La palabra <símbolo> es una de las más coherentes en
cuanto a su etimología en las lenguas romances. Deriva de dos radicales,
<sin>, que viene a equivaler a juntamente, y <bolon> del verbo griego <ballein>,
que significa lanzar o arrojar. El <symbolum> latino era una moneda que
se partía en dos, de forma que las personas que la portaban se reconocían entre
sí como prueba de un vínculo infranqueable. Guardaban los dos trozos hasta que
se encontraban y podían unirlos, ellos mismos o sus enviados. De aquí, el
antagonista <diabolon>, que significaba la separación irreparable. Por
ello, hoy en día, el símbolo es la imagen o reflejo perfecto de aquello que se quiere
explicar de forma directa y concisa, de una serie de ideas o pensamientos
complejos. Banderas o escudos han sido
los iconos más usados como símbolos, pero cualquier objeto es susceptible de
convertirse en símbolo, incluido algo que todavía no existe, como Eurovegas, el
proyecto del magnate Sheldon Adelson todavía no edificado y cuya ubicación se
supone en las cercanías de Madrid.
Escuché por primera vez esta proposición de boca del
escritor Carlos Taibo, que erigía el polémico complejo de ocio como símbolo de
la miseria moral de nuestro país en los últimos tiempos, como ejemplo más que
elocuente de la cultura del pelotazo, de la sed por el dinero fácil. Pero
Eurovegas, el símbolo Eurovegas, es esto y mucho más. En él se resume toda una
forma de entender la vida, toda una supuesta cultura en la que la especulación
financiera ha terminado ahogando a la corriente neoliberal –un gran casino de
apuestas que juega con el futuro de millones de personas, sin reglas de juego,
sin alma, sin piedad, sin referentes-. La desregularización absoluta que
persiguió el proyecto neoliberal desde los años ochenta tiene su reflejo en la
ciudad sin ley que Adelson pretende instaurar en el centro de España, inmune a
los tribunales de justicia del resto del país, donde proliferaría el trabajo
precario, la contratación ilegal e incluso los oficios fuera del marco jurídico
actual, tales como la prostitución. Eurovegas, con sus flamantes hoteles y
casinos sólo para los muy ricos y estruendosas y patéticas máquinas tragaperras
instaladas en las zonas comunes para los pobres que se acercan al lujo como
polillas a la luz de las candilejas, es el sueño enfermizo de la utopía del
capitalismo financiero en su etapa de decadencia. El lujo desmesurado, las
decoraciones horteras, los vicios pretendidamente exquisitos, son pruebas más
que suficientes de esa decadencia asfixiante que hubiera hecho las delicias de
Joris-Karl Huysmans. Todas las más necias pesadillas unidas en un gran símbolo
sofocante; pariendo el símbolo del símbolo, como un retruécano, en una imagen
del propio Huysmans, Eurovegas es como una tortuga ahogada por el peso de las
joyas engastadas en su coraza.
Sin embargo, en el origen de Eurovegas está el otro lado de esta
moneda partida, de este <symbolum>, que a pesar de presentar un rostro
barroco y decadente, recargado, remite a la más minimalista, la más abstracta y
vacía de las adicciones: la adicción al dinero. Si todas las drogas clásicas,
que una tras otra han ido llenando décadas de la modernidad: el alcohol y su poema
supremo, la absenta; el opio y sus posteriores derivados; el ácido lisérgico,
las anfetaminas y más tarde la cocaína; finalmente las drogas de diseño,
prometían placeres concretos, físicos, unidos a las flaquezas y milagros del
cuerpo, la adicción al dinero es la más sofisticada y perfecta de las drogas,
allí donde el valor de uso ha desaparecido por completo y sólo queda la
abstracción de los números y la ambición de poseerlos. Tal adicción es un
fenómeno propio de épocas de decadencia moral, social o cultural; recordemos
los años dorados del bingo al final de la dictadura en España. Hoy, el juego
vuelve, como un símbolo perfecto e imperturbable, porque definitivamente veinte, cuarenta años son nada, el espejo
nítido de nuestro nihilismo. Proliferan las mesas de póker, que inunda las
vidas frustradas de nuestros jóvenes. En televisión, las casas de apuestas
patrocinan películas en horario familiar. Jugarse el dinero en internet está de
moda. Nadie hace nada, nadie, porque los medios de masas simplemente están actuando
como camellos para inflar la última gran burbuja que nos dejará definitivamente
pelados. Hagan juego.
Muy de acuerdo con lo que dices Bartolo.
ResponderEliminarSiempre me ha interesado tu opinión, y aunque no lo creas, la he valorado, por eso me alaga que estés de acuerdo conmigo. Un saludo.
EliminarGracias por publicar un artículo tan didáctico y claro. Se me hace posible todavía que hay gente que nos puede enseñar a razonar y no adoctrinar.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias, Paco Bermejo, me das ánimos para seguir tecleando estas humildes reflexiones. Saludos.
EliminarQuizás Barajas se llamó así -sin saberlo- pensando en Eurovegas...
ResponderEliminarquién sabe.
muy buenas reflexiones
Salud
Salud a tí también, según me cuenta Isidora Navarro y veo por mí mismo, tu curso de nubes, junto a J. M. Viñas, es excelente.
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