Estamos en 1981. El presidente de los Estados Unidos de
América, Ronald Reagan ha nombrado a Alan Greenspan director de de la Comisión
nacional para la reforma de la Seguridad Social. El presidente tiene un
problema; supuestamente necesita liquidez para la asegurar el futuro de la
Seguridad Social, pero cualquier decisión sobre una subida de impuestos le
cuesta un elevado número de votos. Tampoco puede plantearse un recorte de
prestaciones, porque eso significaría la pérdida de la presidencia en la siguiente
convocatoria. Echa mano de Greenspan porque éste ya se ha distinguido en los
círculos neoliberales entre los que se mueve Reagan, seguidores en su mayoría
de la filósofa Ayn Rand, sobre la que luego volveremos. El caso es que Greenspan
propone un truco para recaudar dinero sin impuestos. Va a subir las
cotizaciones con la promesa de crear un fondo de reserva que blindará el
sistema para los próximos veinte o treinta años, a partir de los cuales
comenzarán las jubilaciones de los llamados Baby-boomers. Según Matt Taibbi en
su libro Cleptopía, la tasa de cotización subió del 9´35 % en 1981 al 15´3 % en 1990. Taibbi nos
recuerda, por si lo hemos olvidado, que las tasas de la Seguridad Social son
profundamente regresivas, porque sólo se aplican a ingresos salariales, que por
otra parte tienen su tope en los 106.000 dólares, cualquier especulador, pez
gordo de la banca o presidente de una gran corporación no aporta nada a la Seguridad
Social.
El plan sería perfecto si no fuera porque en realidad la
caja de la Seguridad Social americana no es un compartimento estanco, ni está
blindada contra eventuales necesidades de dinero de otros departamentos del
estado. En las sucesivas presidencias del Georges Bush, Bill Clinton y Georges
Bush Jr., la caja de la Seguridad Social va a ser sencillamente expoliada para
financiar gastos extra principalmente de dos tipos: inyectar dinero a la banca
tras las sucesivas burbujas y consecuentes desastres en Wall Street, que se van
a producir entre finales del siglo XX y principios del siglo XXI, y financiar
las guerras exteriores emprendidas por estos presidentes. El fondo de reserva
se vaciará en la práctica, porque la administración de la Seguridad Social se
dedicará a comprar Bonos del Tesoro, es decir, prestará dinero al gobierno para
otros fines, de forma que llegará un momento, con Greenspan ya como presidente
de la Reserva Federal, que en la caja de la Seguridad Social ya no habrá otra
cosa que pagarés, miles de millones de dólares habrán volado a bolsillos
privados o a las trincheras de Bagdad. Conclusión: llegado un momento, a
principios del siglo XXI, la Seguridad Social es deficitaria, la caja está
pelada, y necesitamos, recomienda Greenspan desde la Fed, que la edad de
jubilación se eleve (nos acabamos de dar cuenta
de que la gente va a vivir más) y se recorten las prestaciones sociales.
No es un consejo extraño en un hombre educado en la fe objetivista, que
aborrece el altruismo y propone el adelgazamiento absoluto del estado,
restringido sólo a garantizar el orden. Ayn Rand construyó un poderoso edificio
para eliminar la mala conciencia de los más poderosos y justificar moralmente
el egoísmo absoluto, por eso eligió el mito de Atlas (personificación del
capitalista) que tiene que soportar sobre sí el peso del mundo (la masa de los
desfavorecidos). Greenspan era y es un seguidor ciego de esta doctrina y sus
actuaciones en el gobierno siempre fueron en consonancia a su credo. Cuando nos
preguntemos en España por el origen de los recortes generalizados, no está de
más que hagamos la sencilla suma del dinero perdido en el fraude fiscal (73.000.000.000
de euros sólo en este ejercicio), más el dinero que se ha destinado a rescatar
a los bancos; para saber lo que nos espera, pensemos en las sucesivas hazañas
de Greenspan y hallaremos respuesta.
Publicado originalmente en el semanario Siete Días de Jumilla el 26 de abril de 2012.
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