Terminamos con esta entrada una serie de tres sobre la
paulatina transformación de la metafísica occidental en puro culto al capital.
En artículos anteriores relatamos de manera sucinta el proceso que desde Grecia
ha llevado a esta extenuante apoteosis (que puede ser entendida también como
decadencia, pues su momento estelar podría coincidir precisamente con el
principio de su desaparición). Vimos como las nobles Ideas de Platón derivaron pronto en la vulgarización del mundo de
los arquetipos, sustituido por la idea excluyente de un Dios único. Vimos también
como los Universales (y entre ellos
los relativos a la idea misma de Hombre y sus derechos) caían en descrédito
tras la crisis de la Modernidad, precisamente porque se dejaba de creer en
ellos al fallar la base del mundo real en lo que Heidegger llamara “olvido del Ser”. Vimos también como en la fase
de la mal llamada Postmodernidad,
todos aquellos “metarrelatos” que
sostenían una civilización renovada en la época de la Ilustración terminaban
por desmoronarse dejando como único legado la preponderancia del Capital sobre
cualquier contenido de saber humanista, una suerte de Nihilismo Mercantil.
Vivimos en las cenizas, en los escombros de aquellas viejas
construcciones, lo que ocurre es que todavía no nos hemos dado cuenta, puesto
que las estructuras funcionan –como he sugerido en otras ocasiones- a modo de
artefactos zombies: Estado, libertades del individuo, Leyes Universales. Se
llama artefacto, a uno o más pixels corruptos o carentes de datos dentro de una
imagen digital; bien, pues a ese tipo de artefactos me refiero, simulacros de
información, apariencias vacías de verdad o de sentido. Puede el lector bucear
en la idea leyendo la entrada http://jumilla-amalgama.blogspot.com.es/2012/11/zombis-vampiros-y-otros-simulacros.html.
La conversión del Valor de Cambio en un ente autónomo
separado de toda realidad física es un hecho, un momento fundamental en la
victoria del Nihilismo en occidente.
Las enormes convulsiones que han afectado al sistema financiero mundial no son
sino algunas de las consecuencias, cuyo análisis sucinto ensayé en http://jumilla-amalgama.blogspot.com.es/2012/06/hijos-de-goldman-sachs.html.
Las manifestaciones de esta apoteosis de la metafísica no
sólo se observan en la creciente ventaja del mundo digital –o virtual- sobre el
real (proceso sobre el que han corrido tantos ríos de tinta negra o flujo de
datos en pantallas que no pasaré de la cita); o en la burocratización infinita
de los Estados -totalitarios o no-; o en la conversión paulatina de las
relaciones humanas en procesos de intercambio de datos en redes sociales,
circunstancia sobre la que llama la atención Dolors Reig en una reciente y muy interesante tertulia en el programa,
impagable programa de La 2, Torres y Reyes,
cuando dice que las redes sociales son muy atractivas al ser humano, pues el
hombre es comunicativo por naturaleza, ver http://www.rtve.es/alacarta/videos/torres-y-reyes/torres-reyes-homo-interruptus/2180330/
No, las pruebas de esta fase avanzada, coincidente con la
época del “Capitalismo Triunfante”, anidan en los detalles más nimios.
Así, la reciente imposición a los usuarios de varios bancos y cajas (léase, por
ejemplo, Banco Sabadell y La Caixa)
de una comisión que grava las imposiciones en efectivo. Es decir, que sea o no
sea cliente directo del banco, aquella persona que necesita realizar en persona
un ingreso es penalizada con dos euros. Y digo penalizada porque, según todas
las consultas que he podido realizar, la medida no tiene justificación alguna
ni aparece reflejada a modo de recibo en el documento de ingreso. Se han dado
situaciones verdaderamente draconianas en estas entidades: personas que debían
ingresar tasas para (pongamos como ejemplo) asociaciones sin ánimo de lucro cuyo
montante no era superior a euro y medio se veían obligadas a abonar los dos
euros.
Me resulta especialmente gratificante hacer el viaje de esas
alturas metafísicas a la realidad más sencilla e inmediata, no sólo porque
admiro el modo de filosofar existencialista, aquel estilo de pensar que
admiraban los discípulos de Sartre
cuando hacía filosofía de una taza de café, sino precisamente
porque pone más en evidencia el escándalo del absurdo en el que nos
encontramos. Los bancos tan sólo aspiran a dejar de ver a sus clientes y
despedir a sus empleados, para convertirse en entidades fantasma pero absolutamente
necesarias para la supervivencia del sistema, organismos agazapados en las
interioridades de las redes sociales, sin un lugar físico al que dirigirse
salvo la sede central impenetrable tras un sólido muro cortina estilo Mies Van der Rohe: esos bloques de los
distritos financieros son posiblemente el símbolo más perfecto, el reflejo más
estilizado de esta etapa última de la metafísica. Lo curioso es que los pálidos
usuarios apenas aciertan a exteriorizar sus quejas, argumentando que otros
bancos no cobran la comisión, sin saber que, en realidad, la imposición de la
tasa, desde su primera aparición, ya había conquistado el territorio de
combate.
Está cercano el momento en el que ese dinero virtual experimente
su independencia total de los objetos, de los Valores de Uso,
posiblemente entonces la Metafísica del
Capital haya cerrado el ciclo. ¿Y después? Nadie lo sabe, pero es bueno
recordar a Nietzsche, un atleta del Nihilismo, que parece diseccionarnos
desde el pasado cuando dice en Crepúsculo
de los Dioses: “Hemos
eliminado el mundo verdadero: ¿qué mundo ha quedado?, ¿acaso el aparente?...
¡No!, ¡al eliminar el mundo verdadero hemos eliminado también el aparente!”.
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