Han pasado quince días desde que se celebraran las segundas
elecciones generales tras la legislatura de Mariano Rajoy y los análisis de resultados siguen apareciendo en
los medios mientras la situación se estanca, se encasquilla en una especie de
calma ecuatorial. Leemos interpretaciones para todos los gustos, algunas de las
cuales incluso se atreven a criticar duramente a ciertos sectores del
electorado (tabú generalizado hasta hace poco), pero en general tengo la
sensación de que los análisis están por encima de la propia realidad, de forma
que esta se muestra tozudamente en su forma más ramplona y bizarra.
Lejos de
querer ser aburrido, ofreceré mi propio análisis sobre un aspecto sobre el que
pienso que no se ha profundizado lo suficiente: la sorprendente brecha en la
intención de voto por edades hacia partidos absolutamente alejados entre sí.
Creo que
una de las opiniones más certeras sobre el tema la ofreció el prestigioso magistrado emérito José Antonio Martín Pallín en un
artículo titulado Cuidado con lo
que votas aparecido en eldiario.es. En el citado texto se requería la
contundencia de los números para explicar la polarización del voto del PP en toda España. Se recordaba un dato
sorprendente y sonrojante: el 33 % de los votantes del país son mayores de 65
años, es decir, unos 11.500.000 millones de personas. También se recordaba un
dato machacón y reincidente en las últimas elecciones -también en el 26J-: el
66 % de la citada franja electoral vota por sistema al PP. esto nos da, según Martín
Pallín, unos 7.000.000 de votos, es decir, casi un 90 % de los votos emitidos a favor del Partido Popular que lidera nuestro
presidente en funciones. El dato asusta. Podemos dulcificarlo como queramos,
pensando en la fluctuación de la abstención, en que se basa en encuestas (los
datos de Martín Pallín provienen del
CIS) o en tantas variables
anecdóticas como queramos, aún así la realidad es que al menos el 80 % de los
votos del PP proviene de jubilados.
En el
otro polo de una pirámide de población preocupante se encuentran los jóvenes;
la franja de edad de 18/25 consta exactamente de 2.984.122 electores, un exiguo
8 % del total, las encuestas nos dicen que esta franja ha votado en su mayoría
a Unidos-Podemos, un pequeño
porcentaje (identificado con una ideología más a la derecha) a Cs, mientras que su tanto por ciento al
PP es insignificante. Interesa
abundar en estos datos leyendo el correspondiente análisis artículo de El
Confidencial.
A esto unimos otro dato bastante
reiterado: la abstención de los mayores de 65 años suele ser mucho menor que la
de los jóvenes, un factor que he podido seguir directamente gracias a mi propia
experiencia como componente voluntario de mesas electorales. Así, en las
últimas elecciones, la participación de los jubilados en la mesa donde me
encontraba subió asombrosamente hasta cifras de más de un 80 %, mientras los
jóvenes que acudieron a votar no fueron más de un exiguo 40 %. No puedo ofrecer
estadísticas exactas sobre este término por ser una observación empírica, pero
coincide con las medias de datos de muchas mesas electorales españolas. Se
cuenta a este respecto que miles de jubilados abandonaron por una tarde sus
merecidas vacaciones en la playa o su retiro en el campo para acudir a las
urnas, mientras otros tantos jóvenes prefirieron seguir a orillas del mar de
junio porque "el agua estaba muy buena". La comparativa del nivel de
compromiso entre ambas franjas abruma, como abrumaban las filas interminables
de septuagenarios frente a la urna de mi mesa electoral.
Llegados
a este punto hay que concluir que los jubilados de España cumplieron con su
tradición y obtuvieron el resultado que esperaban, mientras que los jóvenes (y
en gran parte la franja de mediana edad) pecó de inconsistencia o exceso de
confianza y ahora lamentan amargamente su error. He de cambiar ahora de
registro y recordar las palabras del venerable octogenario Georges Steiner, que en una entrevista aparecida en Babelia con el titular Estamos
matando los sueños de nuestros niños, donde se oscilaba entre los estragos
de la vejez y las ilusiones de la juventud, aconsejaba sobre la necesidad de
dejar que los jóvenes se equivoquen; "...si
uno no pude cometer errores cuando es joven, nunca llegará a ser un humano
completo y puro". Hablaba también
Steiner con una expresión afortunada de "la dictadura de la certidumbre", y en este sentido los mayores
no parecen haber tenido miedo a equivocarse, parecen haber votado con mano
firme, respecto a los errores de los jóvenes.
Estoy absolutamente en contra de
esa apariencia.
Los jubilados de
España, los ancianos, no han votado a favor de un partido, sino en contra del
partido de los jóvenes de su país. El mensaje del miedo esgrimido por el PP ha hecho mella en sus imaginarios
caducos, en sus recuerdos de guerras pasadas, y han votado no con criterio
firme, sino con mano temblorosa. Y se han equivocado. No solo eso; han sido
terriblemente egoístas e ingenuos, ruines y cortos de miras, porque han
permitido que el criterio de una generación que ya ha agotado su tiempo, que se
va, que hizo su vida en el pasado, pero no permanecerá en el inmediato futuro,
condene a la penuria al único tesoro cierto que le queda a este país: su juventud. Con un 50 % de paro entre
los menores de 35 años, con unas políticas miopes y cainitas que han condenado
al exilio a cientos de miles de jóvenes sobradamente preparados, con una ley de
educación que sólo persigue como futurible la inserción precaria de mano de
obra barata, el Partido Popular ha
convencido al 80 % de su electorado: los ancianos y jubilados de España.
Votando
a un partido esencialmente corrupto que ha devastado España, estos jubilados
han creado una ruptura generacional
inédita que permanecerá irresoluble durante largo tiempo.
Los jóvenes se quedaron en casa
esta vez, unos por inercia, otros porque no terminaban de decidir su voto a la
izquierda, otros por rebeldía adolescente, otros, en fin, porque estaban en
plena etapa final de exámenes o comenzaban unas agotadoras oposiciones y no
valoraron el tiempo del voto. Se equivocaron y lo saben, pero, como Steiner, pienso que hay que perdonar
sus errores y darles al menos una oportunidad; los jubilados de este país, en
una vergonzosa mayoría, no lo han hecho; han votado, sin duda, con la mano
derecha, pensando solo en ellos mismos, en sus míseras pensiones que además
ahora van a ser recortadas, pensando únicamente en sueños caducos, en fantasmas
del pasado, en monigotes de trapo diestramente agitados por ilusionistas. Vaya
por delante mi admiración a ese otro 33 % que no se dejó engñar por una
dantesca campaña del miedo.
Lo peor
de estos mayores adictos al PP no es
que hayan votado estúpidamente, lo peor es que no han estado en su lugar, no
han ejercido de abuelos, lo peor es que al votar a la contra,
reaccionariamente, han condenado a toda una
generación de nietos, y eso sí que no se puede perdonar.
Ay, Bartolo, ¡que tú ya estás más cerca de ellos que de nosotros!
ResponderEliminarSin duda tu explicación tiene sentido y bien puede explicar muchas cosas. Pero yo pienso que no hace falta calentarse tanto la cabeza, ya que hay una razón más sencilla: la ley electoral está orientada a favorecer el bipartidismo (cosa que se han olvidado comentar durante las dos últimas campañas).
Si la opinión del pueblo está dispersa, ¿por qué no se puede formar un gobierno con lo que el pueblo ha votado? Parece que la única forma de que funcione es con una mayoría absoluta, o con dos partidos mayoritarios. Si no ocurre eso, nada funciona.
Por otro lado, ¿estás seguro de que vivimos en democracia? Una reflexión: https://www.youtube.com/watch?v=k8vVEbCquMw
Desde luego Miguel, lo de que vivimos en democracia es muy dudoso, simplemente piensa que es la primera vez desde el 78 que podría haber algo parecido a una separación de los tres poderes, por eso precisamente, como tú bien dices, está la cosa tan complicada. Hasta ahora legislativo y ejecutivo eran una misma cosa, del judicial ni hablo.
EliminarEn cuanto a mi posición en edad, jajaja, se supone que estoy en medio, por eso conozco bien a ambas partes...