falcone, que ejercía en la ciudad de Palermo, fue asesinado cerca del aeropuerto que hoy lleva su nombre. El crimen por el que la Costa Nostra cumplió su sentencia fue la apertura de varios procesos contra la mafia que sentaron en el banquillo a 474 acusados, de los que 360 fueron encontrados culpables. El trabajo de Falcone fue inmenso, y dio lugar a nuevos procedimientos judiciales en el trato de asuntos de corrupción y crimen organizado que, a raíz precisamente de su eficacia, fueron criticados por los tibios compañeros de profesión del juez. Quizá el recurso más famoso fue el interrogatorio a los llamados “arrepentidos”, entre los que se encontraban tanto matones como abogados y contables a sueldo de la Cosa Nostra. No fue el único ni el más criticado. El éxito a nivel internacional del proceso iniciado por Falcone hizo que fuese bautizado con el apelativo de “juez estrella”, que ha hecho fortuna. Es seguro que el palermitano no gustaba de tal apodo, su filosofía se basaba en cumplir con el deber fueran cuales fuesen las consecuencias. A partir de 1987, Falcone se vio invadido por una nube de zancadillas y codazos dentro de su propio oficio que lo llevaron a la más absoluta soledad; él sabía muy bien lo que significaban tales señales, por eso declaró: “Soy un hombre muerto”. Fue apartado violentamente del acceso a Fiscal Jefe de Palermo, los medios de comunicación del aparato comenzaron su labor de erosión, y fue acusado por sus propios compañeros de usar a los colaboradores para fines personales. En 1989 se encontraron 23 kilos de explosivo en su casa de vacaciones: fue acusado de simular un atentado. La trilogía clásica de la mafia; amenaza, desprestigio, asesinato, ya estaba en marcha. Falcone jamás cedió. Rodeado permanentemente de guardaespaldas, el incorruptible Falcone fue nombrado en 1991 Director General de Asuntos Penales por el nuevo ministro del interior italiano. Esta vez, la orden fue reactivada hasta las últimas consecuencias: como nadie podía acercarse a él, se tuvo que idear un asesinato desde lejos que destruyó medio kilómetro de autovía en la localidad de Capaci, y de paso el coche blindado de Falcone. Hoy se investiga la complicidad de ciertas facciones del gobierno en el asesinato. Meses después caía Paolo Borsellino, colaborador y sucesor de Falcone. Hoy ambos son héroes nacionales en Italia.

En 1989, Borsellino escribía: “Los poderes disciplinares de diversos órganos administrativos, los ayuntamientos o quien sea deberían, en consecuencia, sacar las conclusiones oportunas de estos acercamientos entre políticos y mafiosos, que no constituyen un delito pero que dejan en entredicho la fiabilidad de la gestión pública del imputado (…) No basta ser honrado: hay que demostrarlo”. Su tesis de que los políticos no dejaban de ser culpables aunque los tribunales no pudieran condenarlos fue quizá su sentencia de muerte.

Demasiadas coincidencias, demasiados ecos, demasiada corrupción. Baltasar Garzón confesó en su día que Giovanni Falcone era su modelo. Descanse en paz.

TÀPIES, BEUYS Y LA POLÍTICA COMO ARTE



Al comienzo de esta semana nos ha dejado a los 88 años Antoni Tàpies, el artista español más importante de la segunda mitad del siglo XX. A pesar de la radicalidad de su pensamiento y de su obra, sus cuadros de muros y paredes, de relieves y texturas monocromas, han llegado a ser del agrado de aquellos que no son “entendidos en arte”, y eso no es por casualidad. Tàpies pertenecía a esa reducida clase de creadores con un discurso filosófico firme e inquebrantable, que en el caso del artista catalán se basaba en la filosofía zen. La clásica tendencia budista a la no intervención no impidió que diera con sus huesos en la cárcel durante el régimen franquista, ni que tuviera un posicionamiento dentro de la izquierda nacionalista. Los llamados “artistas del compromiso” cada vez son más difíciles de encontrar, en gran parte porque hoy esa forma de entender la práctica artística se ha visto esencialmente desplazada por el sistema del mercado del arte. Eso no quiere decir que la influencia de estos creadores no sea clara en nuestros días.

Quizá el más conocido de los artistas que trabajaron en esta línea sea el alemán Joseph Beuys, casi contemporáneo de Tàpies, nacido en 1921, superviviente de la Segunda guerra Mundial que, al igual que el catalán, llegó tarde y de manera accidental al arte. Eso no impidió que se convirtiera en uno de los profesores de la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf, ni que su prestigio entre el alumnado traspasara fronteras. Como Tàpies, que sin embargo jamás enseñó, alcanzó fama de chamán, de extraño mago de la materia, pero también de importante agitador social y, cosa más insólita, de destacado renovador político. Para Beuys, la política era arte, pero no en el sentido figurado de la palabra; una acción de tipo social o político era semejante a una escultura, en tanto el destino del hombre era esencialmente ser artista. El alcance que tuvieron sus singulares creaciones artísticas atestigua que en gran parte no le faltaba razón. Su compromiso comenzó con la fundación del Deustschen Studentenpartei, un partido universitario; siguió con la Organización para la Democracia Directa mediante el Voto Popular en 1971 y con la Universidad Libre Internacional para la Creatividad y la Investigación Interdisciplinaria en 1977. Fue expulsado de la Universidad y forzó su vuelta con la garantía de plena libertad de cátedra. Pero su logró más conocido fue la fundación del llamado “Partido de los Verdes”, con el que fue diputado en el Bundestag, que pronto traspasó la frontera alemana y se convertiría con el tiempo en la única alternativa real europea ( en algunos estados como gobernante) a una forma de hacer política uniforme, gastada, ineficaz y, sobre todo, peligrosa. El Partido de los Verdes fue en su día la única fundación alternativa a los dos bloques hegemónicos, y hoy sigue siendo, aunque con sus bases fundaciones algo devaluadas, una excepción ante la práctica de la política entendida como mercancía

OBSOLETOS



En su última novela, “El mapa y el territorio”, Michel Houellebecq se interna en las contradicciones de los sistemas productivos del capitalismo actual. El escenario es una Francia convertida en parque temático para el turismo donde la industria ha dejado de existir. La explotación de la belleza de su pasado y de la riqueza gastronómica es su única materia exportable. El propio Houellebecq aparece como personaje y se lamenta de la desaparición de productos de alta calidad industrial que él considera irrenunciables en pos de la “espera de novedades” del consumidor, dentro del dictado “irresponsable y fascista de los responsables de las líneas de producción”. El escritor cita diversos objetos “perfectos” que jamás debieron dejar de fabricarse y sin embargo sucumbieron en poco tiempo a esta sed de cambio sin horizonte. En otro nivel de lectura, la novela expresa una profunda nostalgia por lo que Francia fue y ya no es, iniciada con las fotografías exasperadamente perfeccionistas de productos primorosamente manufacturados y de los mapas de la guía Michelín realizadas por el protagonista principal, un artista moderno. En una tercera etapa Jed Martin, el artista, posa su mirada sobre los productores, no ya sobre el producto: aquí comienza la gran intuición de esta obra merecedora del premio Goncourt.

El lector pasea por las frías y globalizadas calles vistiendo una camisa fabricada en Myanmar, un jersey tejido en Turquía, un pantalón proveniente de Sri Lanka realizado con algodón anónimo, una chaqueta sport producida en Marruecos, prendas todas de calidad aceptable, compradas a precios moderadamente altos, tejidas en condiciones paupérrimas, en condiciones laborales prácticamente esclavistas y no se percata de que lleva sobre los hombros su futuro. Si seguimos los análisis de la socióloga Saskia Sassen, la época del consumo de masas ya ha pasado, y el clásico consumidor, que sustituyó como figura social al ciudadano allá por los años ochenta, está en trance de desaparecer. El capitalismo financiero sustituyó a su vez al capitalismo productivo, de forma que la calidad de los productos, fruto de la ética de la artesanía y la industria del mundo protestante, no se considera ya un valor. Para Sassen, en Occidente hemos llegado ya a un nivel de salarios que hacen inviable la economía de consumo. Por otra parte, sobran consumidores, que el sistema no puede ni quiere admitir. La producción se centra a partir de ahora en una fina capa social que acaba en la clase media, que a su vez está siendo atacada de forma que su poder adquisitivo se reduzca sin remedio. Ante este panorama, los personajes de Houellebecq, usted y yo, sabemos que ya no contamos como consumidores, que nuestro futuro laboral es la precariedad. Usted y yo, y por supuesto el artista de la novela de Houellebecq, que deja de fotografiar objetos para fotografiar productores, sabemos que estamos ya obsoletos, sabemos que a partir de ahora pasaremos de consumidores a productos excedentes.

LA ESTRATEGIA DEL LEMMING



Allá en el norte, sobre las desoladas tundras del Ártico, los pequeños lemmings, o lemminos, caminan distancias de kilómetros hasta dar con el mar, sobre el que se arrojan en número de miles. Dentro de su pequeño cerebro se enciende una luz en tiempos de carestía de alimentos o tras las explosiones de natalidad de estos pequeños seres. Su suicidio, sin embargo, garantiza la supervivencia del resto de sus congéneres. Lo cierto es que este extremo no está probado con seguridad; existen pocas imágenes del hecho, y las que hay son sospechosas, por lo que los científicos sólo admiten como certeza la gran migración previa.

Pronto se cumplirán cien años del estallido de la Primera Guerra Mundial, el primer suicidio de Europa, un contrasentido cuya causa última, según los analistas, fue la imposibilidad de encontrar hueco al enorme potencial económico de la emergente Alemania. Lo cierto es que fue una guerra provocada por los grandes industriales germanos (AEG, Krupp), que años antes ya habían licitado jugosos contratos de armamento pesado con el estado alemán, y la banca americana. Tras la Gran Depresión de 1929 se comienza a fraguar el segundo suicidio, alimentado esta vez por el resentimiento y el odio. Nuevamente se produce una aceleración armamentística que permite emplear a millones de parados alemanes. El primer discurso de Adolf Hitler como canciller en 1933 tiene tantos puntos en común con los mensajes demagógicos y populistas de varios líderes europeos de la actualidad, que uno se ve obligado a no seguir leyendo. Es curioso que en los últimos tiempos sólo las palabras de François Hollande se salgan de esta monótona letanía entonada hace ochenta años por el dictador del Tercer Reich. ¿Será posible que estemos ante un nuevo suicidio europeo? Los picos del voto de la ultraderecha se cifran en torno al veinte por ciento en Noruega o Finlandia, y más del quince en Hungría o Países Bajos. Otros países van a la zaga. El parlamento europeo registra ya un diez por ciento de presencia de la ultraderecha. Mientras tanto, la xenofobia se extiende como el fuego en la llanura, sin embargo, siguiendo a Todorov, no olvidaremos que “El miedo a los bárbaros nos convierte en bárbaros”. España, un país cuya juventud se está convirtiendo rápidamente en emigrante (algunos de mis antiguos alumnos ya lo son) también bebe las heces de este vino podrido. Un odio irracional hacia todo lo público, perfectamente orquestado por numerosos medios de comunicación privados, contamina incluso a los empleados del estado; la idea de que la situación económica de países como España es consecuencia de nuestra deuda pública es tan extravagante como pensar que los judíos eran los culpables de todos los males de la Alemania nazi. Más del sesenta por ciento de la deuda total de este país respecto al PIB pertenece a los bancos, frente a un exiguo dieciséis de la deuda estatal. Asistimos en Europa a un desmoronamiento general de los valores democráticos que afecta a todas las capas sociales mientras los cadáveres de los lemmings flotan en el frío océano de la globalización.