tag:blogger.com,1999:blog-33293683228051425952024-03-25T07:06:13.287-07:00La AmalgamaEste blog, como de forma más extensa quedó explicado en su primera entrega, pretende desentrañar ciertos aspectos opacos de la estructura de la realidad desde un punto de vista filosófico, artístico y sociológico, principalmente. Las entradas remiten a una columna que con el mismo nombre se ha publicado en prensa escrita hasta fecha reciente y que ahora también se pueden leer en el periódico digital El Eco de JumillaBartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.comBlogger127125tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-41258319428389631142024-02-13T11:51:00.000-08:002024-02-13T11:57:50.711-08:00LA VERDAD DEL CARNAVAL<p> </p><br />
<p align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUQ1ZZeqzaSiZKjMjF6DbQHi5i05JZ6V07QWu4bKJVIBUaoj6LyVNbxMnkXlQQ8m1ASD93Bux-Aw15Qk30ZQQP7oGh9OaTtuFGDns4BROhrSzBeWBJKrhayQ9Q2eCDnEXCfNYNWFAPfAWR7X6J572YAbXZn-zsT-cGE3mV9ZVAU8x1-TExhZAXXalcPvEg/s5708/carnaval-jumilla2024_0095.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3486" data-original-width="5708" height="336" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUQ1ZZeqzaSiZKjMjF6DbQHi5i05JZ6V07QWu4bKJVIBUaoj6LyVNbxMnkXlQQ8m1ASD93Bux-Aw15Qk30ZQQP7oGh9OaTtuFGDns4BROhrSzBeWBJKrhayQ9Q2eCDnEXCfNYNWFAPfAWR7X6J572YAbXZn-zsT-cGE3mV9ZVAU8x1-TExhZAXXalcPvEg/w550-h336/carnaval-jumilla2024_0095.jpg" width="550" /></a></div><p align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;"><br /></p><div style="text-align: center;">I</div><o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal">A poco que nos paramos a analizar la celebración del <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">carnaval</b> en la civilización occidental
en los últimos siglos, nos llama la atención una serie de constantes, sea cual
sea la geografía, el apego a la tradición o las múltiples formas de evolucionar
que ha tenido este antiguo ritual.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>En
primer lugar, lo que parece evidente es que, lejos de ser una apoteosis de la
impostura o el engaño, el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">carnaval </b>es
más bien el triunfo de la verdad, de una verdad efímera y puede que deformada,
pero necesaria como <i style="mso-bidi-font-style: normal;">catarsis </i>anual de
todas las represiones externas o internas que el individuo de sociedades en las
que la mezcla de la tradición grecolatina y judeocristiana -junto al fermento
adicional de viejos ritos ancestrales de cada tribu secular- conforma un
equilibrio social y psicológico difícil de mantener.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Durante
siglos, el supuesto anonimato de la máscara permitía por unos días a cada cual
mostrarse como realmente quería ser, si bien de manera lúdica. El hombre se
disfrazaba de mujer, la mujer de hombre, el padre de familia esforzado y serio
se convertía en un personaje desbaratado y sinvergüenza, la mujer casta y
reservada se dejaba llevar por deseos que no podía confesarse a sí misma; la
amargura de tener que aparentar un papel falso día tras día era aliviada
durante un corto espacio de tiempo. Este desfogue regulado por los ciclos
estacionales era una válvula de escape que la sociedad necesitaba para seguir
<span style="color: #f3f3f3;"><span>viva</span> <span style="mso-themecolor: text1;">en</span><span> </span>sus</span> contradicciones; no es otra la razón por la que,
a pesar de estar prohibidos durante dictaduras como la de Primo de Rivera o la
franquista, los carnavales más iconoclastas no dejaron de celebrarse de manera
semiclandestina. Nunca se llegaron a cancelar los de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Cádiz</b> y <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Tenerife</b>, por
ejemplo.<o:p></o:p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJJ_vYA5SX-lRW5_PlSiyZJTas6iL3KheemZ_J82-wVdQueVzG3hqU8eACxJDaii7SDo_SeETPQi3APX_TS17G4Z2iUZhLbP9y5WweWCZ5ggoxji5oUoFcr8GIQFIuoFejfaq7pXyKRxwp-w4R_edxl-K8gOYe9ReaiS6izmt98jRaZTpQsXcKPoA-gatm/s6016/carnaval-jumilla2024_0098.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="6016" data-original-width="4016" height="512" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJJ_vYA5SX-lRW5_PlSiyZJTas6iL3KheemZ_J82-wVdQueVzG3hqU8eACxJDaii7SDo_SeETPQi3APX_TS17G4Z2iUZhLbP9y5WweWCZ5ggoxji5oUoFcr8GIQFIuoFejfaq7pXyKRxwp-w4R_edxl-K8gOYe9ReaiS6izmt98jRaZTpQsXcKPoA-gatm/w342-h512/carnaval-jumilla2024_0098.jpg" width="342" /></a></div><br /><p class="MsoNormal"><br /></p>
<p class="MsoNormal"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Hay una
dialéctica interna en el hecho de disfrazarse que ha llenado miles de páginas
de etnógrafos y sociólogos, pero que a nivel puramente poético es de una
profundidad encantadora, y es el hecho de que, para desvelarse (es decir, para
que aparezca la verdad, en el sentido griego del término) es necesario velarse.
El sentido de toda metáfora está encarnado en esa dialéctica. Es más, buena
parte del éxito del teatro popular en las sociedades más reprimidas radica en
este sano cambio de roles.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Hoy, en
las democracias neoliberales del capitalismo tardío, donde la libertad
individual no solo está permitida, sino incentivada como garantía de la
diversidad del consumo de productos pensados para cada gusto o preferencia
personal, <span style="color: #f3f3f3;">la <span>función </span>del <span style="mso-themecolor: text1;">carnaval</span>
</span>ha desaparecido tal y como siempre se entendió durante siglos. Carnestolendas o
Entroido son hoy una excusa como otra para pasar un sano rato de fiesta que nos
aparta de la rutina laboral y de paso permite ingresar unos euros extra a
través de la afluencia de turistas. Halloween, el parque temático de Semana
Santa, viejas tradiciones recuperadas, siguen ese mismo camino.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Nada más. ¿O nada menos?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">La realidad quizá sea algo más
compleja. La clave nos la da el desaforado éxito de las celebraciones de los
carnavales escolares (no muy distintas de las que festejan Halloween o Semana
Santa). No creo que el sentido de estos festejos sea preservar tradiciones que
pueden estar en peligro de desaparecer o tienen un especial interés cultural,
de hecho, se encuentran prácticamente inscritas al ámbito de la educación
primaria. Hace unos cuantos años que nadie celebra el carnaval en mi centro de
educación secundaria, incluso algún alumno me pregunta tímidamente, como si
fuera algo prohibido, si puede venir disfrazado ese martes de febrero.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">No, la clave está en que estas
celebraciones (como el día de la castañera, los mercadillos solidarios, y otros
artefactos que los maestros han ido pergeñando a lo largo de los últimos
tiempos) crean comunidad en una sociedad básicamente atomizada. En este caso,
la balanza pretende equilibrar la tendencia al individualismo exacerbado, y lo
hace mediante una peculiar forma de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">individualismo</i>
–el mero hecho de disfrazarse-, envuelta en una manera de fomentar el trabajo
en equipo y la colaboración de los grupos, pero no solo de los grupos
infantiles, sino también, como a nadie escapa, de los grupos de madres y padres,
familias y claustro de maestros. Esta voluntad de crear comunidad desaparece en
la enseñanza secundaria por el simple hecho de que los padres y madres ya no se
dedican a respaldar a los pequeños, y vuelve a aparecer después en la vida
adulta mediante la formación de peñas y comparsas. No desenfoquemos, en todo caso,
el asunto que nos trae: <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">el carnaval
infantil</b>.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><br /></p>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg34B_sTr3N9NWkfkygKzD6nvGQgaGhJnJffyCEacXxIOULv4hTcX8J3vNOI0KUAHicqBGWCDjS4H8CB0il_veU4aT7VuYmSSeojfK6ICvvDCCFx0Ce1YjgaGlfVyXRODU7RJBwF4JMCB32u7OX3xHvvHfDjEqN01XWLJD-uwx6Kb8tk5EKiGj7qTkhX00x/s6016/carnaval-jumilla2024_0165.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="6016" data-original-width="4016" height="558" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg34B_sTr3N9NWkfkygKzD6nvGQgaGhJnJffyCEacXxIOULv4hTcX8J3vNOI0KUAHicqBGWCDjS4H8CB0il_veU4aT7VuYmSSeojfK6ICvvDCCFx0Ce1YjgaGlfVyXRODU7RJBwF4JMCB32u7OX3xHvvHfDjEqN01XWLJD-uwx6Kb8tk5EKiGj7qTkhX00x/w373-h558/carnaval-jumilla2024_0165.jpg" width="373" /></a></div><br /><p align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;"><br /></p><p align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 35.4pt;">II<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">El pasado lunes 12 de febrero
asistí a un espectáculo que no creía posible en una ciudad del sur español
–digamos Jumilla, digamos cualquier otra-. Cientos de madres, padres, abuelos
y, por supuesto, niños de distintos niveles junto a sus profesores, de las más
variadas nacionalidades (<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">malienses, ecuatorianos, senegaleses,
colombianos, marroquíes, peruanos, ucranianos, burkineses, rumanos, murcianos</i></b>),
más o menos occidentalizados, o más o menos étnicos, se encontraban pegados,
amalgamados, cementados en un hatillo sin reparar los unos en los otros. Ha
sido un espectáculo singular ver pequeños senegaleses disfrazados de vikingos,
musulmanas de velo riguroso portando el sombrero charro del traje del hijo, ecuatorianos
conversando vivamente con marroquíes acompañados de jumillanas nativas sin
ningún atisbo de prejuicio xenófobo o racista.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Conozco bien el lugar donde vivo,
y he podido ver como personas venidas de los barrios más humildes charlaban
animadamente con otras del centro. En un momento dado, se ha producido un
curioso desfile: decenas de madres disfrazadas empujaban cochecitos de bebe
donde se escondían sus hijos de pocos meses.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">El desfile de disfraces era
original y colorista, por supuesto, y tenía el valor del trabajo en comunidad,
de la confección casera de los trajes, del reciclaje, qué duda cabe; pero lo
más importante radicaba en que estas máscaras, estos trampantojos, dejaban ver
la verdad desnuda, como siempre lo ha hecho el puro <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">carnaval</b>: una sociedad multiétnica en la que conviven magrebíes o
ecuatorianos de segunda generación, establecidos hace lustros, con
subsaharianos llegados recientemente, atraídos por el trabajo rural, o ucranianos
y otras nacionalidades del este europeo emigrados por fuerza de las
circunstancias bélicas o la inestabilidad política.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiNgJ27yhDNkyaGIbP2BEJ89NMBr4EnB8srnhMybp9bRO2u2dvhJYHeWW7CHXz5YwQVs7fwMFERX-v_KSYWgBRFHh_Xed-vFjcXQs2HVsWm2c-h0nRPvtqua1yRKzkzHJnhxnYs9FjReOLxHImRrHulQTOsygzC8VKK9nC_c-IeyNjn06c1DY4lDRtvnWWH/s6016/carnaval-jumilla2024_0161.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="6016" data-original-width="4016" height="512" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiNgJ27yhDNkyaGIbP2BEJ89NMBr4EnB8srnhMybp9bRO2u2dvhJYHeWW7CHXz5YwQVs7fwMFERX-v_KSYWgBRFHh_Xed-vFjcXQs2HVsWm2c-h0nRPvtqua1yRKzkzHJnhxnYs9FjReOLxHImRrHulQTOsygzC8VKK9nC_c-IeyNjn06c1DY4lDRtvnWWH/w342-h512/carnaval-jumilla2024_0161.jpg" width="342" /></a></div><br /><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><br /></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Jamás, en ningún lugar público o
privado, veremos juntas todas estas nacionalidades. Viven aislados en grupos
más o menos homogéneos y su contacto en los propios centros escolares es
también limitado, pero el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">sagrado
carnaval</b> ha obrado de nuevo este milagro, como lo viene haciendo desde la
época prerromana: ha conseguido sacar a la luz la médula última de nuestra
sociedad, una sociedad diversa, multiforme, mutante, atravesada por variadas
fibras religiosas o sociales, que necesariamente tenderá a la cohesión, si las
cosas se hacen bien y aceptamos las múltiples ventajas que esto comporta, o
derivará en serios conflictos sociales –como los que se desencadenan
regularmente en las afueras de París- si las cosas se hacen mal.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Don Carnaval</b> (o <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Don Carnal</b>)
nos ha hecho un favor:<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>ha descubierto ya
el tipo de sociedad en la que nos movemos y nos la ha ofrecido delante de
nuestros ojos, gracias en gran parte a la labor de maestros y comunidades de
<b>AMPAs</b>. Lo ha hecho en el sector social más sensible y frágil: <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">la infancia</b>.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">¿Seremos capaces se aprender la
lección de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">don Carnaval</b>, ese viejo
sabio y milenario? ¿O bien preferiremos cerrar los ojos y escondernos detrás de
otras máscaras mucho más peligrosas?<o:p></o:p></p><br />Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-82371067259310444382023-10-22T04:54:00.009-07:002023-10-22T08:32:15.208-07:00TODOS LOS GUETOS<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgAff0lUIfgxo002nZ_qmwPhb8VNInvOhM9ZMzgnbZrlyKTz-CgIy_47pTp6wltkHge_aNkVmqbI6D5jepCCBHm-HazyEYpbqfoZbHYttcjHcmPiPgAKlWERIh6_viUMqByAvwmTAtUpf0nMZEgeB76BsvGqrzkJ-IOrp2IcVDDUUERMGDILwLXSe9bCzLx/s3437/Segovia-cerraduras%20y%20puertas.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1631" data-original-width="3437" height="285" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgAff0lUIfgxo002nZ_qmwPhb8VNInvOhM9ZMzgnbZrlyKTz-CgIy_47pTp6wltkHge_aNkVmqbI6D5jepCCBHm-HazyEYpbqfoZbHYttcjHcmPiPgAKlWERIh6_viUMqByAvwmTAtUpf0nMZEgeB76BsvGqrzkJ-IOrp2IcVDDUUERMGDILwLXSe9bCzLx/w601-h285/Segovia-cerraduras%20y%20puertas.jpg" width="601" /></a></div><p class="MsoNormal"><br /></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;">Ante la
situación actual del <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">conflicto
Palestino-israelí</span></b>, creo que es importante para el ciudadano, entre tanta
exaltación, desinformación y, sobre todo, y lo más alarmante, censura y prohibición,
posicionarse de alguna manera.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>En mi caso, sólo serán unas imágenes
y breves apuntes sobre textos de lectura reciente que me han llevado a escribir
esta breve nota.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Paseando por la judería de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Segovia</span></b>, una de las más notables, y
también de las peor tratadas en su momento, llama la atención las muchas
puertas que conservan en sus cerraduras vestigios del pasado hebreo. Se cuenta
que los sefardíes conservaron la llave de sus casas con la esperanza de volver
algún día. Estas puertas –como la que se reproduce en la imagen- hoy nos hablan
un lenguaje perverso. Ver la imagen de la llave junto al bajorrelieve de un pez
nos recuerda que el <span style="color: #f9cb9c;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Estado Israelí</b>
</span>(que no es equivalente del <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Pueblo Judío</span></b>
como <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Hamas</span></b> no lo es del <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Pueblo Palestino</span></b>) mantiene entre sus
fronteras y el mar una cárcel a cielo abierto de diez kilómetros de anchura
llamada <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Franja de Gaza</span></b>. La memoria
preservó a los judíos de la extinción como identidad cultural, y es la tozuda
memoria la que avisa del genocidio que ellos mismos están ahora mismo llevando
a cabo en esa cárcel.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>En un pasaje de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Color. Historia de la paleta cromática</i>, de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Victoria Finlay</span></b>, tomando, imagino, como fuente al clásico <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los judíos en España</i>, de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Joseph Pérez</span></b>, la autora nos ilustra un momento crucial de la historia de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">España</span></b> en el que las carabelas de Colón tuvieron que maniobrar a la
salida del puerto de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Palos</span></b> por las
muchas barcas que allí se concentraban en plena escapada judía desde <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Cádiz</span></b>. El destino de estos judíos fue el
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Norte de África</span></b>: el<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"> <span style="color: #f9cb9c;">Magreb</span></b> y el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Reino de Fez</span></b><span style="color: #f9cb9c;"> </span>(donde fueron maltratados), <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Túnez, Argel, Orán</span></b>, y, sobre todo, el<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"> <span style="color: #f9cb9c;">Imperio Otomano</span></b>, donde pudieron vivir, prosperar e incluso tener
esclavos cristianos: territorios todos de creencia islámica mayoritaria. El
sultán <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Bayaceto II</span></b> estaba
especialmente encantado con la diáspora judía, pues pensaba –y con razón- que <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Fernando el Católico</span></b> había sido poco inteligente
al dilapidar de forma tan gratuita la riqueza de su país. El espacio del que
ahora el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Estado Israelí</span></b> quiere
expulsar a toda costa al <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Pueblo
Palestino</span></b> formaba parte del<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"> <span style="color: #f9cb9c;">Imperio
Otomano</span></b><span style="color: #f9cb9c;"> </span>en época de la <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Diáspora
Sefardí</span></b>. Nuevamente la historia nos ofrece curiosas paradojas.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Posiblemente en la memoria del
pueblo judío todavía se guarde el buen trato que en aquellos territorios del <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Islam</span></b> se le dio a sus antepasados, es
evidente que, muy al contrario, el<span style="color: #f9cb9c;"> <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Estado
Israelí</b></span> lo ha olvidado por completo.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>No voy a nombrar el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Holocausto</span></b> para no alargar esta nota en
exceso, pero sí recordar que los primeros Guetos no fueron alemanes ni datan
del siglo XX, sino italianos (de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">ghetto</i>
“fundición en hierro”) de principios del siglo XVI para ubicar a los muchos
judíos españoles que terminaron recalando en la <span style="color: #f9cb9c;">p</span><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">enínsula italiana</span></b>, en los territorios que no eran de la<span style="color: #f9cb9c;"> <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Corona de Aragón</b></span>, único espacio europeos
que se los recibió al principio. Un posible habitante de uno de los primeros
guetos pudo ser <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Juan Leonardo de Martinengo</span></b>,
un artesano sefardí expulsado en 1492, que acabó viviendo en Cremona donde
enseñó el secreto de la construcción de violines a los hermanos <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Amatti</span></b>, recogido con el tiempo por <span style="color: #f9cb9c;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Guarnieri</b> </span>y <span><span style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c; font-weight: bold;">Stradivari</span><span style="color: white;">;</span></span></span> no está de más recordar a este misterioso personaje, ni
a <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Victoria Finlay</span></b>, que lo rescató de
las tinieblas para el público general.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;"><span> </span><span> </span><span> </span>La <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Franja
de Gaza</span></b> es el mayor gueto de la historia y no ha sido mejor tratado que
otros guetos históricos de triste memoria. Su creador, con la aquiescencia europea,
por ejemplo, es el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Estado Israelí</span></b>.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;">Se habla mucho ahora de deshumanización; yo incluiría también
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">objetualización</i> o cosificación como término cercano,
y tengo mis razones. Si el gueto es el primer paso de la deshumanización de las
comunidades, la manipulación mediática es el principal vector de su
objetualización. Y en este caso, nadie se salva. Los musulmanes hoy están
siendo absolutamente deshumanizados, no solo por Israel, sino por todo
occidente, la confusión de un ente como <b><span style="color: #f9cb9c;">Hamas</span></b> con un pueblo entero, a pesar de
ser tan burda, no es inocente ni gratuita. Pero también el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Pueblo Judío</span> </b>está siendo deshumanizado, hay judíos muy críticos con
las actuaciones <span style="mso-bidi-font-weight: normal;">del <span style="color: #f9cb9c; font-weight: bold;">Estado Israelí</span></span>,
en<span style="color: #f9cb9c;"> <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Israel</b></span> y en otros países, pero
son acallados. Tanto el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Pueblo Palestino</span></b>
como el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Pueblo Israelí</span></b> están siendo
radicalmente objetualizados, en tanto comunidad y también como individuos y
ciudadanos. Los medios de ultraderecha en <span style="color: #f9cb9c;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Estados
Unidos</b>,<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"> Italia</b> o <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">España</b></span> pagan cientos de cuentas en
redes sociales para llevar a cabo esa objetualización que concierne a sus
intereses, sembrando el terror en la población occidental. Tenemos claro que <b><span style="color: #f9cb9c;">Hamas</span></b>
es un grupo terrorista, pero parece que olvidamos que el terrorismo también se
ejerce sin el sacrificio de seres humanos.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;">Hace unos días, en una clase de secundaria, varios alumnos se
dirigieron a mí diciendo que tenían miedo y que no querían morir con solo 17
años, que<b> </b><span style="color: #f9cb9c;"><b>España</b> </span>estaba en alerta máxima por ataques yihadistas. Yo les tranquilicé
diciendo que, si ese peligro existía -que habría que comprobarlo con fuentes
oficiales-, se trataría en todo caso de los llamados “lobos solitarios”, y que
en <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">España</span></b> había miles de ciudades,
aldeas y pueblos, y existían más posibilidades de ser atropellado por un coche
que de ser víctima de uno de esos <i style="mso-bidi-font-style: normal;">lobos</i>.
Quién sabe si en algún estado europeo a día de hoy me hubieran abierto
expediente por esas palabras, de momento, hay periodistas gráficos despedidos
en <b><span style="color: #f9cb9c;">USA</span></b> por hacer una caricatura de <span style="color: #f9cb9c;"><b>Netanyahu</b></span>. Resulta curioso comparar esa
censura con la salvaje condena que <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Charlie
Hebdo</span></b> sufrió por unas caricaturas de <span style="color: #f9cb9c;"><b>Mahoma</b></span>.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>En cualquier caso, con mucha
diferencia, la mayor objetualización, deshumanización, secuestro y genocidio la
sufre actualmente el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Pueblo Palestin</span><span style="color: #f9cb9c;">o</span></b>
que habita la<span style="color: #f9cb9c;"> <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Franja de Gaza</b></span>, por
parte del <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Estado Israelí</span> </b>y sus
aliados estratégicos, y obviar y ocultar ese hecho por parte de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f9cb9c;">Occidente</span></b> será un descrédito, una
culpa, un baldón que permanecerá por mucho tiempo como una importante duda sobre
la credibilidad de nuestras democracias.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;"><o:p><b>Imagen</b>:</o:p></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;">Cerradura de la Judería de Segovia, @ B. Medina, 2017.</span></p>
<p class="MsoNormal"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;">Bibliografía:</span></b></p><p class="MsoNormal"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;">Pérez, Joseph</span></b><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;"> (2005). <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los judíos en España</i>, Marcial Pons, Madrid.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;">Finlay, Victoria</span></b><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;"> (2023), Color. Historia de la paleta
cromática, Capitán Swing, Madrid. Traducción de Eva Acosta.<o:p></o:p></span></p>Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-8725764014708418162023-07-27T03:12:00.004-07:002023-07-27T03:12:54.320-07:00CUANDO SOPLA EL JALOQUE<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6QdCUDENfZoFFgZtF2J4ZHemm_RuEkqNUgMmFSOTMRqSF4nCv78B92m2vfLU6B1G0ieT5ExmhmNccBWrlyqlvXiF0Pnzk8hwtxlrd8BDTNJkB6sdjsvLiiTGJzBj6EeM7o3g5tf1Dk-GHqqhVP3hpO7BkdtCV0T-C367wbF06Vf7Rl6D3kMsjzrlmXshW/s5726/cuando%20sopla%20el%20jaloque.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2970" data-original-width="5726" height="310" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6QdCUDENfZoFFgZtF2J4ZHemm_RuEkqNUgMmFSOTMRqSF4nCv78B92m2vfLU6B1G0ieT5ExmhmNccBWrlyqlvXiF0Pnzk8hwtxlrd8BDTNJkB6sdjsvLiiTGJzBj6EeM7o3g5tf1Dk-GHqqhVP3hpO7BkdtCV0T-C367wbF06Vf7Rl6D3kMsjzrlmXshW/w598-h310/cuando%20sopla%20el%20jaloque.jpg" width="598" /></a></div><br /><p class="MsoNormal"><br /></p>
<p class="MsoNormal"><span style="line-height: 107%;"><span style="font-size: medium;">Mediados de
agosto de 2022, una tarde abrasadora en plenas fiestas patronales de un pueblo
del interior de la <b><span style="color: #e69138;">Región de Murcia</span></b>.
El sopor de la siesta se va a prolongar hasta casi la caída del sol, así pues,
lo mejor es tener bien cerrados los puestos de artesanías, baratijas, juguetes
y pequeños productos tecnológicos. Bajo las gruesas lonas se sobrevive a las
peores horas del calor; es el caso de <b><span style="color: #cc0000;">Salimata
y Bigue</span></b>, que llegaron hace años desde <b><span style="color: #e69138;">Senegal</span></b>
y recorren de feria en feria toda la geografía festiva del sur de <b><span style="color: #e69138;">España</span></b>. Se hicieron amigas durante el
paso del estrecho, tras vivir varios años en<span style="color: #e69138;"> <b>Marruecos</b></span>; no proceden de la misma aldea, pero montaron su puesto
entre las dos. Esta tarde agotadora, bajo la tienda, se encuentran inquietas
mientras observan la densa calima: conocen bien la sensación y presienten una
violencia inmediata.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="line-height: 107%;"><span style="font-size: medium;">En efecto, la lona empieza a agitarse de improviso y a
zarandear la frágil estructura metálica. Un fuerte viento se alza y arrastra
consigo toda la arena del albañal que se extiende al sur del improvisado
recinto ferial. Es un reventón cálido, el calor acumulado explota de golpe en
plena plaza llena de mercadillos. Los objetos ruedan por los suelos, se
confunden los talabartes de cuero con los collares de cuentas, los relojes
baratos con la quincalla de metal. Las teteras vuelcan su aromático contenido. Algún
puesto se ha derrumbado y una maraña de brazos y piernas intenta subsanar el
pequeño desastre. La lona de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #cc0000;">Salimata</span></b>
y de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #cc0000;">Bigue</span></b> aguanta, pero tras el súbito
vendaval llega una lluvia fuerte y caliente que al tocar el suelo eleva un
vapor sofocante oloroso a lodo y cuero mal curtido. Como un sueño exótico, las
dos senegalesas surgen de debajo del grueso lienzo blanco; ambas se cubren con
el clásico <i style="mso-bidi-font-style: normal;">kanga</i>, <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #cc0000;">Salimata</span></b> luce unos vibrantes tonos
turquesa, mientras <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #cc0000;">Bigue</span></b> se viste de
color azafrán con adornos de palmetas y espirales. Son altas, y su oscura tez
contrasta con los colores de los vestidos largos en una apoteosis de elegancia
africana.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Las mujeres sacan el plástico traslúcido
que tienen guardado para las raras ocasiones en que se desatan las tormentas de
verano y lo extienden con habilidad por encima de la lona. La lluvia
rápidamente empapa las prendas, las telas se pegan a los cuerpos como medusas e
impiden los movimientos, <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #cc0000;">Salimata</span></b> se
deshace del tocado y luce fugazmente la larga cabellera negra. La lluvia cesa
de pronto y se lleva consigo los restos del vendaval. La atmósfera se equilibra
y vuelve a la calma sofocante, saturada de humedad. Es como si hubiera soplado
el jaloque, pero de forma muy violenta y durante un pequeño espacio de tiempo.
Las senegalesas recogen bolsas y enseres y los guardan tras la lona,
finalmente, como si fuera el cuerpo blando de un caracol, se repliegan ellas
mismas tras la lona para cambiarse, secar los <i style="mso-bidi-font-style: normal;">kangas </i>y el pelo y esperar a que oscurezca para montar el puesto.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="line-height: 107%;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgclHnM_yJuKXb_8Z766Tbe1lwliq1rKXklca56N1K0sWXHPhU3t28GDl1_L_PnKBeO8FGlrXVWjQ_GNfT0Gpo7xJvK3WXIvC0eLv7vo-8lnbCvp9vzSrQJIxyJU9sWkY1RRXNPkGCmtkeDjV-zJ20E0S3sPBcu_tvhJafoZgFyzpYXnxQDkqcKu_9jhofn/s3089/cuando%20sopla%20el%20jaloque-1.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3089" data-original-width="2945" height="355" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgclHnM_yJuKXb_8Z766Tbe1lwliq1rKXklca56N1K0sWXHPhU3t28GDl1_L_PnKBeO8FGlrXVWjQ_GNfT0Gpo7xJvK3WXIvC0eLv7vo-8lnbCvp9vzSrQJIxyJU9sWkY1RRXNPkGCmtkeDjV-zJ20E0S3sPBcu_tvhJafoZgFyzpYXnxQDkqcKu_9jhofn/w338-h355/cuando%20sopla%20el%20jaloque-1.jpg" width="338" /></a></div><br /><span style="font-size: medium;"><br /></span><p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="line-height: 107%;"><span style="font-size: medium;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>En tan solo media hora se ha desplegado
ante nuestros ojos una escena africana que el propio <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #cc0000;">Fortuny</span></b> hubiera envidiado. La tormenta de arena, el ardiente viento
sahariano, el calor insoportable, la estudiada fragilidad de los mercadillos,
-que en <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #e69138;">África</span></b> son diarios y aquí
duran una semana al año-, los olores intensos, los colores casi increíbles, la
elegancia natural de las gentes subsaharianas, la vida siempre al hilo del
desastre y en el aire, la parsimonia y estoicismo con que se aceptan las
desgracias.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="font-size: medium;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="line-height: 107%;"><span style="color: #e69138;">África</span></span></b><span style="line-height: 107%;"> está aquí, con nosotros, en el
clima, en la precariedad subyacente, en múltiples detalles que no vemos ni
entendemos, y es posible que al mismo tiempo no esté, que todo sea un
espejismo, una <i style="mso-bidi-font-style: normal;">fata morgana</i> del <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #e69138;">Sáhara</span></b>, pero en la frontera, en el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">limes</i> profundo de <span style="color: #e69138;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Murcia y Almería</b>, <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">África</b>
</span>habita y se desarrolla de forma natural, y los nativos españoles, incapaces de
evolucionar, cobardes, asfixiados por un odio que surge de su propio colapso,
no lo ven, como las tribus de la costa de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #e69138;">Mesoamérica</span></b>
no vieron las naves de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #cc0000;">Hernán Cortés</span></b> porque escapaban por completo a sus esquemas, y por eso los nativos del sur, el
sur español, votan a partidos de ultraderecha, que son también como espejismos,
como simulacros políticos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="line-height: 107%;"><span style="font-size: medium;">Y a la postre… ¿qué es ya más espejismo aquí?, ¿la vieja
democracia europea, herida de muerte en el costado derecho, o los arabescos
multicolores del <i>kanga</i> de<span style="color: #e69138;"> <b>Bigue</b></span> o de <b><span style="color: #cc0000;">Salimata</span></b>?</span><span style="font-size: 12.5pt;"><o:p></o:p></span></span></p>Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-73163866420443642762023-07-24T12:22:00.003-07:002023-07-24T12:24:36.713-07:00LA SOLEDAD AL SOL<p> </p>
<p class="MsoNormal"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhqJ9Cco-v9XmwK31Qdd5yDgs52vAuZfvuXRMJeonKJTQqrlw_K_JzR-CLscz6hPGlHeuiV1oGKk7N0sZI_CqjFPT9cBTyv5imCnYxonmEwnf8JkcZuueXSYrI4W7zhP5m1gCL0_AMLCjfeb_6mBnU4PU4gj9BYEg4esQn9pBEgIN85bieJq2AMORWIVOyO/s6016/botellon-Feria-2022-residuos_0048.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4016" data-original-width="6016" height="302" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhqJ9Cco-v9XmwK31Qdd5yDgs52vAuZfvuXRMJeonKJTQqrlw_K_JzR-CLscz6hPGlHeuiV1oGKk7N0sZI_CqjFPT9cBTyv5imCnYxonmEwnf8JkcZuueXSYrI4W7zhP5m1gCL0_AMLCjfeb_6mBnU4PU4gj9BYEg4esQn9pBEgIN85bieJq2AMORWIVOyO/w452-h302/botellon-Feria-2022-residuos_0048.jpg" width="452" /></a></div><span style="font-size: medium;"><p class="MsoNormal"><span style="font-size: medium;"><br /></span></p>Mediados de agosto de 2022, una mañana avanzada en plenas
fiestas patronales de un pueblo del interior de la <b><span style="color: #e69138;">Región de Murcia</span></b>. Son las
once y cae ya ese sol insoportable post-cambio climático. Explanada junto al
recinto ferial. Un señor amaestra a un caballo de cara a la cabalgata de la
siguiente tarde. Los dueños de varias mascotas sacan a pasear a unos perros
ansiosos: han dormido mal por el intenso sonido de las fiestas nocturnos y sus
ritmos vitales han cambiado por completo de un día a otro.<o:p></o:p></span><p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: medium;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>El <b>Ayuntamient</b></span><span style="font-size: large;"><b>o</b></span><span style="font-size: large;"> había habilitado un amplio espacio dedicado a un macro botellón. La explanada
se encuentra rodeada de contenedores para vidrio y plástico. Los contenedores
están casi vacíos, pero a lo largo y ancho del espacio vacío, el sol calienta
los miles de envases diseminados por la arena. Botellas vacías de licor, vasos
de usar y tirar volcados o aún con restos de combinados, envases de plástico
arrugados que contuvieron la más variada pléyade de refrescos gaseosos: de
cola, limón, naranja o soda. Los colores también son variados, predomina el
verde, también el rosa, y en menor medida el azul, por supuesto los tonos
caramelo de las botellas de ron o wiski. El círculo de arena revestido de residuos
semeja una de esas islas de plástico de varios kilómetros de diámetro que
flotan en el Pacífico.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="font-size: medium;">El sol trepa por los cables
eléctricos de los chiringuitos, pero los servicios de limpieza no han llegado
todavía. Es un buen momento para tirar unas fotos.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdBjuND_js3s8zqhxzdfDQOOa2Hsl2E6X74X0i85_hIGNbWeT1E193jso6KYlL9gEUNmh-SxltgEm6YDHjH3t1Ga6dcY_5hdHBLK3TC_NVFYavu3JpRjk4t-Xx0EnsyN6qrRGE9laoFxAt7ZssH_OpFCrpFePiDsFLmhNzbXuqKjdtlOdnyLFUfyKmiD9i/s5690/botellon-Feria-2022-residuos_0002.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2112" data-original-width="5690" height="179" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdBjuND_js3s8zqhxzdfDQOOa2Hsl2E6X74X0i85_hIGNbWeT1E193jso6KYlL9gEUNmh-SxltgEm6YDHjH3t1Ga6dcY_5hdHBLK3TC_NVFYavu3JpRjk4t-Xx0EnsyN6qrRGE9laoFxAt7ZssH_OpFCrpFePiDsFLmhNzbXuqKjdtlOdnyLFUfyKmiD9i/w481-h179/botellon-Feria-2022-residuos_0002.jpg" width="481" /></a></div><span style="font-size: medium;"><br /></span><p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: medium;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: medium;"><span> </span><span> </span>De
pronto, en medio de la arena ardiente, alguien divisa un cuerpo. Dos o tres
curiosos se acercan. Es una persona acostada de lado, lleva una camisa a rayas
y pantalones cortos y zapatillas, moreno, de pelo ensortijado bien cortado. No
se mueve. Las moscas danzan sobre él como queriendo animarlo, pero sigue
inerte, apenas podemos asegurar que respire. Un señor del que tira un enorme
perro comenta: “Este está muerto”, como si hablara de un animal silvestre. El
camión de recogida de residuos ha llegado, su sombra lame el cuerpo del yacente
y cruza el ruedo, pero nadie hace nada ni se inquieta. Los responsables de la
limpieza comienzan su labor ignorando al hombre.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="font-size: medium;">Quien esto escribe decide llamar
al <b>112</b> para comunicar la incidencia. La conversación resulta extraña, desde el
servicio de emergencias aconsejan tocarlo para saber si vive, pero rehúyo ese
extremo, me limito a describir su aspecto y situación. Unos instantes después,
en su ronda habitual, aparece la <span style="color: #e69138;"><b>Guardia Civil</b></span>, comentan que han llegado por casualidad,
que no han recibido ningún aviso. Me explican también que el yacente es
magrebí, que es un viejo conocido, que ha sido detenido varias veces, alguna
por abusos sexuales. Le expreso al agente mi temor ante una deshidratación
grave por el consumo de alcohol; responden que no, que lo suyo son las
pastillas. Y también responden otra cosa: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">a
los del 061 no les va a hacer gracia: suele mostrarse violento y rechaza la
ayuda</i>. Contesto que, en todo caso, podría estar en riesgo de muerte por el
golde de calor y que por eso he llamado. Es en ese momento cuando escucho la
frase más alarmante, mascullada por uno de los agentes: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">para lo que se pierde,</i> <i style="mso-bidi-font-style: normal;">sería
lo mejor</i>.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="font-size: medium;">Entretanto, el hombre parece
reaccionar y mueve muy lentamente los brazos, como queriendo ocultar el rostro
del sol. Nada más. Aparece la ambulancia; con certera profesionalidad, pero con
un gesto claro de desagrado, los enfermeros recogen al paciente y lo tienden en
una camilla. Sus rostros muestran el disgusto, pero nada dicen; efectivamente,
parecen conocer al hombre, que con las pocas fuerzas que tiene hace ademanes de
forcejear. Los pocos curiosos, que se mantenían a una distancia prudente,
desaparecen al mismo ritmo que las moscas. La ambulancia da media vuelta. Los barrenderos
recogen con asombrosa velocidad los kilos y kilos de residuos. Los paradójicos residuos
de una diversión. Unos metros más allá, el caballo sigue dando sus vueltas
infinitas sobre la tenue paja. Los perros ya han hecho sus necesidades, y es un
alivio, porque el sol abrasa y los dueños no están para bromas.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhsALpJLqhVJ2gjZzL63ao1-VYv0sFEYhqJhbAhPEdXLz-k2TYxeEIfKxoc2nymIk0UXVar2ii9xTgoy73inQpqNerL9Jdiib6daBdbjXmEIFuvuxGXhpCukftUQk7fy8ha0fV6r7G6nIKlwNAfuoHhjAcHQu59TUSKrftpf4IoWJ6wxqhCBz-bpN_NekPB/s6016/botellon-Feria-2022-residuos_0030.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4016" data-original-width="6016" height="292" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhsALpJLqhVJ2gjZzL63ao1-VYv0sFEYhqJhbAhPEdXLz-k2TYxeEIfKxoc2nymIk0UXVar2ii9xTgoy73inQpqNerL9Jdiib6daBdbjXmEIFuvuxGXhpCukftUQk7fy8ha0fV6r7G6nIKlwNAfuoHhjAcHQu59TUSKrftpf4IoWJ6wxqhCBz-bpN_NekPB/w436-h292/botellon-Feria-2022-residuos_0030.jpg" width="436" /></a></div><p></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><br /></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="font-size: medium;">Me pregunto: ¿qué pasó aquí?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="font-size: medium;">Había una probabilidad bastante
alta de que un ser humano estuviera agonizando en medio de aquella tebaida del
ocio, y nadie quería hacerse cargo de la situación. Solo la curiosidad, no la
compasión, acercaba a los curiosos a ese pecio de la humanidad. Los propios responsables
consideraban su labor una especie de pérdida de tiempo. Había racismo aquí, un
racismo sordo y pesado, había xenofobia; pero, sobre todo, una falta de
humanidad sobrecogedora. La cosificación de aquel hombre tendido era tan
evidente que parecía increíble que nadie se diera cuenta del espectáculo que se
estaba desarrollando ante los ojos de todos. Y cada cual, por supuesto, tenía
que seguir con sus asuntos, falsos asuntos, porque todos estaban relacionados
con el tiempo libre. El sagrado tiempo libre, que se desarrollaba, como una
digestión lenta, en medio de un infierno de calor abrasador y residuos sin fin.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="font-size: medium;">Solo hubo un culpable: el señor
que, imprudente, llamó al servicio de urgencias en lugar de dar media vuelta y
abandonar el despojo humano a su suerte. Ese señor era yo y me retiré por fin haciéndome
preguntas muy serias, porque el entorno, los residuos, los viandantes, el
recuerdo del ocio nocturno, los servicios públicos y el sol inclemente
configuraban una inquietante alegoría de nuestro tiempo.</span><o:p></o:p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /><br /></div><br />Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-41845910812635491712023-07-14T10:20:00.007-07:002023-07-14T11:22:11.055-07:00LA IMPORTANCIA DE LOS BLEDOS<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj3V4q0tSOCUrf_3veO8ARKVjNSrtBtfuDWjdA-pAzgW2VMbe5LU3Jr9jf9UZ4qvZiO9SNhSo4Kc09ERwN9xbpqZfsM0aUw_c2HGREk26kPNn2dHtBLo8_h37PBnbS_I1vc7xR-IBf4E6wh7prJNsftMXI2dP-pc2-6J4UM8i8FsOmhB2J1Li1RQyEtzubE/s3906/bledos.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1677" data-original-width="3906" height="256" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj3V4q0tSOCUrf_3veO8ARKVjNSrtBtfuDWjdA-pAzgW2VMbe5LU3Jr9jf9UZ4qvZiO9SNhSo4Kc09ERwN9xbpqZfsM0aUw_c2HGREk26kPNn2dHtBLo8_h37PBnbS_I1vc7xR-IBf4E6wh7prJNsftMXI2dP-pc2-6J4UM8i8FsOmhB2J1Li1RQyEtzubE/w598-h256/bledos.jpg" width="598" /></a></div><p></p><br />
<i>Como va pasando el tiempo,</i><br /><i>como tanto con tan poco,</i><br /><i>como tampoco puede ser eterno.</i><br /><p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt; text-align: left;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><o:p> </o:p></i><b>Laura Sam y Juan Escribano</b></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0cm;"><span style="font-size: medium;"><b><o:p> </o:p>Molina de Segura</b>, julio, 2023.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: medium;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: medium;">Frente al <b>Hospital de Ribera</b>, una señora limpia las baldosas
de la acera de casa armada de ímpetu y decisión. Son las seis de la tarde y cae
un sol de justicia. Con unas buenas tijeras de podar, corta los brotes de
bledos que aquí y allá crecen sin solución de continuidad. Una vez barridos y
recogidos los restos vegetales y como el calor aprieta, la señora enchufa una
manguera al grifo de su minúsculo patio delantero y refresca las baldosas,
mojándose de paso con generosidad las chanclas. Justo enfrente, en la acera del
aparcamiento del hospital, detrás de un banco de madera, ha crecido el mayor
bledo de toda la manzana. A pocos pasos de allí, en el bar de la esquina de la
calle Alicante, se desarrolla un pequeño drama. Un mensajero de <b>UPS</b> ruega a un
chico delgado y enclenque que le devuelva su móvil. El joven permanece
tranquilamente sentado en un portal mientras el mensajero ofrece hasta 50 euros
si se lo devuelve. Se pone de rodillas, implora. “No es por el móvil, el móvil
me da igual, son los contactos que llevo, es mi ordenador personal”. Saca un
billete, se lo ofrece, con tal de que pueda recuperarlo. La esquina se va
llenando de gente mientras la señora sigue gastando <i>su</i> agua -que ha pagado
religiosamente- en mojarse los pies sobre la acera.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="font-size: medium;">Entra en escena un camarero que
parece conocer al chico, le dice al mensajero que así no, que de esa forma
jamás se lo devolverá. Invita al sospechoso a entrar con él en el bar y
arreglarlo en secreto, fuera de las miradas. Mientras, el mensajero sigue
rogando, porfiando y llorando, se mesa los cabellos: “¡Si no le van a dar por
él ni la mitad de lo que le doy yo!”. En todo caso, el chico se niega a
moverse. El camarero desaparece tras la esquina y vuelve junto a un personaje
nuevo: es musculoso, con el torso desnudo, profusamente tatuado. El nuevo actor
alardea enseguida de su capacidad de mando y su resuelta decisión, interpela al
chico por su nombre, le grita, y se lo lleva del brazo sin violencia, pero con
firmeza, a un edificio cercano.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="font-size: medium;">Pasados unos minutos de
incertidumbre, el hombre tatuado vuelve con el móvil y reclama al mensajero una
cantidad inferior a la que ofrecía inicialmente. El empleado de<b> UPS</b>,
visiblemente aliviado, desembucha la gallina con rapidez y se dirige al camión
de reparto, aparcado más abajo del hospital. Tras poner en marcha el vehículo,
dobla la esquina del bar y se cruza con el ladrón, que camina lánguido y
despreocupado bajo el sol insultante. El chófer le grita enfadado: “¡La funda,
me falta la funda!”. El chico ni lo mira y sigue su paso lento y tranquilo,
pasa por la acera recién mojada, que la mujer ya ha abandonado, se descalza las
míseras chanclas y se moja los pies en los charcos.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: medium;">¿Qué importa y qué no importa a nuestro alrededor?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: medium;">El<b><span style="color: #e69138;"> bledo o amaranto</span></b> - ¡qué bello su nombre menos conocido! -
es una planta considera mala hierba o invasora que proviene de Sudamérica y que
hace tiempo se adaptó al clima caluroso del Sur de Europa. Es tan antigua su
presencia que dio lugar al conocido dicho:<i style="mso-bidi-font-style: normal;">
Me importa un bledo</i>. Y ese es el valor que le damos, el de algo
insignificante y molesto que roba los nutrientes a otras plantas decorativas en
nuestros jardines y macetas. Sin embargo, el bledo es una planta con un gran
valor nutritivo, alto contenido en hierro y sabor agradable, además, sus
espigas se han usado desde antiguo para fabricar un sustituto de la harina de
trigo, y en ciertas partes de Centroamérica es un alimento básico tanto para
ensaladas como para tortas. Y más de una torta nos daríamos por unas hojas de
bledos si nos encontrásemos en medio de un campo inculto sin otra cosa que
comer.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: medium;">Para nuestro azorado mensajero, el móvil que portaba
en el bolsillo no era más que un inservible trozo de metal y tierras raras sin
más utilidad; eso sí, combinados estos con una tecnología que él mismo se encarga de
distribuir. Él se hubiera deshecho con cierta facilidad del amasijo de
circuitos, pero en modo alguno de lo que los hacía realmente valiosos, los flotantes
datos que el propio usuario había ido introduciendo.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: medium;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>El
empleado de <b>UPS</b>, como tantos otros dueños de estos dispositivos baratos, -entre
los que, por supuesto, me cuento- no repara en el daño ambiental que produce la
extracción de las tierras raras, ni en la huella de carbono que origina su
fabricación, ni en el coste en capital humano. Tampoco la señora que limpia la
acera es consciente de que con esos tiernos brotes de una planta invasora,
podría preparar una nutritiva y sencilla cena, ni de lo que cuestan los litros
de agua que alegremente ha desperdiciado.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="font-size: medium;">Los móviles y los bledos, siendo
tan distintos, se parecen mucho por la poca importancia que damos a su
presencia como objetos artificiales o naturales; nos da la sensación de que
todo se fabrica o crece sin aparente esfuerzo, como si fuera connatural a las
cosas existir, servir para nuestros planes, o molestar la frágil perfección de
nuestras importantes vidas. Pero quizá, como dejara escrito <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #cc0000;">Jorge Luis Borges</span></b> en un famoso poema,
estas cosas, de una u otra manera, permanecerán, recicladas, salvadas de un
vertedero, brotarán de nuevo de unas profundas y obstinadas raíces, nos
sobrepasarán, mientras que nosotros nos iremos disipando en la penumbra de una
existencia fugaz.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="font-size: medium;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #cc0000;">Laura Sam y Juan Escribano</span></b>, en este reciente single: <a href="https://www.youtube.com/watch?v=wPHMIN2eJ50">“Tampoco puede ser eterno”</a>,
parecen dejarnos una lección bastante ajustada de lo que quiero decir, de la
importancia que tienen las cosas que no importan, de lo poco importante y a la
vez esencial que es el trozo de tiempo que nos ha tocado vivir. </span><o:p></o:p></p>Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-36802066700970308032023-06-04T09:58:00.004-07:002023-06-04T11:50:22.259-07:00PUDRIDEROS DE TIEMPO (II)<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiknHZnyE0TH7F2qI0E90GRsFA_d7xhsP3X9oXvxCRagTRJRES8-excNc_N12A5OhQdE7kaWjx5AHfshaWR5Iu-6Ergx5esl1_Vv_vFvAuaV_J8BWiX9k-Yic0KhL0kky9yQJUGgdCyfFYO53eHHZ6pgsZKwGbygZrSXl7zuBAhTSUFNNaF2FOBt_M4Tw/s5839/amalgama-pudrideros.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1624" data-original-width="5839" height="178" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiknHZnyE0TH7F2qI0E90GRsFA_d7xhsP3X9oXvxCRagTRJRES8-excNc_N12A5OhQdE7kaWjx5AHfshaWR5Iu-6Ergx5esl1_Vv_vFvAuaV_J8BWiX9k-Yic0KhL0kky9yQJUGgdCyfFYO53eHHZ6pgsZKwGbygZrSXl7zuBAhTSUFNNaF2FOBt_M4Tw/w640-h178/amalgama-pudrideros.jpg" width="640" /></a></div><br /><p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;">Después de
décadas volví a los zaguanes impregnados de polvo. Los bloques eran los mismos,
y los mismos sus moradores, mucho más viejos. Otros, por acción de la muerte
del anterior, habitaban los pisos desde hacía poco. Se trataba ahora del depósito
del correo electoral, no de la encuesta. Similares propósitos, ambos por voluntad
y sin pedir ni recibir dinero a cambio. Quizá parpadeando, caí perplejo: estaba
ante el mismo fulgor opaco, la misma penumbra dorada, dulzarrona y exangüe.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;">Los buzones de madera, aunque nuevos, parecían haber
envejecido tan deprisa que pudieran tener más edad que los antiguos ya
descartados. Los buzones metálicos se pintaban de color cobrizo, o directamente
de un marrón castaño, intentando simular un tiempo que no merecían. Todo era
simulado y a la vez auténtico. Para comodidad del cartero, algunas series de
buzones se extendían a la altura de la cintura, horizontales y no pegados a la
pared, como mesas horadadas por ranuras sin sentido. Otros ofrecían, absurdas y
cómodas, vistas frontales tras cristales que mostraban sin pudor el interior.
Tras esas mirillas descollaban, como peces agonizantes, panfletos de propaganda
electoral.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Comentario aparte ofrecían los
espacios. Los zócalos de madera pervivían, opacos y deslucidos, repletos de
ralladuras, pero nobles, como la nobleza de un caballero ajado en cuya solapa
fallece una flor mustia. Para dar sensación de amplitud, en todos los
vestíbulos se habían colocado grandes espejos, una moda que perviviría a lo
largo de décadas. Los espejos… limpios, sin una sola grieta o esquina
desportillada. El único elemento que no había cambiado a lo largo de los años.
Los espejos… que reflejaban el rostro de los habitantes del bloque, día tras
día, jornada tras jornada, arruga sobre arruga, implacables e inmisericordes,
como la bendición eterna de un párroco desquiciado. Treinta años después, los
mismos rostros ajados, desilusionados, empolvorecidos y pálidos, hastiados de
sí mismos, pasando por delante de los espejos intransigentes.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Los escalones. Primero fabricados
con un sucedáneo de piedra artificial donde flotaban trozos descartados de mármol
rojo. Después sustituidos por piedras nobles. Los escalones pulidos tras
cientos de baldes de agua y lustres de fregona. Había algo terrible en todo
aquel escenario, buzones, espejos, escalones, zócalos, que no supe ver la
primera vez, muchos años atrás, y sentí como un puñetazo en esta ocasión, hace apenas
unos días. El aire, el aire enmohecido, el mismo aire irrespirable del primer
día, nunca renovado, nunca desbancado de su poltrona estéril. ¿Era un aire muerto?
¿Qué era? Ese tufo de panteón, de los <b><span style="color: #f9cb9c;">Mendoza en el fuerte de san Francisco</span></b>,
del <span style="color: #f9cb9c;">pudridero de El Escorial</span>, de los catafalcos de la <span style="color: #f9cb9c;"><b>Capilla Real de Granada</b></span>, del enterramiento
renovado en <span style="color: #f9cb9c;"><b>san Juan de la Peña</b></span>, del <span style="color: #f9cb9c;"><b>Panteón Real de Oña</b></span>. Ese estancamiento,
esa humedad densa, esa ondulación monstruosa de pantano o de cosa del pantano.
¿Era cierto? Después de tantas décadas de limpieza constante nadie había
renovado esa atmósfera mortuoria. ¿Cómo era posible que los vecinos no lo
notaran? Cada vez que atravesaban el umbral se internaban en un panteón de
cementerio, y sus propios nombres estaban allí inscritos, garabateados o
tecleados. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Se debía recurrir a trucos viejos
para poder penetrar en esos espacios sórdidos: jamás hablar de propaganda,
sustituir publicidad por correo, hablar con eses, ser paciente y servicial. En
los timbres, casi nadie contestaba, a la décima, undécima, alguien descolgaba y
tras la fórmula, pulsaba el botón. Ciertos inquilinos, tímidos, se excusaban diciendo
que la vecindad no quería que abrieran a nadie extraño. No querían, pues, que
nadie ajeno entrara en el panteón familiar y respirara el aire irrespirable, y
les arrebatara esa última, agónica, bocanada de pasado que les quedaba. Leía
los nombres en los buzones, a pesar de la prisa, lejos de lo pragmático: eran nombres
de gente que yo conocía, que veía todos los días caminar por las calles. “Ahora
sé dónde vives”, pensaba primero irónico; luego, luego pensaba que no era
posible, que todos aquellos nombres eran nombres de muertos, y que los muertos
no pasean, no pisan las calles. ¿O sí?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Al salir, siempre, siempre aspiraba
un poco de aire envenenado, porque sí, porque yo también era uno de esos
muertos embalsamados de pasado y merecía un poco de elixir faraónico, de resina
preservadora, de ungüento para momias. Porque yo me lo merecía, sin duda.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%; text-transform: uppercase;">Posfacio.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;">Dos días después, llegaron las elecciones. Perdimos, como
siempre, aunque también ganamos. Olvidé el aire mortuorio de los vestíbulos,
sustituido por la atmósfera aromática de las aulas, plena de hormonas y ansias
de poder, pero desde entonces anda rondando mi pituitaria una cierta inquietud,
como si alguien me observara desde el interior de algún buzón anónimo.<o:p></o:p></span></p>Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-71323516660831740252023-05-27T05:05:00.002-07:002023-05-27T05:07:16.802-07:00PUDRIDEROS DE TIEMPO (I)<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFOjKoKhiHw9tKEk7Hnpg3qOtDAGrzSp0ySJTKa2R2ElyS8MiFfBBl9xNgsvfbrwjSbuu-UxQdjpUogUR_g5UC53V4LbBjW_RPYLaQNPo0K811zwG8eFVlGHob5gF4-QysprR_mTdLNBHXhrHY754u2jaP8Q0HYj-55cztUQcOBb-0UkXcmiO-1_TpQw/s3000/Puerto%20del%20Escudo-piramide_0025-peque.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1490" data-original-width="3000" height="318" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFOjKoKhiHw9tKEk7Hnpg3qOtDAGrzSp0ySJTKa2R2ElyS8MiFfBBl9xNgsvfbrwjSbuu-UxQdjpUogUR_g5UC53V4LbBjW_RPYLaQNPo0K811zwG8eFVlGHob5gF4-QysprR_mTdLNBHXhrHY754u2jaP8Q0HYj-55cztUQcOBb-0UkXcmiO-1_TpQw/w640-h318/Puerto%20del%20Escudo-piramide_0025-peque.jpg" width="640" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal">En lo más alto del Puerto del Escudo, como saben todos los
que pasan por esos despoblados de <b><span style="color: #ffe599;">Valdebezana</span></b>, se encuentra la <span style="color: #ffe599;"><b>Pirámide de los
Italianos</b></span>, aquel mausoleo franquista que albergó los cuerpos de los trescientos
ochenta y cuatro soldados del país transalpino caídos en la batalla de Santander.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Subí una tarde de tormenta y me acerqué
a ese lugar con fama de ominoso. El aura de mal fario de la pirámide abandonada
se dejaba sentir enseguida. La hierba había reverdecido por la lluvia y los
espinos y zarzas presentaban el sugestivo tallo negro al estar mojados, pero la
silueta de la pirámide discretamente escalonada dominaba el paraje. Al fondo,
los lodos del <span style="color: #ffe599;"><b>Embalse del Ebro</b></span> en pleno retroceso quedaban iluminados por rayos
de sol furtivos y huidizos. El sedimento del tiempo se había adueñado de todo
el ámbito, convirtiendo lo que fuera un espacio de homenaje en un no-lugar de
los más clásicos. En una curva cercana, otros veinte militares italianos perecieron
en un accidente en 1971, lo que hizo que, con el tiempo, la pirámide dejara de
ser un cementerio para convertirse en una ruina y al paraje le crecieran más sedimentos
de mal rollo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">La entrada está tapiada con
cemento gris, bajo la gran eme mussoliniana; encima hay una pequeña abertura,
un agujero, por el que entran y salen pequeños pájaros. Todo está vandalizado y
los nombres de mujeres desconocidas trepan por los escalones: Lola, Vale,
Mónica. Alguien ha escrito más arriba un “te quiero mucho”. ¿Quién puede ser
capaz de declarar su amor a alguien en semejante lugar? En la parte trasera,
las losas de caliza que recubren el armazón de hormigón caen sin remedio,
dejando ver un enfoscado de cemento descuidado y pobre, una verdadera chapuza
que ni la carestía del momento en que se construyó, el final de la <span style="color: #ffe599;"><b>Guerra Civil</b></span>,
puede explicar. El monumento, como otros tantos del franquismo, fue construido por
prisioneros (esclavos que hicieron que saliera muy barato erigirlo).<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Sólo por ese motivo no debería de
existir desde hace décadas, sobre todo teniendo en cuenta que los cuerpos
fueron exhumados.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Al menos eso pensaba yo antes de
visitar el lugar, previamente a ver una exposición fotográfica en <b><span style="color: #ffe599;">Medina de
Pomar</span></b>.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Ahora he cambiado de idea. Ahora pienso que ese mausoleo
truncado (que además es Bien de Interés Cultural desde hace unos meses) tiene
que seguir ahí, debe permanecer porque es una obra en progreso, una especie de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">performance</i> no planificada, en la que
sólo la intemperie puede actuar. <b><span style="color: #ffe599;">La Pirámide de los Italianos</span></b> es lo que se podría
llamar un pudridero, un pudridero de tiempo. Ha sido vandalizada, pero la inclemencia
es lo que más la ha afectado, y este avance inexorable hacia la ruina es lo que
hace que su presencia cobre más sentido. Dejar que las zarzas invadan los escalones
y penetren en el interior, que las palomas aniden, que las últimas losas caigan
al suelo para que los nostálgicos de lo desconocido se las lleven a casa, es el
mejor destino para este lugar que viene de una época desparecida que nunca
volverá. ¿Es un lugar de memoria? No lo creo. ¿Es un lugar para reflexionar?
Posiblemente, como reflexionaba <span style="color: #ea9999;"><b>Leopardi</b></span> ante un sepulcro antiguo. Todo ello es
posible, pero sobre todo, la pirámide es un pudridero de tiempo, donde las
sucesivas infamias humanas se van sedimentando como los lodos que deja el
embalse en su retirada. Cada vez que una losa cae y deja al descubierto la
obscenidad del hormigón y de las circunstancias de su construcción, una enseñanza
y una advertencia crece entre los espinos, un recuerdo de lo vano, lo patético
y ridículo que es el odio, y lo perversa que puede llegar a ser la mente humana
fanatizada e ignorante.<o:p></o:p></p>Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-85807961975568770482022-12-28T05:49:00.005-08:002022-12-28T08:28:17.490-08:00VÍCTOR COLDEN O LA NOVELA DE NUESTRAS VIDAS<p> </p><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhN7xYCOpcKkV9wQ3Ebd3CHR-TVTZiIsMpsBQH3Xgr1iXwNz6KVNLNxnkiaHSQIJXRyuZMdWJZVRnZv88banyXSAKwadg4PJTOg9k1zjiZDJeBe4AkQ4al8N4HzKhgr0TC8Gr-Jv1jZoQurdSvPeQ7hFD18JQiE6tfPj1Lb1j4PxYku-SVx3rdYlQg36g/s3717/IMG_20221228_142844.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="1872" data-original-width="3717" height="295" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhN7xYCOpcKkV9wQ3Ebd3CHR-TVTZiIsMpsBQH3Xgr1iXwNz6KVNLNxnkiaHSQIJXRyuZMdWJZVRnZv88banyXSAKwadg4PJTOg9k1zjiZDJeBe4AkQ4al8N4HzKhgr0TC8Gr-Jv1jZoQurdSvPeQ7hFD18JQiE6tfPj1Lb1j4PxYku-SVx3rdYlQg36g/w586-h295/IMG_20221228_142844.jpg" width="586" /></a><br />
<p class="MsoNormal">Cuando en 2019 <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Víctor
Colden</b> (Madrid, 1967) publicó <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Inventario
del paraíso</i> (Canto y Cuento), pocos de sus lectores podían saber que
comenzaba un corpus programático; cuando en 2021 Newcastle edita <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Veinticinco de hace veinticinco</i>, la
sensación de que esa inmersión en la memoria generacional no iba a quedar ahí se hizo presente.
Efectivamente, desde hace unos meses el propio autor se ha encargado de
anunciar que pronto tendríamos en nuestras manos la tercera tesela de este
mosaico; el pasado 14 de diciembre, finalmente Pre-textos saca a la luz <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Tu sonrisa sin temblar</i>, hasta ahora la
novela más completa y más ambiciosa de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Colden</b>.
Ahora sabemos que estas entregas sucesivas no son en modo alguno un trabajo
reciente, una idea generada en unos pocos años, sino el fruto de un
contacto constante con la escritura, laborioso e ininterrumpido desde los años
de la juventud.</p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Muchas
son las facetas que hacen de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Tu sonrisa
sin temblar</i>, además de una obra singular, una novela que parece situarse en
el centro del imaginario de toda una generación. Sólo comentaré algunas de
ellas, procurando soslayar el germen de este texto lleno de calmada poesía sin perturbar
el secreto de su encanto.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>La
época ya es notoria: primeros años de la movida, la adolescencia de un grupo de
estudiantes de secundaria en un colegio del madrileño <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">barrio de Argüelles</b>. Ahí está la todavía frágil democracia, ETA,
los avisos y velados pronunciamientos de los despojos del régimen, pero también
la asunción a la vida de una nueva generación, su entusiasmo y sus vaivenes. Por
el texto desfilan decenas de discos, de libros, de autores, de pubs, cafeterías,
tiendas de música y de moda, librerías, y esas calles inmóviles siempre observando
la nueva vida que bulle en sus aceras. Y mucho más, claro.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Es cierto, también están los
asesinatos de ETA a dos cuadras de la casa familiar, los conciertos
multitudinarios en el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Parque del Oeste</b>,
una visita quevedesca al <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Rock-Ola</b>,
los grupos de moda españoles, actuando delante de sus narices: Nacha Pop, Mamá,
Los secretos, Los Pistones, pero también los de siempre, los anglosajones, Jam,
Aztec Camera, The Clash, The Psychedelic Furs, Madness, y tantos otros, cuyos
discos se podían comprar en la tienda de la esquina. Y están las maravillosas
conversaciones sobre filosofía, narrativa y poesía que recorren la novela,
mantenidas por unos jóvenes que ya han leído todo lo que hay que leer, que manejan
el inglés con soltura, que se atreven con el italiano por puro gusto, que
reverencian la ciudad de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Praga</b> por
ser la patria de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Kafka</b>, que publican
de tapadillo relatos, obras de teatro y poesías, como otros lo hicimos, pero,
¡ay!, mucho mejor escritos. Todo eso está en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Tu sonrisa sin temblar</i> y, sin embargo, no he dicho nada importante.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Víctor Colden</b> ha borrado sus huellas en esta especie de novela de
formación y buceo en la memoria entre el estudiante<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"> Törle</b><span style="mso-bidi-font-weight: normal;"><b>ss</b></span>, el joven <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Dedalus</b>
o el yo proustiano, pero nos ha dejado sabrosas pistas. Los nombres de los
personajes remiten con humor y picardía a sus étimos en el mundo real: ese
prudente <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Michi Torozón</b>, por momentos
insensato; esos ilustres dinosaurios salidos de un casting de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El nombre de la Rosa</i> (El Iguana, El Gran
Mono Blanco, El Duque); ese esquinado y ominoso <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Álvaro Baeza</b>, cuyo nombre sugiere el de un famoso espía; ese <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Yndurillas</b> con
nombre parónimo de otro ubicuo falangista y, ante todo, ese clásico del <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Siglo de Oro</b> que no veréis en ninguna
antología llamado <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Luis Conde y Conde</b>,
otro parónimo divertido. Juegos de palabras, acrósticos, figuras literarias
enrevesadas, palabras estrambóticas (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">boruca,
coruscante, primicerio</i>), que se entreveran con los nombres de las calles
del barrio por las que los personajes circulan continuamente; los vemos subir
por Moreno Robledo o Altamirano, llegar a Princesa, deambular por Ferraz, Tutor
o por Martín de los Heros, desayunar en Capri o cenar en Florida Park, en una dulce
danza urbana de nombres evocadores.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Esto nos lleva a otro de los
aciertos de la novela que hacen que todavía nos sea más fácil encarnarnos en
ella: la presencia exacta y meticulosa del barrio. Todo <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Argüelles</b> está metido aquí y cuando los personajes salen a otras
zonas de Madrid, pareciera que cambiaran de ciudad, pero también el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Parque del Oeste</b>, sus avenidas, Camoens
y Chapí, los oscuros senderos, Paseo de Rosales, como una membrana que lo une a
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Argüelles</b>. La distancia es corta,
pero el tono psicológico de cada espacio es muy distinto; mientras el parque es
el lugar de la soledad y la ensoñación, el barrio es el escenario de la vida
cotidiana y sus azares. Es en el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Parque
del Oeste</b> donde asistimos a la asunción de una de las metáforas más sutiles del
texto de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Colden</b>, ese personaje
metido dentro de otro personaje que es Virginia, ese juego de espejos que es su
personalidad y que embelesa por completo a <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Michi</b>,
pero permitidme que cubra -en justo paralelismo- con un telón opaco ese tema
central de la novela.</p>
<p class="MsoNormal"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Leyendo
los cortos capítulos divididos en tres partes que son tres cursos, uno empieza
a sospechar que <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Víctor Colden </b>tiene una
llave maestra, un grimorio perdido o un pasadizo secreto arrancado de algún
cuento de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Borges</b> que le permite
acceder a nuestras mentes, digo más, a nuestras vidas, y sacar de ellas trozos
perdidos u olvidados. La identificación con los personajes que van apareciendo
nos es nítida, no difumina la bruma del tiempo esas facciones: nuestros propios
amigos, novias, novios y compañeros son los que surgen de esas páginas. ¿cómo es esto
posible? Uno comprende, mientras lee el texto, que tuvo una <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Virginia</b> de la que se enamoró y que
jamás le hizo caso, un amigo punki como <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Fredo
Mesina</b> que con el tiempo llega a ser el más tierno y entrañable, siempre
metido en líos en virtud de su rebeldía y honestidad, o un compañero fiel que comparte
descubrimientos literarios (y también amorosos) como <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Mario Ugarte</b>. También se da el lector cuenta de que conoció en su
propia adolescencia a un <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Luis Baeza</b>,
ambiguo y escurridizo, a un <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Rubén García</b>
solitario, callado, pero vehemente, que escondía no pocas desazones, a unas
chicas llamadas <b>Sara, Eva </b>o<b> Camila</b>, con las que compartió fiestas, deberes,
encuentros y desencuentros. Piensa el lector que cómo fue posible que <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Víctor Colden</b> supiera que uno tenía un
amigo falangista, siendo uno más bien de izquierdas, con el que sin embargo se
llevaba bien, al igual que unos compañeros que procedían de ese otro lado que
estaba vedado y que era intocable. ¿Cómo era posible que supiera todas esas
cosas de un chico pobre de un pueblo agrícola del norte de <b>Murcia</b> y las hiciera
aparecer en un colegio privado ubicado en la zona más rica de <b>Madrid</b>? ¿Habría
ocurrido con los demás?, se pregunta este lector. ¿Hasta dónde llegaban los
secretos tentáculos de este raro demiurgo? Pero era real, mi adolescencia
estaba ahí, como sospecho que la de miles de nosotros, un poco más jóvenes y
más inocentes y provincianos, pero marcados por las mismas y a la vez distintas
experiencias. En <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Tu sonrisa sin temblar</i>
están las revistas literarias que se publicaban a golpe de multicopista, los
avisos de bomba que desojaban las aulas en dos minutos, los anónimos, las
asonadas, pronunciamientos y travesuras en clase, las incursiones nocturnas al
instituto, buscando secretos imposibles, como en un cuento de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Cortázar</b>; están las tardes perdidas
frente a un mísero café o, cercano el verano, frente a una leche merengada, los
agobios de la cercana selectividad, la luz mortecina de las casas de los
compañeros haciendo deberes infinitos, la obra teatral de fin de curso, y sí,
también las palizas inevitables entre facciones rivales. Todo eso está en este
libro poliédrico, como lo estuvo en nuestras vidas y, sin embargo, sigo sin
decir nada importante sobre lo que es la novela de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Colden</b>.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>La clave
que hace distinta a esta novela nos la narra el propio autor en pequeñas
digresiones repartidas por los capítulos, cuando reflexiona sobre el fin de la
amistad, las bruscas desapariciones en una época fugaz y la paradoja de que
esos años sigan presentes, incólumes tras décadas, en su mente , y más extraño todavía, que así sea para los demás actores de esta pieza. Los
restos, manuscritos, diarios, los nuevos encuentros, van creando un reflejo de
la edad perdida. <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Colden</b> reconoce que
la novela es una labor necesaria antes de que la memoria se vaya
definitivamente. Nos damos cuenta de que esa magia aparente no es fruto de la
casualidad, que ese estilo transparente, esa prosa depurada, surgen de años de
entrenamiento y trabajo callado en busca de la verdad (en la página 150 <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Hemingway</b> pone voz a ese proceso). Me
resisto a hablar de <i>autoficción</i> en esta novela, habría quizá que acuñar un
término nuevo: podría ser memoria colectiva, memoria compartida, algo parecido.
No importa, los que la hemos leído entendemos de qué se trata, y precisamente por
ese efecto indefinible surge esa sensación que notamos de experiencia compartida.
Nos parece que los <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Mario, Rubén, Virginia
o Fredo</b> de sus páginas suplantan a nuestros propios compañeros reales, como
si estos tuvieran menos fortaleza y dejaran paso a los de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Colden</b>. Sus recuerdos secuestran a los nuestros, sus personajes refuerzan
las respectivas memorias, empezamos a recordar momentos olvidados, pero ¿son
los momentos de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Colden</b> o son los
propios de cada cual? A estas alturas, tras leer la novela, uno ya no sabe si
aquel chaval que nunca se bebía el café y dejaba que se escurriera en el plato
era nuestro vecino de pupitre o el vecino de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Colden</b>, si aquella búsqueda de la mejor leche merengada la hicimos
por nuestra barriada o por las calles de <b>Argüelles</b>. ¿Llegué realmente a disfrutar
de los Jam o de Mamá con tan solo quince años, o jamás los escuché hasta hace
unos días? Yo ya no lo sé, he empezado a formar parte de un colectivo cada vez
más amplio, de una comunidad que, como con <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Tlön,
Ukbar, Orbis Tertius</i>, va extendiendo un mundo que nació en un colegio de
<b>Madrid</b> y ahora invade las avenidas de las ciudades españolas. No hay que
resistirse, es inevitable, la alquimia de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Colden</b>
está tan bien armada que ya es imposible escapar de ella.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">A estas alturas sigo pensando que,
en realidad, sigo sin hablar de lo importante de <span style="mso-bidi-font-style: normal;">la novela</span><i style="mso-bidi-font-style: normal;">,</i> pero entiendo que yo poco puedo hacer y que la única
forma de acceder a la esencia de sus textos es leerlos uno mismo, ceder sin
remedio a su embrujo y participar para siempre de esa comunidad creciente y
única que forman los lectores de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Tu sonrisa
sin temblar</i>.<o:p></o:p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br />Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-65642116370028260642022-11-05T06:37:00.001-07:002022-11-05T06:41:06.443-07:00LA LIMPIEZA DE UN BOLÍGRAFO<p> </p><br />
<p class="MsoNormal"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6TcAsU0IkgiPn8jiVfR8m1bMVDGApbUn0KH08VXp5vRFJI-njm5tnUlXgikj6bJEPCY_UpnygNAuM4VpRplJsv6jE0tBsYO4Ex3YXBD_onIIYOJib2UClmtGA6kjOoISovqc895N7mtIg7BHfQmlcYPLNwOVQFLMOqc9gEZN3syL7Nl_rV4sSlAcb4g/s3829/boli.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2607" data-original-width="3829" height="322" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6TcAsU0IkgiPn8jiVfR8m1bMVDGApbUn0KH08VXp5vRFJI-njm5tnUlXgikj6bJEPCY_UpnygNAuM4VpRplJsv6jE0tBsYO4Ex3YXBD_onIIYOJib2UClmtGA6kjOoISovqc895N7mtIg7BHfQmlcYPLNwOVQFLMOqc9gEZN3syL7Nl_rV4sSlAcb4g/w473-h322/boli.jpg" width="473" /></a></div><p class="MsoNormal"><br /></p>Hará unos días, en una clase de 2º de Bachillerato, observé
como una alumna, <b>Diana Nicole</b>, escribía con un bolígrafo sin tinta; el chasis
plástico de protección dejaba ver un canutillo limpio y transparente. Le hice
ver mi extrañeza, y me contestó que, aunque aparentemente el bolígrafo estaba
ya vacío, sí quedaba una pequeña cantidad de tinta cerca de la punta y que
pensaba consumir la minúscula reserva. Le insistí en que me avisara cuando eso
ocurriera, y efectivamente, tres clases después, me mostró el bolígrafo
totalmente descargado, incapaz de trazar línea alguna.<o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Era algo que hacía años que no
veía, un bolígrafo aprovechado al máximo y sin rastro alguno de tinta.
Normalmente, estos pequeños artefactos de cotidiana alta tecnología no suelen
acabar su vida útil: se extravían, se deterioran prematuramente por el mal uso
o, lo que es más común, terminan sus días olvidados en algún rincón del
escritorio, en la ranura de un sofá, tras un mueble de poco uso, o lo más
hiriente, metidos en un bote junto a un grupo de congéneres marginados.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Un bolígrafo constituye un logro
de diseño de producto poco común. El perfecto ensamblaje entre la bola rodante
de metal y el cono que permite que la tinta llegue a ella y se expanda alrededor
de su esfera es un raro caso de intimidad máxima de los materiales. Su
facilidad de construcción y su bajo precio hacen que no reparemos en su
perfección.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Vivimos tiempos extraños, la
despreocupación generalizada por las cosas, los objetos que nos rodean, contrasta
con la cercana -y ya agobiante- carestía que nos espera. Algunas personas,
generalmente los adolescentes -tan denostados por muchos “nostálgicos
intelectuales” de medio pelo-, ya han entendido que nos aguarda un futuro de
austeridad radical, similar a la postguerra europea en el siglo XX. La epidemia
de <b>Covid</b> ha enseñado muchas estrategias en este sentido, y son las generaciones
más jóvenes las que han interiorizado la grave advertencia que un minúsculo
virus nos hizo llegar.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Se me figura que este bolígrafo
cristalino, limpio y esencial como un pensamiento tautológico y el gesto no
menos limpio y elocuente de <b>Diana Nicole</b>, son un símbolo de esperanza, un
vector de posibilidad ante la dura prueba que se nos avecina, y creo que estos
gestos minúsculos, estas presencias casi intangibles deben ser evidenciados,
presentados, como lo que son: indicios que pueden indicar caminos de salida
ante nuestro atolladero.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Se dice que el diseño de un
bolígrafo barato no puede ser mejorado, pero es posible que este gesto
responsable de cuidar su materialidad hasta el extremo proponga también la
posibilidad, a pesar de su bajo costo, de la reutilización mediante una recarga
de tinta, sin duda testimonial, pero es posible que los pequeños avances, las
soluciones sencillas salidas de la más humilde cotidianeidad, puedan romper la
deriva que gobiernos y grandes corporaciones no parecen saber detener.<o:p></o:p></p><br />Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-13919501672976325682022-01-25T13:22:00.003-08:002022-01-25T13:24:14.934-08:00ESPIGADORES<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgPO4XEXa241r6CPOC9il8rO8INg9NkyltX17i_iUs9xCPlBFNsT3tf3etfltnNCyn1MiJ1YH5jW7QIwFhP-2eMwyVpthsHogKwK53MF8g-2F6mCXq4eoZbdLq7CZ9-d4flzUN9Jxo53SAbuJxtfI8DQxH42llK9PhvU-Ialcbbr9C8UlWJFFSFuykVjw=s803" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="643" data-original-width="803" height="317" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgPO4XEXa241r6CPOC9il8rO8INg9NkyltX17i_iUs9xCPlBFNsT3tf3etfltnNCyn1MiJ1YH5jW7QIwFhP-2eMwyVpthsHogKwK53MF8g-2F6mCXq4eoZbdLq7CZ9-d4flzUN9Jxo53SAbuJxtfI8DQxH42llK9PhvU-Ialcbbr9C8UlWJFFSFuykVjw=w396-h317" width="396" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal">El pasado 9 de enero, la ensayista Irene vallejo publicaba en
El País Semanal, dentro de su sección <i>El Atlas de Pandora</i>, un artículo donde
hablaba, con su natural perspicacia y elegante prosa, del exceso de objetos en
nuestra sociedad y de la constante obsesión por desecharlos y adquirir otros
nuevos, práctica que, como es habitual, relacionaba con referencias sacadas del
mundo clásico, en este caso de la antigua <b>Roma</b>, primera empresa multinacional
de la historia. La autora de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El Infinito
en un junco,</i> cita en una parte de su texto el antiguo oficio del espigador,
asociado usualmente a la siega del cereal. Eso me hace recordar a uno de
nuestros mejores narradores de postguerra, quizá en mejor cuentista, <b>Ignacio
Aldecoa</b>, que tantas páginas dedicó a los oficios del campo y de la pesca. Resulta
muy recomendable acercarse a su obra a través de la selección que hiciera su
esposa, <b>Josefina Rodríguez</b>, también escritora, para la prestigiosa editorial
Cátedra. Rescató la autora en su antología una serie de cuentos dispersos que
clasificó por temas, a saber: El trabajo, La burguesía, Los condenados, Los
viejos y los niños y, por último, Los seres Libres. En todos ellos luce un
lenguaje preciso, ajustado, lleno de vocablos que hoy puede que no
reconozcamos, pero que enriquecen el texto y lo dotan de detalle: almádana,
blocao, estaribel, celemín, portegado, huelgo, chicón y tantos otros. La prosa
de <b>Aldecoa</b> es realista, absolutamente realista, al igual que sus temas, que
retratan en pequeños flashes la vida pobre y anodina de los españoles de los
años cincuenta y sesenta; sin embargo, sus cuentos están impregnados de una
poesía sutil y a la vez repleta de sabor, como si de un tinto de crianza se
tratara, que es lo que los dota de su inconfundible encanto. <b>Aldecoa</b> no
derrocha, no desprecia ni una sola frase, se sirve de los materiales justos, no
se deja llevar por adornos innecesarios; al fin y al cabo, lo que hace es
acompañar a los personajes y a su peripecia con la prosa adecuada y precisa a
su realidad. Se me figura, sólo se me figura, que la narrativa de <b>Aldecoa </b>es el
ejemplo más alejado que se pueda encontrar a esa otra realidad actual que tan
bien retrata <b>Irene Vallejo</b>.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">En esa <b>España</b> tan cercana, pero tan lejana a la vez, el
escritor vitoriano se acerca, en efecto, a los trabajadores del campo, de la
pesca, de la construcción para hacerlos protagonistas principales. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La urraca cruza la carretera</i>, sobre los
peones camineros y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Seguir pobres</i>,
sobre la siega, son dos de sus cuentos más representativos. En esos ámbitos
nada sobra, nada se derrocha, los hombres se encuentran vinculados a una
inclemencia, una intemperie constante, secos, curtidos; van de campo en campo,
de comarca en comarca, bajo un fondo hiriente salido de los óleos de <b>Godofredo
Ortega Muñoz</b>, cosechando, picando. Nada queda para los espigadores aquí,
aquellos que recogen lo que la siega ha desechado. A pesar de todo, el oficio
de espigador es antiquísimo, practicado incluso en épocas de auténtica
carestía; de hecho, es un oficio tan ancestral que el insigne folklorista y
cantautor <b>Joaquín Díaz</b> lo versiona a partir de un tema del siglo XVI recogido
en el cancionero de <b>Francisco de Salinas</b> que podemos escuchar <a href="https://open.spotify.com/track/3ZLakZRZS0CcM1LtB5XIz0?si=18cb50dd151c4444">aquí</a>.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Como podemos comprobar al escuchar esta humilde
cancioncilla, las <i style="mso-bidi-font-style: normal;">espigaderuelas</i>,
jóvenes, puede que niñas, entraban en el rastrojo cuando el segador se retiraba
para recoger los minúsculos granos sobrantes. El texto recogido por <b>Joaquín
Díaz</b> urge precisamente al segador a salir y dejar algo a la pequeña espigadora.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">De eso mismo, de espigar y rebuscar, va el documental que
aquella gran dama del cine francés, <b>Agnés Varda</b>, llamada “la abuela de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Nouvelle Vague</i> rodara en el año 2000; <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los espigadores y la espigadora</i>. <b>Varda</b>,
de origen griego, tuvo un extensa carrera -pues su primera película data de
1954 y la última se rodó en 2019-, ganó el León de Oro, el César francés e
incluso el Óscar honorífico. En el año 2000 descubre las cámaras digitales
domésticas y su apetito de cine la lleva a recorrer media <b>Francia</b> partiendo del
célebre cuadro de <b>Millet</b>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Las espigadoras</i>,
de 1857, que muestra precisamente a esas esforzadas mujeres agachadas
recogiendo el magro fruto tras la cosecha. Desde el entorno rural que muestra
<b>Millet</b>, <b>Varda</b> se sumerge en un mundo urbano donde multitud de ciudadanos, ya
sea por necesidad, por conciencia o por vocación artística, se acercan a los
mercadillos, las grandes superficies comerciales o los portales de las casas de
los vecinos a recoger lo que otros han desechado. Así, en un viaje desenfadado,
trufado de poesía y del fino humor de <b>Agnés Varda</b>, llegamos a conocer a
personajes variopintos de todas las edades y extracciones sociales. Ella misma espiga
en sus entrevistas rescatando datos y declaraciones en torno a esa faena de no
dejar que se pierda lo que otros despreciaron. La vemos acercarse, incluso
recoger ella misma, patatas en un enorme montón desechado junto a la parcela
cosechada, manzanas que maduran y caen del árbol con un leve balanceo, tomates
abandonados, hortalizas, uva.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><b>Agnés Varda</b>, como sin querer, nos
pone delante de nuestra realidad, la de una sociedad que no sabe el valor y el
esfuerzo que significa cultivar o fabricar un producto y que se desprende de él
al más mínimo defecto o mancha. Una lección desde la perspectiva de hace dos décadas
para los tiempos de carestía que se nos avecinan. Cuando nos asomamos a las
duras condiciones de vida de los trabajadores de <b>Aldecoa</b>, cuando escuchamos la
llamada a la solidaridad dentro de una canción del XVI, cuando vemos los
rostros curtidos de los entrevistados por <b>Varda</b>, se nos hace más claro el
sinsentido de esta sociedad entregada al frenesí del derroche y de la
inconsciencia.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Hay que decir que la ley francesa
protege secularmente la actividad del espigueo o de la rebusca (así llamada cuando
se refiere a árboles). Los ciudadanos tienen todo el derecho, por encima de la
opinión de cada cosechero, de recoger el fruto despreciado, marcando incluso
unos horarios y unas distancias concretas y regladas. <b>España</b>, país de traperos,
rastros y rebuscadores seculares (léanse <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La
busca</i>, de<b> Pío Baroja</b>), no ha tenido nunca legislación precisa sobre el
espigueo. En nuestro país, las nuevas leyes contra el desperdicio alimentario
pretenden paliar el insoportable panorama de toneladas de alimentos consumibles
que acaban en la basura (solo en hogares hablamos de 1.364 millones de
kilos/litros de alimentos anuales, según fuentes del <b>Gobierno de España</b>).
Cataluña ha promulgado recientemente legislación sobre el tema (<i>Ley 3/2020 de
11 de marzo, de prevención de pérdidas y despilfarro alimentario, en BOE nº 78
de 21 de marzo de 2020</i>) donde se reconoce la práctica del espigueo, aunque con
la autorización previa del titular de la explotación.<o:p></o:p></p>Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-63913193834383949072021-12-26T02:05:00.008-08:002021-12-26T02:10:02.180-08:00968782897<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgGYgaN911-Sm5lqR3gD-v5P0qcrqNBCsWEhp8SbhCzASASE1g1GzHxo0uoYeDpsTsgkE_H3E4wzWOlIOcQL1qWDpdVMq5EM9lWwaj4gHYT3piKKU-TupAdY4OO_-h3Wvf_FIigBM1RLLkKIoL4kB-xpv6tgaw0Var2o9YhtHsXIqijho3f1qiY5xYGcA=s3872" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1919" data-original-width="3872" height="275" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgGYgaN911-Sm5lqR3gD-v5P0qcrqNBCsWEhp8SbhCzASASE1g1GzHxo0uoYeDpsTsgkE_H3E4wzWOlIOcQL1qWDpdVMq5EM9lWwaj4gHYT3piKKU-TupAdY4OO_-h3Wvf_FIigBM1RLLkKIoL4kB-xpv6tgaw0Var2o9YhtHsXIqijho3f1qiY5xYGcA=w553-h275" width="553" /></a></div><div style="text-align: left;">No recuerdo cuando contrató mi padre el número, en todo caso, hace
décadas. Puede que lo hiciera con la idea de que sus hijos, que irían a
estudiar fuera del pueblo en fechas próximas, tuvieran una comunicación directa
con la casa paterna. Sé que cuando empecé en Granada ya existía. Recuerdo hacer
colas nocturnas en las cabinas del barrio de estudiantes para marcarlo, sobre
todo aquella vez que se corrió la noticia de que la cabina de la esquina
funcionaba sin dinero. Me atracaron incluso al ir a llamar en la del polígono;
unos gitanos que volvían de fiesta a quienes entregué la calderilla que llevaba
en el bolsillo. Esa noche no recibieron mi voz en la casa del pueblo. También
recuerdo la barra del bar en cuyo extremo me apoyaba para llamar desde el
teléfono del local. Tengo presente en mi memoria la luz verdosa de los tubos
fluorescentes, el olor a fritanga y el ligero, pero constante, crepitar de la
línea.</div><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Con el paso de los años fui yo el
que con más frecuencia comenzó a contestar en ese número. Había ansiedad,
urgencia, procuraba ser yo el que descolgara primero en las horas pactadas;
también recuerdo buenas y malas noticias, en aquel momento trascendentales para
mí, comunicadas a través de aquella línea: trabajo, enfermedad, amor.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Años más tarde volví a ser yo el
que llamaba, ahora desde mi casa particular, no desde las calles frías o los
bares hostiles. El tiempo fue incluyendo miedo y desazón en esas llamadas que
desaparecían al oír la voz tímida y remisa de mi madre. Pero fue a ese número
al que llamé para comunicar la muerte de mi abuela, y desde él me llamaron para
decirme que mi tía había muerto y que tenía que volver al pueblo, y fue
finalmente mi madre la que descolgó para decirnos asustada que mi padre no se
movía, que ella creía que… Con el tiempo, los astutos móviles lo fueron
relegando a una mera presencia consoladora. Mi madre casi nunca llegaba a
tiempo para coger el fijo, así que la llamábamos al móvil, siempre en su
bolsillo, agazapado y atento.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Sobre
todo, y por encima de las escaramuzas y traiciones de la vida, el número se ha
quedado grabado en mi mente. Recuerdo otros, qué duda cabe, unos con el seis
delante, otros con el nueve, en los demás a veces dudo, pero el <b>968782897</b> es el
rey de todos, es inmanente, imperturbable en mi cerebro. Lo pronuncio a veces:
“<b>nueveseisochosieteochodosochonuevesiete</b>”.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Tiene ritmo, belleza, una matemática interna, algún tipo de
poder, o al menos es lo que a mí me parece.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Ayer, víspera de nochebuena,
recibí un mensaje de texto a mi móvil: la compañía confirmaba que se había
tramitado la baja del número <b>968782897</b>. Hacía meses que la casa estaba vacía y
que la única puerta al exterior era un teléfono que jamás respondía. A mediados
de diciembre solicité la baja. Un par de semanas antes, mis hermanos y yo
firmamos la aceptación y adjudicación de herencia de mi madre. Hoy he llamado
por última vez a ese número para constatar lo que ya sabía: “no existe ninguna
línea con esa numeración”. Lo he hecho dos veces, buscando quizá una
explicación, un sentido, una segunda parte o una prórroga. Hoy es Navidad,
dicen, y en este día señalado he cortado el último cable con mi vida anterior,
con una etapa en la que el pasado era todavía presente, se le podía interrogar,
mirar a la cara. Las puertas de esa casa íntima que es la familia en la que nos
criamos, en la que crecimos y nos hicimos una idea del mundo, en la que
sufrimos la experiencia de hacerse mayor, se han cerrado en mí para siempre. Un
hecho cotidiano, vulgar, como pulsar unos botones o atender a un auricular ha dado
el aldabonazo final, irreversible, a ese pesebre en el que nos guarecimos
tantos años, a veces remisos y sin quererlo. Ahora sólo queda la intemperie.<o:p></o:p></p>Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-25756533788855648152021-12-19T10:35:00.002-08:002021-12-20T00:48:01.958-08:00LA MUERTE DE NUESTRO PELUQUERO<p> </p><br />
<p class="MsoNormal"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEg6GY0xz00SspJcFdz4ElwArIE3ACwj2z5R0DRRjYAzag-S50Q22_T07bI5pGBhuGYcoD_xejeWqd6qYLrp980TIUlH6_nGmwP8iWvMySMZ7GQ0VG0ZPsm6y8BbV6LHEJfimow__9XC79xYn9bOrEC0JQGNlD6Nx9gVtwgUL5uKn6wjHOhC6WF6N-1rvg=s5357" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2642" data-original-width="5357" height="262" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEg6GY0xz00SspJcFdz4ElwArIE3ACwj2z5R0DRRjYAzag-S50Q22_T07bI5pGBhuGYcoD_xejeWqd6qYLrp980TIUlH6_nGmwP8iWvMySMZ7GQ0VG0ZPsm6y8BbV6LHEJfimow__9XC79xYn9bOrEC0JQGNlD6Nx9gVtwgUL5uKn6wjHOhC6WF6N-1rvg=w530-h262" width="530" /></a></div><p class="MsoNormal"><br /></p>La noticia nos llegó por teléfono a través de la persona que
nos lo presentó, nuestra amiga Isabel. Javier, nuestro peluquero de toda la
vida, sin previo aviso hacía unos pocos días, con apenas cincuenta años
de edad. Conocíamos a Javier desde hacía veinte años, y habíamos sido sus
clientes habituales durante todo ese tiempo sin interrupción. No somos personas
especialmente preocupadas por la imagen exterior, ni tampoco hemos sido unos
clientes especialmente asiduos; podían pasar dos o tres meses sin que
apareciéramos por su local. A pesar de ello, quizá sí fuimos los más antiguos y
fieles entre todos los que frecuentaron alguna vez la peluquería. Por eso mismo
nos resulta tan difícil asimilar su muerte.<o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Nos acercábamos a la capital (en
mi pueblo dicen bajábamos) exclusivamente para visitar a Javier, para que nos
hiciera el tinte, el corte, nos suministrara diversos champús, cremas y masajes
–en los últimos tiempos como pequeñas dosis de drogas amables- con los que fue
colonizando nuestra estoica manera de pasar la vida. Allí, en el local,
estábamos como en nuestra casa, en una burbuja cálida de confidencias, contando
pormenores y anécdotas de las últimas semanas. Javier siempre nos escuchaba con
la misma paciencia ligeramente irónica, tranquila, dotada de ese tempo único e
intransferible, ligeramente flemático, que formaba parte de su personalidad. A
veces dejaba escapar apuntes sobre la sociedad que le rodeaba y con la que
convivía día tras día, hora tras hora, detrás de secadores, lavados y tijeras;
una sociedad absolutamente superficial, vacua, egoísta hasta la extenuación que
soportaba como quien aguanta las molestias del calor veraniego. Nosotros, que
éramos de pueblo, constituimos siempre un soplo de aire fresco para él, al
menos eso nos quiso transmitir; que fuese una pose o una displicencia, una
manera fácil de agasajarnos, nunca nos importó, disfrutar de su personalidad
era más importante, y él sabía perfectamente que, dijera lo que dijese,
nosotros seguiríamos acudiendo con la misma frecuencia y el mismo agrado.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Llegaras
cuando llegaras, fuera sábado o laborable, mañana o tarde, él siempre estaba
allí, podrían pasar semanas y es como si no se hubiera movido, con la misma
sonrisa imperturbable, las mismas camisas floreadas, la misma inmoderada
afición a cambiar tu look, a ofrecerte algo nuevo, a aconsejarte un producto
distinto; no lo podía evitar, era superior a sus fuerzas y bromeábamos con
ello.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Javier fue una especie de promesa
de eternidad; las estaciones se sucedieron, generaciones de alumnos desfilaron
por las aulas, nuestros padres fallecieron, nuestros viejos amigos nos
abandonaron, y él siguió allí, indomable, tranquilo. Llegabas a la capital,
cruzabas Maestro Alonso y lo veías. Nada cambiaba, era un pilar o un cimiento,
el pico lejano de una montaña, un lago cristalino, quién sabe. <span style="text-indent: 47.2px;">Isidora me dice que llevaba más tiempo casada con él que conmigo, y es cierto, y tiene sentido. </span><span style="text-indent: 35.4pt;">Por eso, cuando
nos lo dijeron, supuso una pérdida imposible, una quiebra absurda en nuestro
mundo, un choque mental, un extraño sueño inmisericorde. No podía ser, no podía
ocurrir. </span></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Una vez me ofreció una crema
antiarrugas y yo le respondí con inconsciente petulancia que yo no necesitaba
eso; se rio sanamente desde su eternidad poniéndome delante del espejo ante mi
propia caducidad. No estoy hablando ahora de la muerte, que está presente y nos
susurra todos los días desde que entramos en la adolescencia, que nos es
natural y lógica; hablo del extrañamiento, de la extrañeza hasta límites
irracionales. Nunca vimos el rostro de sus hijas, ni estuvimos en su casa, ni
conocimos a su mujer, pero los atisbos, los rumores de un mundo inmutable que
nunca conoceremos nos llegaron más ciertos y cercanos desde la presencia de
Javier que desde las agujas de la torre de una catedral.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Cada vez que nos duchamos, nos miramos al espejo, nos peinamos, usamos sus productos, ahí está él. Su rostro, su recuerdo, sus aromas, su estilo. El cabello irá creciendo y borrará las ya difusas huellas, los envases se agotarán y las fragancias se perderán, tragadas por los desagües, y el tinte, el color, se irá desvaneciendo vencido por la lluvia del tiempo. Hasta siempre, Javier.</p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br /><br />Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-5298436002397643112021-02-14T02:01:00.001-08:002021-02-14T02:01:36.693-08:00EPITAFIO PARA UN ZORRO<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhR0axPbAcPpTKQLXv6Fytyo8GDevvWHg3-uQAxfwg7ZzujzKncS5Us2ZoWvzSAUWuDgrcs1cVhxxT0NPiENQHqdjHbjudh0RPFWKt7md5yxHIBTNp-KBTMEHzh7wbqY6AnpYZxmG5PEdvj/s2048/amalgama-zorro.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1243" data-original-width="2048" height="374" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhR0axPbAcPpTKQLXv6Fytyo8GDevvWHg3-uQAxfwg7ZzujzKncS5Us2ZoWvzSAUWuDgrcs1cVhxxT0NPiENQHqdjHbjudh0RPFWKt7md5yxHIBTNp-KBTMEHzh7wbqY6AnpYZxmG5PEdvj/w617-h374/amalgama-zorro.jpg" width="617" /></a></div> <p></p>
<p class="MsoNormal">Al contrario que muchos de los aficionados a fatigar los
montes, que apenas salen al campo buscan las cumbres como objetivo de su
caminar o simplemente discurren por senderos planos y accesibles, yo busco las
cicatrices más hondas de la tierra. Me sumerjo en los pliegues de su piel,
busco las oscuridades de las cárcavas, a la espera de encontrar el sentido de
su origen, remonto ramblas hasta las cuencas de recepción, o las bajo para que
las sombras de algún barranco oscurezcan un cielo lejano. Hay en ese caminar
una pulsión que no puedo racionalizar, salvo un trasunto psicológico de la
vuelta al vientre materno. Creo que las ramblas son los caminos más antiguos,
los más remotos y verdaderos, porque pertenecen a la propia tierra y no han
sido adheridos como flecos de un traje confeccionado para otro.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">En una de esas internadas
mentales y físicas entré hace días, muy de mañana en la rambla del Collado de
Antolín, umbrosa, secreta, reservada y muy callada. El viento de hacía unas
horas había cesado por completo. Todo estaba inmóvil; atochas, matorral noble,
las copas de los pinos, y abajo en lo más simple y humilde, incluso los ínfimos
restos de las secas herbáceas del mes de febrero.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Bajaba
yo tranquilo por las grandes losas lavadas del cauce, todavía rodeadas de
aureolas dejadas por las pasadas nieves cuando una mancha ocre llamó mi
atención. Al instante comprendí de qué se trataba, en el tiempo de un relámpago
pensé que se movería, pero un zorro, ni aun enfermo, jamás esperaría a la
cercanía de un ser humano sin huir. Se encontraba recostado de lado, alargado
sin rigidez sobre la suavidad de la losa. Su cuerpo reproducía la leve
ondulación gris de la caliza, sinuoso, como simulando un breve sueño, las patas
delanteras apoyadas una sobre otra como en el descanso, las traseras levemente
estiradas. El hocico se estiraba en un apenas distinguible esfuerzo de agonía,
los colmillos asomando con un simulacro de amenaza, fantasmagoría provocada por
la huida correosa de los labios hacia atrás provocada por la muerte.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>El sol
no había levantado y en el aire se extendía una claridad azulada, traslúcida,
que envolvía los troncos grises de los pinos cortados o caídos sobre el cauce.
El color de la pinocha mostraba por momentos, engañosamente, esa tonalidad
venenosa de la ova en el fondo de las charcas, y un matiz umbroso de bosque
boreal. Eso me hizo recordar los viejos cuadros de imágenes dobles en los que
se veían las figuras de zorros formados por acumulaciones de hojas que
acechaban a las incautas liebres.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Centré mis ojos en la losa.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">He visto otros despojos y
cadáveres de animales, caídos en una grieta, enroscados sobre sí mismos,
evidenciando salvajes agonías, o simplemente despedazados por una fiera mayor.
Este túmulo era diferente. La postura era natural, de un ser que acepta una
muerte cercana y se deja llevar. Aunque en el anca derecha se veía una negra
herida abierta que se extendía como un maleficio, la tersura del pelo se
conservaba intacta, ni una sola hoja o brizna había caído encima. Por mucho que
yo girara a su derecha o a su izquierda, no perdía aquella postura el aire de
paz que la envolvía. Evité acercarme para no romper un extraño cerco sagrado
que parecía elevarse a su alrededor.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Fue entonces cuando me asaltó la
idea. Aquello era una tumba.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Los animales salvajes no reposan en tumbas, mueren sobre la
tierra y sus cuerpos se difuminan con el tiempo. Los animales salvajes no
fallecen, no son difuntos, tampoco los domésticos. A nadie se le ocurriría
decir que su gato ha fallecido, o llorar a un perro difunto. Parece una falta
de respeto al ser humano, como si solo éste mereciera tal apelativo. La raíz de
la palabra <i style="mso-bidi-font-style: normal;">difunto</i>, del latín <i style="mso-bidi-font-style: normal;">defunctus,</i> cumplir o pagar una deuda, no
alude en origen a un muerto, sino a alguien que cesa en sus funciones, a un
jubilado. En cuanto a los términos <i style="mso-bidi-font-style: normal;">fallecer/fallecido,</i>
vienen de una raíz más esquiva, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">fallere</i>,
en latín <i style="mso-bidi-font-style: normal;">engañar, fingir</i>, con el
tiempo <i style="mso-bidi-font-style: normal;">faltar</i>. Pensamos hoy en el
fallecido como alguien que muere de forma apacible, paulatina, no por un
accidente, alguien a quien podemos despedir.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">A los animales domésticos se les fabrican tumbas, sí, unas
tumbas apócrifas que ellos no entienden. Los dueños lo hacen como desviación de
sus propias costumbres. A los animales salvajes no. En la refinada recopilación
de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f1c232;">Cees
Nooteboom</span></b> titulada <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #e69138;">Tumbas de poetas y pensadores</span></b>,
el autor nos advierte que estos lugares son extraños en su contradicción,
puesto que nos ofrecen una presencia imposible, la presencia de un ausente. Las
tumbas son recuerdos, pero son los recuerdos para los humanos o, de una manera
muy digresiva, recuerdos de animales humanizados.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">Sin embargo, lo que tenía ante mí era una tumba.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>El
zorro, el joven zorro, quizá vencido por una de las peleas del celo, o por un
inoportuno y despistado cartucho de los últimos días antes de la veda, o por el
hambre y el cansancio, había llegado hasta allí para dejarse, para prestar su
cuerpo a la tierra. El lugar de su muerte era el lugar donde desaparecería
definitivamente.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Una tumba. No hablo solo de la
calidad marmórea de la losa, de la presencia del cuerpo sobre ella, como
esculpido por algún artista decimonónico, de los calderones, riscos y viejos
troncos que rodeaban la gran piedra, de las copas de los árboles más lejanos que
facilitaban la penumbra, no hablo solo del silencio impresionante que se
imponía al cesar los pasos y el viento, no hablo solo del espacio. Hablo de un
espacio de tiempo. Las ramas en pocas horas tamizarían la futura violencia de
la luz de mediodía, el sol se apagaría y la noche taparía el túmulo, brillarían
las estrellas, amanecería, ninguna bestia había osado acercarse a aquella losa,
ni quebrantado el silencio de días, una cúpula sagrada hecha de algún material
que los hombres ya no conocemos rodeaba el cuerpo. El zorro era un difunto,
había fallecido en la paz de los que no conocen la muerte, sino solo el
instinto de vivir. Por un momento envidié su final, lo quise para mí en el día
en el que hubiera de venir, solo en la oscuridad y el silencio de un bosque,
por un momento. Bajé la cabeza un instante, presenté mis respetos al zorro y me
alejé procurando pasar lo más desapercibido posible, sabiendo en el fondo que
decenas de pares de ojos me contemplaban callados y quietos como en uno de esos
cuadros de doble imagen.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: x-small;">Con mi agradecimiento a <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Juan
José Bas</b>, agente medioambiental.</span></p><br /><br />Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-33193926831293956162020-09-15T11:25:00.001-07:002020-09-15T11:29:13.829-07:00EL ALEPH DE TODOS LOS CHISMORREOS<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijuHfu8dLrR18AJyByYlQTWj7rMmAFxlhTmfWzbxmVaRalxTU4kSLUB3gh0uCV-q2sH1pXM-ZpVWskOqoJqvCOEZkrfLD7cRHjW1j9F7GuPny0nmGH4zA1kb0NLlwIYVC43XzLoUuhX_XZ/s3543/Amalgama-Aleph.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="888" data-original-width="3543" height="148" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijuHfu8dLrR18AJyByYlQTWj7rMmAFxlhTmfWzbxmVaRalxTU4kSLUB3gh0uCV-q2sH1pXM-ZpVWskOqoJqvCOEZkrfLD7cRHjW1j9F7GuPny0nmGH4zA1kb0NLlwIYVC43XzLoUuhX_XZ/w599-h148/Amalgama-Aleph.jpg" width="599" /></a></div><br /><p></p><br />
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 8.0pt; margin-left: 1.0cm; margin-right: 56.65pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Al
tiempo que homenajeamos y reivindicamos a los antepasados, pensando que ellos
no nos van a tomar en cuenta semejante atrevimiento, olvidamos voluntariamente
su carnalidad, su semejanza implacable, aunque sea remota, con nuestros
cuerpos. Hablamos con olímpico desdén de salvajismos, de sangrientas guerras
del pasado, olvidando que, como sabía <span style="color: #f1c232;"><b>Freud</b></span>, la cultura es una fina línea que
nos separa de la barbarie. A la postre, como dijera el descarnado <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f1c232;">Coulaincourt de Bayeux</span></b>, todos somos
parientes de todos los difuntos.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal">Subió una vez más las escaleras que daban a su oscuro cuarto
trastero. Lo hacía cada vez con menos frecuencia, pues el acantilado de
recuerdos ingratos, de escenas indeseables, de sueños frustrados, de acciones
desgraciadas, de movimientos adversos, de errores trágicos, de pasos equívocos,
de dibujos mal esbozados, de pensamientos vacíos y enormes, de gestos malsanos,
de apuros presuntuosos, de necedades vagas, de estupideces egoístas, de basura
existencial, era tan alto y tan pesado, que la sola visión lo acongojaba. Había
optado por vivir en un piso estrecho y pobre con tal de poder permitirse un
trastero con espacio suficiente como para encajonar tantos escombros olvidados.
No era capaz de deshacerse de ellos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Aquella tarde inspeccionó un
rincón de trastero que tenía especialmente descuidado desde hacía años. Era un lugar
olvidado porque no le gustaba frecuentar sitios como aquel, donde el
resentimiento era tan evidente que hasta él mismo tenía que apartar el rostro
debido al hedor, pero aquella tarde se sentía con fuerzas. Al poco se fijó en
un mínimo temblor, un brillo quejumbroso que llamó su atención. Parecía una
esfera metálica, apenas dos o tres centímetros de diámetro y se hallaba
aparcado junto a una estantería de legajos en voladizo. Él no podía saberlo,
pero aquella esfera estaba allí desde antes siquiera de construirse el
trastero, de edificar ese edificio o el anterior, o el anterior del anterior.
La esfera, simplemente, había encontrado su momento. Escuchó un rumor, un
bisbiseo de serpiente que subía y bajaba de intensidad. Se acercó un poco más y
el rumor creció y se hizo entendible. Empezaba a reconocer las voces amortiguadas
de algunos de los vecinos; chiquillos que discutían con sus madres,
pensionistas en trance de salir a la calle, hombres y mujeres que volvían de su
jornada laboral, jóvenes que estudiaban en un piso compartido. Escuchaba las
voces de todas las viviendas a la vez y, sin embargo, no se superponían,
permanecían claras y diáfanas unas junto a otras. Al tiempo, supo ya
perfectamente a quien pertenecía cada tono, cada expresión, cada grito o
susurro improvisado. Conocía el nombre y apellidos exactos de cada uno de ellos,
el tono preciso, su modulación y su timbre. Esperó a que cayera la noche, no
tenía nada mejor que hacer y además en el trastero, oculto a la luz del día, no
podría saber la hora exacta hasta que oyera reunirse a las familias para la
cena; justo el momento que él esperaba. Pasaron las horas y la esfera fue dejando
de vibrar y apaciblemente pareció entrar en un sueño contenido. Bajó a casa y
se tumbó en el lecho, pero apenas pudo dormir.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Al día siguiente, antes de
amanecer, vestido apenas con el pijama, subió corriendo de tres en tres
escalones hasta la letrina en que se había convertido su trastero. Tenía todo
el día por delante, un día placentero durante el cual vivir las vidas de todos
los vecinos del bloque en cercana intimidad.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Él todavía no lo sabía, pero
había descubierto un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Aleph de los
chismorreos</i>, un objeto que, semejante al descrito en 1949 por <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f1c232;">Jorge Luis Borges</span></b>, le permitía acceder
a todos los objetos del universo sin que estos se superpusieran. La única
diferencia es que estos eran objetos sonoros emitidos por personas en aquel
mismo instante, o como se solía decir entonces, en tiempo real. Años más tarde
se acuñaría internacionalmente el término inglés <i style="mso-bidi-font-style: normal;">streaming</i>. Eso tampoco lo sabía nuestro hombre: él pensaba que las
voces que percibía eran de personas cercanas a su cuarto trastero, de la misma
forma que suponía que el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Aleph</i>, o lo
fuese aquello, era único y personal. De su primer error salió poco a poco
afinando su capacidad de observación y ampliando el radio de acción, de su
segundo error probablemente jamás saldría, porque desconocía que había
múltiples <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Alephs de los chismorreos </i>distribuidos
por los trasteros y sótanos del mundo y que esas esferas escondidas se
consultaban siempre por los usuarios en la más estricta soledad culpable.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Pasaron los días y su capacidad
de escuchar a un tiempo múltiples conversaciones del orbe se fue
perfeccionando. Él creía en su pericia y se vanagloriaba en su interior por tan
depurada técnica, pero en realidad era el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Aleph
de los chimorreos</i> el que modulaba su influjo y acaparaba el resto de las
capacidades del observador, de tal modo que se convertía en el único canal de
contacto con la realidad circundante de su interlocutor. Porque otra capacidad
que parecía tener el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Aleph de los
chimorreos</i> era la posibilidad de influir, como una mala sombra, sobre las
opiniones o actos de aquellos a quienes se escuchaba. No todos los dueños de un
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Aleph de los chimorreos</i> eran capaces
de acceder a ese poder, puesto que la mayoría se conformaba con observar y
conseguía mantener un equilibrio entre su vida personal y las horas consagradas
a la esfera. Sólo aquellos que estaban más entregados, por su aislamiento o
fragilidad, al <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Aleph de los chismorreos</i>,
llegaron a desarrollar aquel poder. Las voces anónimas de estos adelantados se mezclaban
en una aparente intimidad con las de algunas de las personas escuchadas, de
forma que estas parecían emitir juicios o impresiones sin aparentemente notar
que no eran suyos, sino ajenos, y surgidos durante la entrevista de algún
lejano desconocido con la esfera.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Quienes hablaban influidos por la
voz del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Aleph de los chismorreos</i> y,
en último término, de su dueño, no eran conscientes de sus frases, no así los
familiares o amigos que los escuchaban, que al principio no daban crédito a las
palabras apócrifas que pronunciaban normalmente los miembros más locuaces del
grupo. Las personas caían frecuentemente en evidentes contradicciones en sus
ideas u opiniones, lo que provocaba la perplejidad de los escuchantes y el
placer de los dueños de los <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Alephs de los
chismorreos</i> que las emitían.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Con el tiempo, las familias, las
parejas y los amigos comenzaron a chocar cada vez con más frecuencia, a
discutir por nimios asuntos a los que, sin saber la razón, les imprimían toda
la fuerza que no empleaban en otros quehaceres cotidianos, a desconfiar unos de
otros antes los cambios de versión de sus palabras. Pasaron los años, y los
recuerdos ingratos, las escenas indeseables, los sueños frustrados, las
acciones desgraciadas, los movimientos adversos, los errores trágicos, los
pasos equívocos, los dibujos mal esbozados, los pensamientos vacíos y enormes,
los gestos malsanos, los apuros presuntuosos, las necedades vagas, las
estupideces egoístas, la basura existencial, fueron acumulándose sobre las
personas como los estratos de un sórdido vertedero en las afueras de una
ciudad.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Los dueños de los <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Alephs de los chismorreos</i>, pasadas unas
décadas, se habían multiplicado hasta superar en número a aquellos que
desconocían su existencia. ¿Y qué fue de nuestro hombre del trastero? Es
posible que muriera de inanición pegado a la esfera o bien de un reventón de
escuchas. Nadie se enteró, porque siempre estuvo solo. No fue un destino
particular, ocurrió con muchos otros dueños antes de que algunos de ellos se
dieran cuenta de que el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Aleph de los
chismorreos</i> no era en realidad un reproductor de las voces del orbe sino
simplemente el amplificador de una sola y triste voz, la voz de la barbarie,
del lodo esencial que todos los muertos antiguos sintieron, tocaron, vieron o
escucharon alguna vez a lo largo de su corta vida.<o:p></o:p></p>Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-67459897972999414792020-08-25T04:31:00.004-07:002020-08-25T04:31:28.081-07:00 ETIMOLOGÍAS PRIVADAS: SATURIO<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzY6G_MierSKrX7s0LMXF5CdPlXkiX0gGiKdGZBOEJyhndNhTz2ZKnuU8fIL4qNAX7Ybi0FmZ55PIp5fsdtS27zn0EKHG5qpcoHiw_hGxfXQzAcxcw5rM6fRRDB2Fy_4gdcimRQoLpYLdG/s1800/sanbaudelio2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1153" data-original-width="1800" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzY6G_MierSKrX7s0LMXF5CdPlXkiX0gGiKdGZBOEJyhndNhTz2ZKnuU8fIL4qNAX7Ybi0FmZ55PIp5fsdtS27zn0EKHG5qpcoHiw_hGxfXQzAcxcw5rM6fRRDB2Fy_4gdcimRQoLpYLdG/s640/sanbaudelio2.jpg" width="640" /></a></div>El tiempo, que todo lo devora, acostumbra a hacernos burla y
respetar lugares remotos y humildes mientras masacra sin piedad las grandes
obras de los hombres. De alguna manera, las ruinas pequeñas son menos ruinosas,
dentro de su penuria parecen menos devastadas que los grandes gigantes de la
desmembración, léanse las abadías británicas. Los lugares humildes no tienen
ningún destino intermedio, o desaparecen sin dejar rastro o se conservan
milagrosamente como insectos en formol. Es el caso de la ermita de <b>San Baudelio</b> de <b>Casillas de Berlanga</b>, ese eremitorio primitivo que hubo de terminar
en cenobio y que a pesar de los expolios y del olvido continuado se nos presenta
hoy como un puente elevado por encima de los siglos golosos.<p></p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">En el interior de la singular
construcción, pasado el arco ultrasemicircular, más allá de los espectros de
pinturas desangradas, de la palmera iniciática y al fondo de ese bosque de
columnas de la mezquitilla mozárabe se esconde la gruta minúscula donde algún
monje hiciera su retiro del mundo. Entrar en ese espacio oscuro y estrecho me
llevó hace casi veinte años a experimentar por un momento, en esa vuelta al
embrión o al origen de una manera quizá tangencial, pero sincera, la
experiencia de aquellos santones del siglo X y XI. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Más o menos por esas fechas
inciertas, días antes o días después, recorrí por vez primera, rodeado de
buenos amigos y de las inscripciones de los enamorados sobre los chopos de
ribera, el delicioso paseo que va de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">San
Polo</b> a <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">San Saturio</b>, pasado <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">San Juan de Duero</b>. La ermita sobre el
río, antes de que trace éste la famosa curva de ballesta, se encastilla desde
el siglo XVII sobre una cueva que evoluciona en espiral dentro de una peña a las
faldas de la <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Sierra de Santa Ana</b> o
de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Peñalba</b>. El lugar cogió pronto
justa fama universal, mereciendo los paseos de escritores nacionales e
internacionales (como <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Peter Handke</b>, el
reciente <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Nobel</b>, ese socio
intempestivo del <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Numancia</b>).<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">No siempre fue así.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Soria entera sufrió largos siglos
de letargo que la han revestido, no tan paradójicamente como cabría pensar, de
ese encanto dormido que aún hoy conserva. San <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Saturio</b> debió ser durante muchos siglos un solitario peñasco donde
algún que otro eremita escondiera sus reumáticos huesos. Tal es así, que hasta
el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Santo Patrón de Soria</b>, titular de
esta ermita de obra barroca cuya advocación peleó durante un tiempo con la de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">San Miguel</b>, es lo que se llama un santo
pretermitido, es decir inexistente si no es por la devoción popular. El cronista
más emocionado, salvando a <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Don Antonio</b>,
de la tierra de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Soria</b>, caminante de
sus páramos, <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Avelino Hernández</b>, mal
editado como tantos hasta fechas recientes, es quién me da una clave del
incierto origen del nombre de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Saturio</i></b>, esquivo godo del siglo VI.
Recordando las bondades del lugar en esa precisa y singular guía titulada <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Donde la vieja Castilla se acaba: Soria</i>,
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Avelino</b> escribe:<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 8.0pt; margin-left: 2.0cm; margin-right: 85.0pt; margin-top: 0cm; text-indent: 1.0cm;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Saturno
era el Dios de los Infiernos y dicen que si se le adoraba en las profundas simas
de la cueva que hay en la sierra de Santa Ana, cortada a tajo por el Duero. He
visto escrito que cuando los visigodos se cristianaron se bautizó a Saturno por
Saturio. Y si no es verdad puede serlo.</i> (p. 230)<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Perdonemos a <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Avelino</b> mezclar al titán <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Saturno</b>,
dueño del tiempo, con <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Plutón</b>, pero
celebremos su aportación, pues es cosa aceptada que las <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Saturnales</i> fueron fiestas y cultos liberadores muy arraigados en el
mundo romano y post-romano que el cristianismo quiso borrar con empeño. El
oscuro <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Saturio</b>, eso sí, de haber
existido, hubiera habitado las mismas tenebrosas cuevas que podrían ser refugio
de un Titán.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal">En todo caso, <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Saturno</b>
ya era un Dios popular en el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Lacio</b>
antes de la colonización del <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Cronos </b>griego,
y a ese Dios anterior, cuyo nombre nace de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">satus</i>
(sembrado) o de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">satio</i> (sazón, siembra
o cosecha), por tanto vinculado a la opulencia y a fertilidad, debemos las celebraciones
del solsticio de invierno, las míticas <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Saturnalia</i>,
donde se celebraba el prodigalidad de la tierra con banquetes generosos, con
dádivas y regalos a los parientes, con fiestas sin fin, donde se recordaba la
fraternidad humana y el esclavo se sentaba a la mesa del señor para ser servido
por este. Todavía en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Plácido</i>, de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">García Berlanga</b>, esa ácida crítica a la
mentira navideña, el mendigo se sienta a la mesa de las burguesitas
provincianas. Hoy ya ni se nos ocurriría hacerle semejante honor al remoto <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Saturno</b>. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Saturno</i></b> quedó en <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Saturio</i></b>,
la abundancia y la fertilidad derivaron en renuncia a los placeres del mundo, a
la comida, a la fiesta y, por supuesto, a la carne. Nunca nombres tan cercanos
designaron principios morales tan alejados.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Hoy ya no existen eremitas en
Occidente, algunos monjes camaldulenses aislados en el <a href="https://www.abc.es/sociedad/abci-lista-espera-para-eremita-201712310242_noticia.html">Yermo
de Herrera</a>, en <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Burgos</b>, los
ortodoxos pobladores de<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"> Meteora</b> en <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Grecia</b> y poco más, que procuran mitigar
los rigores con unas pocas comodidades básicas, a saber: cuarto de baño, agua
caliente, estufa de leña, y finalmente, sala de oración, para escribir o leer. Curiosamente,
espacios no demasiado alejados de las cabañas o refugios alquilados, comprados
e incluso construidos con sus propias manos por variados artistas, escritores o
filósofos que tan bien ilustra el ensayo fotográfico <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cabañas para pensar</i>, que sacó a la luz <a href="http://www.maiaediciones.com/libro.php?l=395">Maia ediciones</a>.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">En la lejana India, sin embargo, los
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">sadhu</i>, los <i style="mso-bidi-font-style: normal;">saturios </i>del hinduismo, santones o monjes que renuncian a todo, incluso
a esas mínimas comodidades, proliferan hoy como ayer por los suburbios
superpoblados pidiendo limosna para luego refugiarse en el más absoluto y
riguroso retiro o abstinencia de los placeres mundanos, una forma de vida que
desapareció hace siglos de España. Luego están los que ejercen vida de ermitaño
por obligación y un poco por espíritu de resistencia; estos son los habitantes
de pueblos agonizantes que la civilización ha olvidado. <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Avelino Hernández</b> describe a varios de estos en su libro ya citado
o en un canto elegíaco titulado <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La Sierra
del Alba. </i>Es <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Julio Llamazares</b>, quizá,
quien mejor ha descrito esta forma de vida resignada de muchos pueblos en
invierno y en <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">su</i></b> invierno con textos como <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El
rio del olvido</i>:<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: 8.0pt; margin-left: 2.0cm; margin-right: 56.65pt; margin-top: 0cm; text-indent: 1.0cm;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Días
interminables, noches largas y oscuras, semanas y semanas encerrados en las
casas escuchando la radio y jugando a las cartas y rezando en la noche para que
nadie caiga enfermo y se muera sin poder salir de aquí.</i> (p. 129)<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-right: -.05pt; text-indent: 35.4pt;">Rezando en la
noche.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-right: -.05pt; text-indent: 35.4pt;">Es cierto
que, a la postre, <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Saturno</b> venció a través
de los dos ritos herederos de las viejas <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Saturnalia</i>
(Carnaval y Navidad), si bien descafeinados y ya carentes de todo sentido
trascendente. Pero también es cierto que es cada vez más intenso el reflujo que
lanza a los hombres, por amor a lo distinto –y a lo distante- a experimentar un
retiro aunque sólo sea como experiencia limitada, muchas veces buscando un
idílico paraíso campestre sin saber de la verdadera dureza del aislamiento, como
prueban la multitud de fracasos en este tipo de experiencias.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-right: -.05pt; text-indent: 35.4pt;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Soria</b>, la provincia, la ciudad,
conserva todavía ese halo eremita, nos ofrece ruinas discretas y amables, alguna
terrible (como esa enorme fortaleza de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Gormaz</b>)
y ha conseguido preservar en su despoblación el lejano aroma de aquellos <i style="mso-bidi-font-style: normal;">sadhu</i> que la poblaron de forma precaria
y anónima. Parece un contrasentido, como esa tensión entre el viejo rito de la
abundancia y el nuevo de la abstinencia, que algo tan etéreo como el agreste
encanto de la abstinencia de aquellos s<i style="mso-bidi-font-style: normal;">aturios
</i>siga ejerciendo esa atracción en el sistema de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">saturación</i> absoluta.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-right: -.05pt; text-indent: 35.4pt;">Las palabras
engañan, pero en el interior de las mentes evolucionan y crean extraños
retruécanos, como esa tensión dispareja entre <i style="mso-bidi-font-style: normal;">saturios</i> y<i> saturación</i> que termina explicando el sentido final de
nuestra época.<o:p></o:p></p>Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-10792771319968693982020-08-18T11:41:00.004-07:002020-08-18T11:41:41.139-07:00 ETIMOLOGÍAS PRIVADAS: ADELA<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEOSjQDtf5AqWqz-Uaf3hc2fGkvWk9KT7rdHqTco0YKor6ok27Dn7UL8Pntbejyj6pPhcTuxvvbWf2v5mHTzMV_aoQpiWV1LnfyE9QqxJoYU0ThFMtlPApvQW_8QjqGvJnGYQ00_LTJsUL/s2577/amalgama-adela2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1220" data-original-width="2577" height="302" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEOSjQDtf5AqWqz-Uaf3hc2fGkvWk9KT7rdHqTco0YKor6ok27Dn7UL8Pntbejyj6pPhcTuxvvbWf2v5mHTzMV_aoQpiWV1LnfyE9QqxJoYU0ThFMtlPApvQW_8QjqGvJnGYQ00_LTJsUL/w640-h302/amalgama-adela2.jpg" width="640" /></a></div>Siempre he considerado la etimología un vasto semillero
donde cultivar no sólo los imaginarios colectivos, sino también los
individuales. Las palabras adquieren para cada usuario una textura, un ambiente
o un perfume peculiar, y es entonces cuando uno busca su raíz y aparecen nuevas
ramificaciones seductoras. Es lo que me ocurrió con el nombre <b>Adela</b>, que en mi infancia asocié con
una vecina (a mi juicio muy mayor) que se ceñía los todavía negros cabellos con
el clásico rodete. No mucho después la asocié a uno de esos tipos segovianos
que <b>Ignacio Zuloaga</b> plasmara en sus
cuadros noventayochistas; en concreto, la <b>Hilandera</b>
de falda verdosa que retrató en 1911. Un día, asomado al patio al que daban las
puertas traseras de las casas del vecindario, contemplé una extraña escena.
Aquella <b>Adela</b>, que yo ya tenía por algo
así como una de las <b><i>Moiras</i></b> hiladoras del destino, había desenredado los cabellos en
toda su extensión. Observé como llegaban hasta las rodillas y que adquirían un
temple aceitoso, como los de las mujeres simbolistas de <b>Julio Romero de Torres</b>, al mojarse y apelmazarse bajo el jarro de
agua que la propia <b>Adela</b> sostenía.
La sensualidad del cabello sobre el cuerpo ajado de la vieja me produjo una
alucinación que todavía recuerdo, pasados quizá cuarenta años. Fue mi primera
intuición casi infantil de que la <b>Castilla del Norte</b> y la <b>Andalucía del Sur y
del Oriente</b> tenían un nexo en común. Aquello era un imaginario privado, no un
sustrato cultural, porque yo no conocía a los pintores más que de ilustraciones
de libros y no sabía nada de sus intenciones artísticas, al igual que no
conocía <b>Castilla</b> o <b>Andalucía</b> más que por los mapas de la escuela. El lenguaje
sujetó algunos de esos mimbres por la aliteración que producen las palabras <b><i>Adela, abuela</i></b>
e <b><i>hilandera</i></b><i>, </i>de tal forma que <b>Castilla</b>, o lo que yo
imaginaba que era <b>Castilla</b>, terminó apropiándose del nombre de mi vecina,
difunta desde hace al menos dos décadas.<p></p><p class="MsoNormal"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Pasaron unos años y, ya en la
adolescencia, vinieron nuevas referencias casi al unísono. Por un lado, la
valiente heroína, ensayo de mujer liberada de principios del siglo XX, Adèle
Blanc-Sec (como el vino, decía ella), creada por <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Jacques Tardi</b>, cuyos comics devoraba con pasión gracias a la
clemencia de un amigo. Por otro lado, unas cintas -compradas en una gasolinera-
de un grupo cuya única garantía para mí es que era castellano y hacía música de
raíz. Escuchaba aquellas jotas segovianas y la imagen de la hilandera intentaba
asomar su agreste perfil. Por entonces yo ya conocía bien a<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"> Zuloaga</b> e intentaba imitar, con poco éxito, su pincelada terrosa,
gruesa y potente, cercana a una especie de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Van
Gogh</b> mesetario. En una de las cintas de aquel <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Nuevo Mester de Juglaría</i></b>
aparecía un romance titulado <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Una niña se ha muerto</i></b>, donde una
chiquilla enfermaba de amor por la súbita indiferencia de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Juan</b>, su pretendiente. Muy avanzado el romance, el inconsciente
Juan aireaba su culpa exclamando aquello de “<b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Adela</b> mía, que no pensaba yo que te morías”. El nombre entró en mi
imaginario suavemente, con dulzura, sin la truculencia del caso que la canción
contaba, rejuveneciendo de paso la memoria de mi anciana vecina. Casi podía ver a aquella adolescente pálida, seguramente muy flaca,
vestida de negro, que se hallaba en cama porque su novio le ponía unos cuernos
pequeñitos, aterciopelados, pero cuernos, con <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Dolores</b>. Tampoco podía saber yo que años atrás el impagable <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Joaquín Díaz</b> ya había grabado otra
versión del romance con el nombre de <a href="https://funjdiaz.net/a_canciones2.php?id=212">La pobre Adela</a>, ni que
el romance tenía múltiples versiones a lo largo de la geografía española. Desde
entonces, el nombre quedó indeleblemente unido a mi imagen de<b> Castilla</b>; en mi
mente, todas las mujeres castellanas se han llamado un poco <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Adela</b>, incluso aquella joven
dependienta de una panadería cercana a la casa de mi abuela que me dijo, siendo
un yo crío -quien sabe la razón- que yo tenía acento segoviano.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">El caso es que el nombre me
estuvo rondando durante lustros lanzando sus redes desde los lugares más
inesperados: igual me llegaba desde un corrido que recordara a las
mujeres-soldado de la revolución mejicana, las <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Adelitas</i></b>, que se me
aparecía en el nombre de una presentadora de televisión o en una especie
peculiar de pingüino.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Opté un día por indagar en la
etimología de tan recurrente patronímico y me encontré con una raíz germana, la
verdadera, y otra árabe, apócrifa, pero muy sugerente. <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Adela</b> deriva de la raíz <i style="mso-bidi-font-style: normal;">athal</i>,
que en las lenguas germanas significa siempre <i style="mso-bidi-font-style: normal;">nobleza</i>. Así pues, diríamos que se puede traducir como “la que es
noble o tiene nobleza”. Curiosamente, existe el nombre árabe<i style="mso-bidi-font-style: normal;"> </i><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Adel</b>,
de origen libanés, que sólo por una casualidad puede sonar similar a <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Adela</i></b>,
y que deriva de la palabra <i style="mso-bidi-font-style: normal;">adl </i>(justicia
o equidad).<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">Poco importa que nada tengan en
común ambas raíces, porque la etimología privada las ha unido a su manera y
entendimiento para recrear en esta<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"> Adela</b>
inventada, hiladora morena, espigada y rural, una figura paralela a lo que
durante muchos años fue para mí el mito íntimo de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Castilla</b>, esa tierra donde coincidieron y se acrisolaron de manera
muy especial las influencias orientales, islámicas y judías con los posos de
culturas llegadas del norte de los <b>Pirineos</b> sobre el terreno bien abonado del
mundo romano. Algo no muy diferente, en fin, de lo que nos describe, con su
prosa apacible y luminosa, <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">José Jiménez
Lozano</b> en su <i style="mso-bidi-font-style: normal;"><b>Guía Espiritual de Castilla</b></i>.<o:p></o:p></p>Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-83431028235645782632020-04-23T11:46:00.000-07:002020-04-23T11:46:18.128-07:00EN LAS CASAS DE LA INFANCIA<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0lW24BYKjj32Oxi7SvVR1ueoGEY9GZN4JC0cZRVkjxc7lFLYZw-aFnff41qAGo9WMLUrW5K4GPeek6LM6WdV23dnTdGo3nUpe_GCsJ9BwMV2ObwVwkt5wxb8C7vDybHoQtd8Lntnkgedp/s1600/IMG_20200423_105131.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1218" data-original-width="1600" height="486" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0lW24BYKjj32Oxi7SvVR1ueoGEY9GZN4JC0cZRVkjxc7lFLYZw-aFnff41qAGo9WMLUrW5K4GPeek6LM6WdV23dnTdGo3nUpe_GCsJ9BwMV2ObwVwkt5wxb8C7vDybHoQtd8Lntnkgedp/s640/IMG_20200423_105131.jpg" width="640" /></a></div>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
En la película <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Gritos y susurros</i></b>, de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Ingmar Bergman</b>, una niña se esconde
detrás de los visillos y contempla un tanto cohibida a su madre sentada a la mesa
en el salón rojo. La madre la llama y la niña, obediente, acude. En ese lugar
nos encontramos los lectores cuando leemos ciertas obras mal llamadas
autobiográficas, porque superan con creces esa etiqueta. En cierto modo, todo
aquel que se asome a una obra narrativa se instala en ese precioso lugar tras
el visillo, es cierto, pero la diferencia es que en aquellos relatos donde se
cuentan hechos inusualmente íntimos, es el propio autor el que se coloca dentro
tras la cortina traslúcida. La escena de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Bergman</b>
es un recuerdo, un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">flashback</i>
cinematográfico, pero su intensidad, su cercanía, nos desarman.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span><i>Gritos y susurros </i>es una película de
interiores, de interiores asfixiantes, incluso, donde dos hermanas velan a
otra, moribunda, y la atmósfera creada por <b>Sven
Nykvist</b> en la fotografía nos hace palpar, casi oler la casa, como en cierta
forma ocurre con ese apartamento de <b>Dorothy
Vallens</b> en <b><i>Terciopelo Azul</i></b>. En ambas cintas, uno de los personajes
principales es la casa desde un punto de vista opresor. La casa, que para
muchos en estos días se ha convertido en cárcel, en obligado retiro o
confinamiento, no parece estar siendo bien tratada en el cine, con ese aluvión
de casa encantadas y oscuras, herederas del cuento gótico, que <b>Tim Burton</b> ha reinventado para las
generaciones más jóvenes y, sin embargo, siempre hay en esas mansiones un poso
de seducción, de atracción inevitable. El siglo XIX está repleto de esos relatos
de terror que tantos hemos leído en nuestra juventud. La literatura sobre las
casas amables, protectoras al tiempo que vitalistas, abiertas, ricas, ofrece una
lista de títulos un poco más corta; pensamos que no hay aventura en disfrutar
de la vida cotidiana y, sin embargo, más en estos días, se nos figura un género
esencial. Hablaremos hoy, en este día del libro, de unas pocas narraciones, pero
para mí elocuentes en esa franja estrecha donde confluyen las experiencias de los
propios recuerdos y de las casas de la memoria donde los habitamos.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Decía <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Gastón Bachelard</b>, en un libro hoy
difícil de encontrar, pero capital en su producción filosófica, <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">La
Poética del Espacio</i></b>, que los poetas y los pintores son fenomenólogos
natos, y es cierto que es necesaria mucha capacidad de observación para
rescatar los escenarios de la infancia, no sólo en el orden de los
acontecimientos, sino también en el orden de los lugares que los vieron
desarrollarse. Un libro reciente, del excelente filólogo, escritor y traductor <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Victor Colden</b>, ha dado en el equilibrio
exacto de esa revisión de los pabellones vacíos de la infancia donde caben
tantas y tantas vivencias sin peligro de que las estancias rebosen. Decía <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">García Montero </b>en <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Poesía, Cuartel de Invierno</i></b>,
y también <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Luis Buñuel</b> en algún lugar
de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Mi
último Suspiro</i></b>, que “el genio es la infancia encontrada voluntariamente”.
Se cumple de manera clara esta máxima en el libro de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Colden</b>, su <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Inventario del Paraíso</i></b>, una visión tan
particular y a la vez tan universal que nos pellizca en los más remotos
recuerdos de los lugares de nuestro inestable olvido.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
Todas las casas en gran medida son
la casa de la infancia, el espacio donde más tiempo hemos pasado en la vida del
pensamiento; como escribiera <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Ambrose
Bierce</b>: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">De la infancia a la juventud
transcurre una eternidad; de la juventud a la edad adulta, una estación del
año. La vejez llega en una noche y es increíble”.</i> Es aquí donde<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"> Colden</b> acierta y se nos revela como el
gran fenomenólogo que es, organizando, un poco aristotélicamente, las
sensaciones captadas en pequeños capítulos como cajones de armarios: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Árboles, Palabras, Visitantes, Sabores,
olores, Placeres, Animales… Lugares</i>. Él diría: como una biznaga de
palabras. Es curioso, porque en la obra inaugural de esa “fenomenología de la
imaginación” que es <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">La Poética del Espacio</i></b>, <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Bachelard</b>,
haciendo un recorrido desde el sótano a la buhardilla de una casa-arquetipo, se
detiene en los armarios, en los cajones, como trasuntos en miniatura de la
propia casa, de los “ensueños”, como él los llama, de ser diminuto y esconderse
en los recovecos. Así, cita <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Bachelard</b>:
“<i style="mso-bidi-font-style: normal;">El armario –dice Milozs- está lleno del
tumulto mudo de los recuerdos.”</i> Y nos recuerda este poema de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">André Bretón</b>: <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 12.0pt; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: center;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-size: 10.0pt;">L’armoire est pleine de ligne<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 12.0pt; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: center;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-size: 10.0pt;">Il y a même des rayons de lune que se peux deplier.<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Las preguntas a las que nos expone Bachelard ante su análisis
de la casa son múltiples y todas esenciales, insertadas en capítulos en
apariencia inocentes: casa y universo; los rincones; la concha; la miniatura;
la inmensidad íntima… En realidad, nos coloca ante nuestra propia existencia
corporal como continente de la consciencia, nos reduce al espacio más esencial
y después nos proyecta a nuestro exterior inmediato: nuestra habitación,
nuestra casa… La referencia a <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Bousquet</b>,
aquel poeta que cuyo universo era una cama, es elocuente: “Nadie me ve cambiar.
Pero, ¿quién me ve? Yo soy mi <i style="mso-bidi-font-style: normal;">escondite.</i>”
Y <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Víctor Colden</b> nos da una respuesta
en su libro, porque a través de una síntesis resuelve ese gran drama que
planteó <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Edmund Husserl</b>: “La mayoría
de los hombres pasan por la vida como si estuvieran medio dormidos”. ¿Qué integra
esta síntesis? Recordamos ahora la mirada de la niña de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Bergman</b>. En el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Inventario del Paraíso</i></b>, la mirada desinhibida
del niño que ya es mayor –pero a la vez niño-, comienza por desgranar todos los
lugares importantes de la casa, los impregnados de la observación y la
experiencia primera, los que están enlazados con alguna vivencia: la hamaca del
abuelo, que los pequeños acechan escondidos, el tocador de la abuela Lola, la
entrada de arriba, la fábrica del garaje… La casa y sus habitantes quedan
unidos, indisolubles, desde el principio, en la memoria de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Michi</b>, el niño que fue. Lo que nos enseña <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Colden</b> desde la primera página es sus rincones, una palabra que
para el niño conserva toda la plenitud de la aventura, del descubrimiento, porque
un rincón es el contrario de un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">no-lugar</i>,
es un espacio cargado de significado. Nos cuenta <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Bachelard</b>: “El rincón se convierte en un armario de recuerdos.
Habiendo franqueado los mil umbrales del desorden de las cosas polvorientas,
los objetos-recuerdos ponen el pasado en orden.”<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-tab-count: 1;"> </span>La
narración de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Colden</b> no se inscribe
en la ficción ni la autobiografía, ni en ese extraño monstruo que dio en
llamarse autoficción, no es una novela al uso, es un género distinto que hunde sus
raíces en textos como los de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Natalia Ginzburg</b>,
que descubrí gracias a este <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Inventario del Paraíso</i></b>. En la más
genuina de las obras de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Ginzburg</b>, <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Léxico
familiar</i></b>, la autora pasea a través de los momentos íntimos de su
familia, de sus hermanos, sus padres, los vecinos. Las vivencias y recuerdos
desfilan por las estancias de la casa familiar con una naturalidad -a la vez íntima
en extremo y despegada- que nos hace sentirnos por momentos unos invasores.
Pero es la propia <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Natalia Ginzburg</b> (<b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Levi</b> de nacimiento) la que ocupa el
papel de esa niña de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Gritos y Susurros</i></b>, porque asume con
radicalidad el papel de observadora de las numerosas discusiones de familia, las
travesuras de los hermanos, momentos cómicos y las manías de su padre, el celo
por el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">mezzorado</i>, los poemas balbuceantes
y pegadizos, los jerséis, las manzanas, el frío de la casa… la narradora se
dedica a grabar esas escaramuzas como si de una grabadora doméstica se tratara
hasta que, sin aviso previo, (en la página 160 de la edición de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Lumen</b>), pronuncia, ya casada, dos
palabras como respuesta a una pregunta de su hermano: “Más rica”. Desde entonces,
el libro cambia, se vuelve más pesimista, son los años de la persecución
fascista, los años de los detenidos y desaparecidos, de los muertos. Nosotros,
lectores, que éramos como uno más de la familia, que comíamos los <i style="mso-bidi-font-style: normal;">smarren </i>sentados a su mesa, de repente
nos sentimos cohibidos porque nos están contando la tragedia que sufrió la
mejor generación intelectual italiana del siglo XX en el periodo de
entreguerras e inmediata postguerra, y lo hemos visto pasar entre pijamas,
sábanas colgadas y ropa interior limpia llevada a la cárcel. La frase final de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Léxico
familiar</i></b> nos trae al principio: “¡la de veces que he oído contar esa
historia!”<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
Los textos de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Colden </b>y<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"> Ginzburg</b> comparten varias cosas, pero una de ellas es su amor por
las palabras o las frases hechas de la familia, por esas palabras que parecen
adquirir corporeidad, una textura maleable y a la vez firme que las hace resistir
años, de modo que, pronunciadas incluso décadas después, nos hacen regresar
también, como la magdalena de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Proust</b>,
al inicio de la historia. En <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Léxico familiar</i></b> son incluso poemas
tontos que vuelven cada cierto número de páginas –y de años-.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: center;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-size: 10.0pt; line-height: 107%;">Yo soy don Carlos Tadrid<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: center;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-size: 10.0pt; line-height: 107%;">y soy estudiante en Madrid.<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
En <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">Inventario del paraíso</i></b>, el
afán de recuperar esas palabras personales llega a convertirse en una verdadera
investigación: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ataití-itiatá, Aceitazo,
Gloria, Rollo, Cojo, Leshe…</i> Palabras que en el “léxico familiar” interno
tienen significados y códigos superpuestos que no entenderíamos si no fuera porque
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Colden</b>, primoroso, deteniéndose en cada
detalle, nos los deshoja y pincha para nuestro disfrute como flores de la
biznaga. Están también los animales: la salamanquesa, el camaleón y, sobre
todo, la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">bisha</i>, que pululan por las
estancias y el jardín de ese paraíso de la infancia que es la casa de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Las Palmeras</i>, la casa de veraneo de los
abuelos malagueños. O los olores, que <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Colden</b>
ha guardado en una alacena secreta de su memoria (esos cajones de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Bachelard</b>…) en botes que podemos abrir
y aspirar. O los sabores: el pan con aceite y azúcar, los <i style="mso-bidi-font-style: normal;">rosquitos</i>… El inventario se hace insondable y cuando uno termina,
como en todos los buenos libros, queda apenado y desea volver al camino inicial,
a la primera página, porque nada hay como la primera lectura de un libro, la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">lectura del niño</i>, aunque, por desgracia,
no podemos volver a esa niñez del lector sino evocándola, como hago yo ahora en
estos textos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
Todos conservamos la casa de la
infancia, aun cuando la vida nos haya hecho mirar hacia otros horizontes
demasiado pronto, aun cuando esa infancia terminara antes de tiempo o nos
hubiéramos vuelto hipermétropes por comodidad. <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Colden </b>y<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"> Ginzburg</b> nos
enseñan el valor de esos momentos ya casi olvidados; a través de ellos volvemos
a recordar nuestros porches, nuestras alacenas, armarios, camas deshechas,
palomares, desvanes, por muy pronto que los abandonáramos. En este sentido, se
me figuran textos casi terapéuticos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
Suelo incitar a mis alumnos a
hacer una especie de paseo de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Rauschenberg</b>
desde el instituto a su casa. Les insisto en que se fijen en esos pequeños
detalles en los que no reparan durante el trayecto, aunque lo hagan todos los
días. Los resultados suelen ser asombrosos. Estos tres libros que he seguido
son nuestro propio paseo, nos enseñan a detenernos y a reflexionar sobre las
miserias y tristezas de los descuidos de nuestra percepción, pero también los
triunfos, porque a través de su universalidad se nos abren de nuevo los <i style="mso-bidi-font-style: normal;">sésamos</i> olvidados de nuestras primeras
percepciones. Entonces se dibuja en nuestra mente una casa, puede que la de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Colden</b>, o la de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Ginzburg</b>, pero con un poco de suerte la nuestra, olvidada bajo mil
enseres. “Pedir al niño que dibuje una casa es pedirle que dibuje el sueño más
profundo donde quiere albergar su felicidad (…)”, dice <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Mme. Balif</b> a través de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Bachelard</b>.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
Llevamos semanas de confinamiento
y empezamos a odiar incluso la existencia de nuestros domicilios, que nos
oprimen como camisas de fuerza. Intentaremos olvidar estos días en cuanto
podamos, pero quizá sea un error, quizá un ejercicio que nos salve sea colocar
nuestro entorno en paréntesis y realizar una suerte de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">epojé</i> al estilo fenomenológico; blindar esos trazos de experiencia
en nuestro interior, quizá nos sean de mucha ayuda en un futuro que
desconocemos. Recuerdo ahora un artículo que escribí hace más de veinte años en
torno a los cuentos populares, decía yo entonces que “el escepticismo es un
duro pecado, pero como actitud ante la vida es una penitencia. En los cuentos
no existe tal cosa, la cuestión no está en creer o en no creer, sino en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">experienciar</i>.” Seamos pues, ante estos
duros momentos de nuestra vida azarosa, frente a un futuro incierto, una vez
más, niños, y atesoremos estas experiencias limítrofes como un seguro hacia lo
que está por venir. <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Colden</b>, <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Ginzburg</b> y otros autores nos ayudarán
sin duda.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-size: 10.0pt; line-height: 107%;">Jumilla, Día del Libro de 2020,
sobrepasada la cuarentena en confinamiento.<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-size: 10.0pt; line-height: 107%;"><br /></span></i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: 9.0pt; line-height: 107%;">BIBLIOGRAFÍA:</span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: 9.0pt; line-height: 107%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: 9.0pt; line-height: 107%;">Bachelard, G<i style="mso-bidi-font-style: normal;">., La poética del Espacio, </i>FCE, México, 1993<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><o:p></o:p></i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: 9.0pt; line-height: 107%;">Colden, V<i style="mso-bidi-font-style: normal;">., Inventario del Paraíso,<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"> </b></i>Libros
Canto y Cuento, Jerez, 2019<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: 9.0pt; line-height: 107%;">Ginzburg, N., <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Léxico familiar</i>, Lumen, Barcelona, 2019<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: 9.0pt; line-height: 107%;">Medina, B., <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Entre fenomenología y poiesis, apuntes sobre los cuentos populares,</i>
en revista Anaquel, nº 2, Ciudad Real, 1999<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><o:p></o:p></b></span></div>
<br />Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-33276129086449225682020-04-09T12:36:00.000-07:002020-04-15T00:58:36.886-07:00CLÁSICOS DEL CONFINAMIENTO<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhk2EN1tiG_aSzYQJhOpcXD9rF02LgpamkLCrfRbnA5gCoL0MAbK9yeyYbMsb6zfN6KY4kWnfzKTTPyBiB_Sk-v_Nj8aJmG5BQVz8Bb-kGeHpx_g8DaFEGHpN_YVHuJLT3G38tIVgICib5p/s1600/labordeta001.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="976" data-original-width="1600" height="388" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhk2EN1tiG_aSzYQJhOpcXD9rF02LgpamkLCrfRbnA5gCoL0MAbK9yeyYbMsb6zfN6KY4kWnfzKTTPyBiB_Sk-v_Nj8aJmG5BQVz8Bb-kGeHpx_g8DaFEGHpN_YVHuJLT3G38tIVgICib5p/s640/labordeta001.jpg" width="640" /></a></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
En la penumbra de nuestras estancias, durante estas
cuarentenas que nos remiten a tiempos pasados, las mentes se difuminan y vuelan
sobre los textos del confinamiento. Recordamos a <b><span style="color: #ffd966;">Petrarca</span></b>, a <b><span style="color: #ffd966;">Camus</span></b> o <b><span style="color: #ffd966;">Thomas
Mann</span></b> sin dejar de pensar en estos libros como novelas de ficción, cuando
todos ellos están inspirados en hechos reales.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
Hoy quiero evocar a los autores más
que a sus obras, a esos hombres y mujeres que vivieron ocultos en el silencio
de sus casas durante largos años, muchas veces obligados, algunas por una decisión
propia generada por la presión del entorno. No hablaré aquí de los eremitas de
la <b><span style="color: #f6b26b;">Tebaida</span></b> ni del <span style="color: #ffd966;"><b>Thoreau</b></span> de <b><span style="color: #f6b26b;"><i>Walden</i></span></b>, porque sus encierros y los textos que
generaron respondieron a decisiones personales profundamente meditadas, no a la
necesidad biológica o social. Citaré, eso sí, a esos gigantes de la literatura
que, incapacitados o segregados, dieron al mundo obras únicas que de otra forma
no habrían podido ser escritas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
Recuerdo a <b><span style="color: #ffd966;">Joë Bousquet</span></b>, el poeta
francés herido en la gran Guerra que pasó décadas postrado en cama sin salir de
una habitación oscura a la luz de una lámpara, desde la que construyó sus
densos poemas. Regreso a <span style="color: #ffd966;"><b>Marcel Proust</b></span>, cuyos largos periodos de postración dieron
final a la gran saga de la memoria recobrada que es su obra. También <span style="color: #ffd966;"><b>Emily
Dickinson</b></span> pasó décadas sin salir de su casa, por propia iniciativa, sí, pero
obligada por la presión del ambiente social. Sus poemas no hubieran existido
sin ese aislamiento físico. Es cierto, como también ocurrió con <span style="color: #ffd966;"><b>Lovecraft</b></span> o con
<b><span style="color: #ffd966;">Hildegarda von Bingen</span></b>, ¡qué distintos y qué separados en el tiempo!, que esos
confinamientos se vieron compensados por una intensa actividad epistolar.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
A pesar del mérito de sus textos
y de sus ejemplos de fortaleza y voluntad, no voy a hablar ahora de ninguno de ellos,
sino de otro autor totalmente diferente que me ha acompañado desde la niñez.
Hablaré y citaré únicamente su último libro, escrito en la sordidez de un
hospital donde lo aparcaba un cáncer de próstata. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Regular, gracias a Dios</i> es el último libro de <span style="color: #ffd966;"><b>José Antonio Labordeta</b></span>,
el gran andarín aragonés, profesor de enseñanza secundaria, activista,
político, cantautor, personaje del cine y la televisión, polígrafo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<span style="color: #ffd966;"><b>Labordeta</b></span> terminó lo que él dio en
llamar unas “memorias compartidas” apenas un par de meses antes de morir. El texto
viaja entre sus recuerdos ordenados en etapas concretas de su vida y el estéril
confinamiento en el sórdido hospital zaragozano. Cuando el lector viaja por sus
memorias sabe, en todo momento, que<b><span style="color: #ffd966;"> Labordeta</span></b> escribe durante los últimos meses
de su vida; sin embargo, el escritor jamás nombra el inevitable y cercano final
de su situación, aunque lo frecuente. Habla con absoluta naturalidad de las
buenas relaciones con sus oncólogos, del paulatino recorte de su libertad de
movimientos, como si de un cuento de <span style="color: #ffd966;"><b>Cortázar</b></span> se tratase, de su poca presencia
física, de su menguante vitalidad, y lo hace siempre con humor, con esperanza y
con una inevitable ironía maña. Se permite toda clase de pequeñas anécdotas,
porque éstas no son unas memorias al uso; por ejemplo, la divertida entrevista (página
112) que tuvo nada más llegar a París y que reproduzco:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 8.0pt; margin-left: 1.0cm; margin-right: 56.65pt; margin-top: 0cm;">
<span style="font-size: 9.0pt; line-height: 107%;">El
vestíbulo estaba repleto de propaganda de Argelia francesa, y sin intimidarme
mucho llegué a la oficina donde me recibirían para resolver el papeleo. Saqué
todos y cada uno de los expedientes, y de pronto vi que la secretaria se retenía
la risa como podía: la causa era mi notable en la clase de religión de quinto
de carrera.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 8.0pt; margin-left: 1.0cm; margin-right: 56.65pt; margin-top: 0cm; text-indent: 7.05pt;">
<span style="font-size: 9.0pt; line-height: 107%;">—¿Es cierto?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 8.0pt; margin-left: 1.0cm; margin-right: 56.65pt; margin-top: 0cm; text-indent: 7.05pt;">
<span style="font-size: 9.0pt; line-height: 107%;">—Ciertísimo. Si no me hubiese sabido las Bienaventuranzas
ahora no podría presentarles la documentación completa.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-right: -.05pt; text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-right: -.05pt; text-indent: 1.0cm;">
Muy cerca del
final del libro, la reclusión se inscribe dentro de su propio piso, y es ahí,
en una página inolvidable, donde <span style="color: #ffd966;"><b>Labordeta</b></span> termina entroncando con <b><span style="color: #ffd966;">Bousquet</span></b>,
<span style="color: #ffd966;"><b>Proust</b></span> y tantos otros atletas del confinamiento. Caen frases inmisericordes y a
la vez vitalistas sin respiro para el lector: “Cada día lucho más contra esta
indecente forma de hacerme viejo, casi anciano, y uno de mis deberes cotidianos
es recorrer el pasillo de mi casa —lo recorro veinte veces por la mañana y
otras veinte por la tarde—”. Unas líneas más abajo, en esa página 213, se
permite una dura y realista metáfora existencial: “Cuando uno no tiene más que
su casa como recorrido y vida, hace de ésta un lugar tan hermoso como el más
hermoso (…). Mi casa, como digo, es mi refugio y también mi condena y todos los
días, tras finalizar mi paseo de veinte pasillos, acepto que ese paseo ficticio
es mi vida y quiero hacerlo todos los días y me doy cuenta de que cada vez
necesito menos cosas para ser feliz.”<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-right: -.05pt; text-indent: 35.4pt;">
<span style="color: #ffd966;"><b>Labordeta </b></span>deja
una lección de vida hacia el futuro, precisamente en el momento en que él ya ha
agotado el suyo propio; una lección que se nos figura fundamental para
arrostrar estos tiempos de penuria. <i>Regular, gracias a Dios</i> fue el primer libro
que terminé dentro del confinamiento y que me ayudó a entender que, por mala
que fuera nuestra situación, siempre podríamos afrontarla con un atisbo de la
entereza con que la encaró el viejo cantautor.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-right: -.05pt; text-indent: 35.4pt;">
Vayan estas
líneas en recuerdo de <span style="color: #ffd966;"><b>José Antonio Labordeta</b></span>, de <b><span style="color: #ffd966;">Luis Eduardo Aute</span></b> y de otros
luchadores por la libertad que hoy ya no están con nosotros.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-right: -.05pt; text-indent: 35.4pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-right: -.05pt; text-indent: 35.4pt;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">En mi piso de Jumilla, día 27 del
confinamiento por la epidemia de coronavirus.<o:p></o:p></i></div>
<br />
<br />Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-53078952146684056892020-01-29T12:46:00.000-08:002020-01-29T12:46:05.972-08:00EL LEGADO DEL MAESTRO<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrR-RpsmZcHxl0igV-TJZCAhba5ymnpZmsJbWX8E3EKqHzbfFKSRhsAgrG3kUP7sUDIeuqNe2WF5R21M9xasY6kD7On6oNJSR1NhjoJMXy3wRQCKTSQvleHzqDw_swa-4qnWn7CgCTvRlr/s1600/amalgama-joaquin.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="578" data-original-width="1600" height="228" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrR-RpsmZcHxl0igV-TJZCAhba5ymnpZmsJbWX8E3EKqHzbfFKSRhsAgrG3kUP7sUDIeuqNe2WF5R21M9xasY6kD7On6oNJSR1NhjoJMXy3wRQCKTSQvleHzqDw_swa-4qnWn7CgCTvRlr/s640/amalgama-joaquin.jpg" width="640" /></a></div>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">A Don Joaquín
Guardiola Baños<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNormal">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><br /></i></div>
<div class="MsoNormal">
Pasó <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #ffd966;">santo Tomás de
Aquino</span></b>, sin pena, sin gloria ni festividad, trasladada a un lunes por mor
de los puentes y se nos fue <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #ffd966;">Don Joaquín</span></b>.
Tenía cumplidos ya los setenta, y sin embargo nos parecía, a nosotros que
fuimos sus alumnos hace ocho lustros, que iba a ser eterno.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Los caprichos de
la memoria hacen que ciertos momentos vividos en la pubertad se nos figuren
cercanos, llenos de color, mientras otros posteriores se vuelvan grises y
mustios. En cierto modo, eso es lo que pasa con las huellas que los maestros,
algunos maestros, nos dejan. En el ingrávido pabellón desierto de la escuela se
nos figura que son precisamente esos los momentos que nos hicieron madurar.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="color: #ffd966;">Don Joaquín</span></b> era un maestro <i style="mso-bidi-font-style: normal;">sui géneris</i>. Contaría apenas treinta y
tres años cuando entramos en su clase de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">sexto
de EGB</b>. A nosotros nos pareció, como cuenta nuestro compañero <b>Juan</b>, un
señor ya mayor, una eminencia trajeada con su chaqueta de pana, su pelirrojo
mostacho, sus gafas caladas. Era un arquetipo de la transición, aunque entonces
no lo sabíamos. Sus intereses eran tan dispares, tan amplios, que no tenía
inconveniente en aprovechar las largas horas con nosotros para dejarnos
preguntar cualquier cosa, por mi peregrina que fuera. Y claro, nosotros íbamos
bien armados. En nuestra inocencia, pensábamos que lo estábamos engañando, al
fin y al cabo, se daba la case que nosotros queríamos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Con los años, uno
cae de su error, en realidad era él quien nos engatusaba y nos llevaba al territorio
de la motivación, de la curiosidad. Allí cabía todo, desde la cámara <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f6b26b;">Kirlian</span></b>, a los últimos avistamientos <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f6b26b;">OVNI</span></b>, los más enrevesados nombres de dinosaurios
desaparecidos, pasando por el mejor método para hipnotizar gallinas. La segunda
parte de la clase, la de las matemáticas y las ciencias naturales –en principio
la más árida-, entraba por sí sola en nuestras alocadas mentes. Hoy, <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #ffd966;">Don Joaquín</span></b> posiblemente hubiera
recibido alguno de estos rimbombantes premios a la labor educativa si alguien
se hubiera parado a pedirlo de su parte, entonces simplemente era nuestro
maestro más añorado, ese a cuya clase quería uno asistir más que a cualquier
otra.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Otra faceta que lo
distinguía era su indomable ironía, que nosotros no entendíamos del todo pero
que nos embobaba. Así, cuando un alumno suspendía un examen con una nota en
extremo exigua, (existía la figura de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Atilano</b>,
“Rey de los Unos”) se mesaba los cabellos diciendo: <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">¡Que tenga que ver esto un
matemático insigne como yo! </i></b>Nosotros, sus ingenuos alumnos, pensábamos
dos cosas; o que estaba loco, o que realmente era un matemático famoso y no lo
sabíamos, o las dos a la vez. En cierta ocasión, unos compañeros fabricaron una
pócima espantosa que escandalizó a nuestra maestra de francés. El mejunje olía
realmente mal. <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #ffd966;">Don Joaquín</span></b>, en ese
momento jefe de estudios, acudió presto a la llamada de socorro pronunciando
esta sabia frase: <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">¿Qué genio anónimo ha logrado componer este perfume exquisito? </i></b>Entonces,
por vez primera, comprendimos el poder de la ironía (no así nuestra ofuscada
profesora de francés).<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>De todas formas,
quizá su legado más duradero sea el haber conseguido, como recuerda nuestro
compañero J<b>uan Carlos</b>, enseñarnos a pensar. Y eso lo hizo en cada una de las
clases que nos dio, donde la simple memoria era sólo un cemento del ladrillo.
Resumo su método con una anécdota. Una buena mañana, de esas en que el olor a
borrador, madera de cedro y mortadela adormece las mentes febriles, no conseguía
que entendiéramos el mecanismo de la respiración. Ya casi al borde de la desesperación,
agarró la caja de cerillas, raspó y encendió una. No olvidaré su mirada
penetrante, su mano tiesa con el fuego minúsculo entre los dedos: <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">¿Qué
creéis que hace esta cerilla? Está respirando.</i></b> Y así, a la lumbre de la
inteligencia, comprendimos un proceso.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>En todo caso,
ahora pienso que su principal herencia es simplemente el recuerdo que dejó en
nosotros, no ya los mil detalles que aprendimos de él, sino la convicción de
que, en realidad, aprender es un acto de amor por las cosas del mundo, es un
entusiasmo primigenio derivado del asombro. Por eso evocamos con tal facilidad
su silueta larguirucha, sus facciones flemáticas, su manera de convertir
aquellas horas aparentemente opacas en algunas de las más felices que recordamos.
El gusanillo de la enseñanza prendió en algunos de nosotros, sin saberlo, como
una lumbre tenue de cerilla que muchos años después espabiló y creció.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>No hay mejor
tributo a su memoria, mejor homenaje, que recordar para él aquellas frases de
la película de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #ffd966;">José Luis Cuerda</span></b>, <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f6b26b;">Amanece que no es poco</span></b>:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
—¡Pero qué buen maestro es usted, Don Roberto!<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
—Rural. Rural nada más, Elena.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<br />Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com11tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-44229661807843566002019-12-29T09:46:00.002-08:002019-12-29T09:48:17.645-08:00UN RECUERDO PARA EDICIONS DE PONENT<br />
<div class="MsoNormal">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">A la memoria de Paco Camarasa.<o:p></o:p></i></b></div>
<div class="MsoNormal">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><br /></i></b></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgfcSA1DPs9n9mbCGRVXjknXefcebxiMuw29TvvmgblOY3hDEVaJKSP5D3SiTgO747YSGBe4KQ2CpqZVt8-QQjX63IiIxuu6j6ZNe56zgG9h-CztO3F0EF3ddCxDoNbCleRcvm7uqISlrRY/s1600/amalgama-camarasa.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1064" data-original-width="1600" height="265" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgfcSA1DPs9n9mbCGRVXjknXefcebxiMuw29TvvmgblOY3hDEVaJKSP5D3SiTgO747YSGBe4KQ2CpqZVt8-QQjX63IiIxuu6j6ZNe56zgG9h-CztO3F0EF3ddCxDoNbCleRcvm7uqISlrRY/s400/amalgama-camarasa.jpg" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNormal">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><br /></i></b></div>
<div class="MsoNormal">
Hace ya más de tres años que se nos fue el responsable de
una de las aventuras más saludables del panorama editorial español: <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #ffd966;">Paco Camarasa Pina</span></b>. Desde que en 1995
optara por entrar en el mundo de la historieta con la editorial <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f6b26b;">Joputa CB</span></b>, junto a <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #ffd966;">Diego de la Torre</span></b>, su actividad no cesó hasta su muerte. Su logro
más importante es la creación y posterior internacionalización de su propia
aventura: <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f6b26b;">Edicions de Ponent</span></b>, ese
semillero de autores españoles que desde la humilde ubicación en <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f6b26b;">Onil</span></b>, donde Paco tenía la imprenta, o <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f6b26b;">Castalla</span></b>, su residencia, pero siempre
en <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f6b26b;">Alicante</span></b>, demostró lo necesaria
que era una apuesta independiente y libre, tanto para autores como para
lectores. En 2003 fundará <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f6b26b;">Ponent Mon</span></b>,
cuya filial en <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f6b26b;">Rasquera</span></b> (<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f6b26b;">Tarragona</span></b>) es hoy su único hijo vivo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
Lo que quiero destacar hoy de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #ffd966;">Paco Camarasa</span></b> no es su extensa pléyade
de premios (entre los que se incluye el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Yellow
Kid</b> de 2005, (considerado el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Óscar</b>
de los comics), ni su prestigio, fraguado con el trabajo exigente y entregado.
Sus ediciones han cosechado multitud de reconocimientos, como el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Premio Nacional del Comic</b> de 2010 (entre
otros) a <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="color: #f6b26b;">El Arte de Volar</span></i></b>, de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #ffd966;">Kim
y Altarriba</span></b>, ya sólo encontrable rebuscando en descatalogados, o el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Premio nacional de Ilustración</b>, ese
mismo año, para <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #ffd966;">Ana Juan</span></b> (hoy
reconocida internacionalmente) por <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="color: #f6b26b;">Snowhite</span></i></b><i style="mso-bidi-font-style: normal;">.</i> A estos hitos podemos agregar, en distintas ediciones, los
siguientes<b style="mso-bidi-font-weight: normal;">: Premio a la labor
prohistorieta, al mejor guion y al mejor dibujo cómico del Diario de Avisos</b>;
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Mejor Contribución Cultural del Cómic</b>,
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;">XII Premios Cartelera Turia</b>; premios
a la mejor obra, guion y autor revelación en el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Salón del Cómic de Barcelona</b>; el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">White Ravens</b>, el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Junceda </b>en
la categoría de cómic y el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Premio
Nacional de Cómic de Cataluña</b>.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
Tampoco voy a hacer una inmersión
especial en su faceta de animador cultural como Presidente de la Asociación de
Editores de Cómic de España, o la creación del <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f6b26b;">Centro de Documentación del Cómic</span></b> en 2008, en <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #f6b26b;">Onil</span></b>.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
Y no quiero centrarme tampoco en
la encomiable apuesta por los autores españoles por encima de todo, con
ediciones de gran calidad, resumida en su frase: «Mientras que la mayoría de
las empresas editoriales de cómics españolas se dedican a vender material
internacional aquí, nosotros nos dedicamos a editar a autores españoles y
vender sus derechos en el extranjero» <a href="https://www.abc.es/espana/comunidad-valenciana/abci-trece-anos-vinetas-201102010000_noticia.html">ver</a>.
Es innegable que si más empresas españolas tomaran ese camino este país se
convertiría de facto en lo que es en embrión, una potencia mundial en el mundo
de la historieta y la ilustración.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
Lo que quiero realmente destacar
es que la labor de este gigante de la edición fue desde el principio una jugada
no solo de riesgo, sino de clara pérdida económica. Cuando se decidió a dar el
paso lo hizo sabiendo que podía permitirse perder 3000 o 4000 euros semanales. Lo
que animaba a<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"> <span style="color: #ffd966;">Camarasa</span></b> era su amor
al cómic, como en otros editores españoles, hoy olvidados, lo fue hacia la
literatura. <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #ffd966;">Camarasa</span></b> quería dejar un
legado, un legado digno, y abrir el paso a gente válida a lectores necesitados
de esos talentos. El beneficio económico no importaba, un lema que hoy parece a
muchos algo propio de locos o sonados.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
Nadie ignora que este tipo de
iniciativas va quedando paulatinamente reducidas a cenizas por la angustiosa
presión de los gigantes de la edición y, sobre todo, de la distribución, cuyo
único cometido es llenar las arcas con un material tan sensible como frágil.
Llegados a este punto, la figura de<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"> <span style="color: #ffd966;">Paco
Camarasa</span> </b>me hace pensar en los héroes clásicos, que ejecutaban hazañas por
encima de sus posibilidades.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
Tras su muerte, a esta filantrópica
empresa llamada <span style="color: #f6b26b;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Edicions de Ponent</b>
</span>le pasó lo que todos sabemos: nadie se hizo cargo de las relaciones
contractuales con los autores, ni de las obras vivas, ni de los fondos de
editados <a href="https://valenciaplaza.com/nadie-reclama-el-legado-y-los-fondos-de-edicions-de-ponent">ver</a>,
que fueron en su mayoría a alimentar el confuso mundo de los descatalogados y
la segunda mano. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Sólo nos queda
disfrutar de lo ya editado, como ejemplo, la inigualable<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="color: #f6b26b;"> Pareidolia</span></i></b> de la
multidisciplinar artista <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #ffd966;">Rosana Antolí</span></b>,
el exquisito <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="color: #f6b26b;">Míseres</span></i></b>, de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="color: #ffd966;">Francesc
Grimalt</span></b> o <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="color: #f6b26b;">Sólo los muertos no hablan</span></i></b>, de<span style="color: #ffd966;"> <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Ángel Muñoz</b></span>; o bien, buscar los fondos que todavía se encuentren en
el mercado y rezar para que otro loco se acuerde del cómic de autor nacional.<o:p></o:p></div>
<br />Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-48008946788107331992019-12-08T02:57:00.000-08:002019-12-08T03:37:41.710-08:00GRETA THUNBERG Y LOS DEMÁS<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhVaO9xBs_v0y1PLJ6wbN80OJqU1uaaIW1xm0RYDSMMTOAhrSSxR2os2y23UBt6qsbI_0NgyiBR0BqcxDD8t1NN5SUHsawr4dOswqz0XnIDce3MhV3HhwcGLRpVPEcoUEmzSsilzMQJsPWl/s1600/vaccaria-hispanica-ElCuadrado-a_0051.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1060" data-original-width="1600" height="263" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhVaO9xBs_v0y1PLJ6wbN80OJqU1uaaIW1xm0RYDSMMTOAhrSSxR2os2y23UBt6qsbI_0NgyiBR0BqcxDD8t1NN5SUHsawr4dOswqz0XnIDce3MhV3HhwcGLRpVPEcoUEmzSsilzMQJsPWl/s400/vaccaria-hispanica-ElCuadrado-a_0051.jpg" width="400" /></a></div>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="MsoNormal">
<i><br /></i></div>
<div class="MsoNormal">
<i>Dedicado al equipo de <span style="color: #ffd966;"><b>El bosque habitado</b></span>, de Radio 3 @BosqueHabitado, que tanto bien nos hace</i></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Al principio me sentí esperanzado. Más tarde, enfurecido. A
fecha de hoy me encuentro reafirmado en lo que siempre pensé sobre la activista
más joven del planeta.</div>
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<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<b><span style="color: #ffd966;">Greta Thunberg</span></b> tiene razón.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
La tiene porque es denostada y odiada a partes iguales por
negacionistas, izquierda trasnochada, moderados paternalistas, ecologistas de
medio pelo y toda suerte de extraños personajes de los que nunca se escuchó una
sola palabra de alerta en torno al cambio climático. Verdaderos analfabetos
recurren a científicos para acusarla de banalidad, mientras esos mismos
científicos callan. Furiosos partidarios de expulsar a todo inmigrante
subsahariano que llegue a nuestras costas recurren a la supuesta carta de la
africana <span style="color: #f6b26b;"><b>Kiwa</b></span>, de 15 años, de la que nadie sabe nada, salvo que su texto es un
modelo clásico de manipulación de la condición del tercer mundo. <span style="color: #f6b26b;"><b>Kiwa</b></span> le reprocha
a <b><span style="color: #f6b26b;">Greta</span></b> tener la piel muy fina por decir que le han robado su infancia, pero no
repara en que esos mismos ladrones son los que robaron la suya, evidentemente
mucho más difícil. En realidad <span style="color: #f6b26b;"><b>Greta</b></span> habla del hurto de los sueños, que no es
cosa baladí.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
A <b><span style="color: #f6b26b;">Greta</span></b> se la califica de niña, cuando es una mujer de 16
años. Esos mismos críticos no se escandalizan al ver Lolitas anémicas emperifolladas
desfilando por las pasarelas. <b><span style="color: #f6b26b;">Greta</span></b> no va al colegio, claro, porque en todo
caso iría al instituto, aunque en realidad viaja con un educador que cuida de
su formación. Los padres de <span style="color: #f6b26b;"><b>Greta</b></span> –esos ogros- buscan fama y dinero, aunque en
realidad ya la tienen; él es un actor conocido y ella cantante (actuó en
<span style="color: #ffd966;"><b>Eurovisión</b></span> en 2009). Se dice que han instrumentalizado su infancia, pero
ninguno de los críticos ha emitido una palabra sobre los padres de <b><span style="color: #f6b26b;">Messi</span></b>, de
<span style="color: #f6b26b;"><b>Nadal</b></span>, de tantos <span style="color: #f6b26b;"><b>Joselitos y Mélodis</b></span>, de los participantes del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">talent show</i> de turno, donde pequeños
autómatas hacen piruetas estrafalarias o endiosados pinches de cocina se
prestan a espacios tan falsos y sobreguionizados como <span style="color: #ffd966;"><b>Master Chef</b></span>. Y lo peor de
todo, la atacan por su <i>síndrome de Asperger,</i> que confunden con una enfermedad,
y que suponen discapacitante para cualquier ejercicio del discurso público.
Incluso confiesan algunos que les da “grima”, que “les da miedo”. Tan cacofónico
como decir que <span style="color: #f6b26b;"><b>Steve Jobs</b></span> no podría ser un prodigio de la informática porque
era disléxico o que <span style="color: #f6b26b;"><b>Albert <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Einstein</b></span> no
pudo ser un genio de la física porque suspendió en el instituto y encima su
cerebro pesaba menos de la media. La lista de salvajadas sobre<span style="color: #f6b26b;"><b> Greta Thunberg</b></span> no
tiene fin.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Sin embargo, lo que más me ha sorprendido es la actitud de
algunos intelectuales de la élite cultural acusando al sistema de banalizar unos
hechos (por otro lado incuestionables) con la figura seráfica de una joven
desvalida, futuro juguete roto, una especie de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">dollie gótica</i> sin el encanto morboso de lo fúnebre. El problema
principal de estos intelectuales sin voz que condenan la banalidad de los<i style="mso-bidi-font-style: normal;"> media </i>en la figura de alguien como
<span style="color: #f6b26b;"><b>Greta </b></span>-que se desenvuelve bien en ellos y los utiliza para dejar su mensaje- es
que pertenecen a esas élites derrotadas de las que habla <b><span style="color: #f6b26b;">Christophe Guilluy</span></b> en
<i>No Society,</i> élites que han perdido su influencia, el pulso de los tiempos,
sustituidas por movimientos populares mucho más dinámicos y pragmáticos.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<o:p></o:p>En el fondo de la aversión a <span style="color: #f6b26b;"><b>Greta Thunberg </b></span>se encuentra el
resentimiento de dos generaciones enteras de seres humanos que han disparado
todos los niveles de contaminación (ya sea residuos plásticos, agrícolas, concentración
de CO2 elevada a 407 partes por millón, y tantos otros parámetros). Resentimiento, que no culpa, como ya nos enseñara <span style="color: #f6b26b;"><b>Nietzsche</b></span> en <i>La genealogía de la moral</i>, incapacidad
para admitir los errores de todos los grupos activos que desde la <b><span style="color: #ffd966;">Segunda
Guerra Mundial </span></b>no supieron bajar de una espiral consumista e irresponsable
trasmitida sin rubor a sus hijos y nietos, los contemporáneos de <span style="color: #f6b26b;"><b>Greta Thunberg</b></span>.</div>
<div class="MsoNormal">
<o:p></o:p></div>
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<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Estos activitas, de los que <span style="color: #f6b26b;"><b>Greta Thunberg</b></span> no es sino una
muestra sobresaliente, no hablan para sus mayores, pues saben que es inútil,
hablan a los jóvenes, que todavía, sino inocentes, al menos tienen la capacidad
de cambiar. Nadie le ha pedido perdón a esta generación que hereda un sistema
imposible, antes bien, todos se han apresurado a exhibir un obsceno
paternalismo falto de toda legitimidad.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Es sintomático que entre toda la pléyade de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">haters, </i>de<i style="mso-bidi-font-style: normal;"> ecolistos </i>que se abalanza sobre <b><span style="color: #f6b26b;">Greta Thunberg</span></b>
deseándole que se hunda en el océano, que se intoxique con comida vegana y otras
lindezas, no existan educadores activos, profesores que ejercen la enseñanza en
los centros de secundaria. Pueden dudar, mostrarse cautos, pero en general
atienden a su discurso. Dejad hablar a los profesionales. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Como dice <span style="color: #f6b26b;"><b><a href="http://isidora_navarro/">Isidora Navarro</a></b></span>, “el capital fagocita las Cumbres”,
y es totalmente cierto que ha intentado fagocitar a <span style="color: #f6b26b;"><b>Greta Thunberg</b></span>, aunque sin
éxito, porque ella es la normal y los demás somos los extraños, los anómalos,
los desvalidos, los manipulados. Una simple búsqueda en el motor de <i><span style="color: cyan;">google</span></i> del
nombre de <span style="color: #f6b26b;"><b>Greta Thunberg</b></span> arroja que la primera palabra relacionada con su
nombre es “enferma”. No hay mejor prueba para demostrar lo que sostengo:
nosotros somos los verdaderos enfermos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Por eso insisto en lo que dije al principio: <span style="color: #f6b26b;"><b>Greta</b></span> tiene
razón, precisamente porque todos, salvo los más jóvenes, la odian.<o:p></o:p></div>
<br />Bartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-80223859025453465912019-11-01T12:10:00.000-07:002019-11-01T12:10:37.363-07:00PROGRAMA #AMALGAMAS/10 Con Eva López Mártínez<h3>
"Solo puedo controlar lo que yo hago, y a través de lo que hago influir en los demás" Eva López </h3>
Nuestra invitada, <span style="color: #ffd966;"><b>Eva López</b></span> (una joven que quiere escuchar a sus mayores) conjuga la valentía de montar hace trece años un restaurante familiar con encanto y la sensibilidad hacia expresiones culturales tan dispares como las tradiciones populares, el tanatoturismo, la moda y la música gótica. Un final de temporada sin desperdicio.<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifoDXVsTSEv9F9fNiUgj3Yw-vgLYN_cPNfFrO0nwONhAQ8hBMD6-Q2kL6Ue9INsVdfwXpE9GvNIHKUvKgJw0M94Dr62g9tk6ulzd5uGd5wnCjpUk3vwmd5c6rxMDRqiiXpJZ0ygTMSq1Na/s1600/LOGO+AMALGAMAS-bueno.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1034" data-original-width="1600" height="257" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifoDXVsTSEv9F9fNiUgj3Yw-vgLYN_cPNfFrO0nwONhAQ8hBMD6-Q2kL6Ue9INsVdfwXpE9GvNIHKUvKgJw0M94Dr62g9tk6ulzd5uGd5wnCjpUk3vwmd5c6rxMDRqiiXpJZ0ygTMSq1Na/s400/LOGO+AMALGAMAS-bueno.jpg" width="400" /></a></div>
<br />
Pinchar para escuchar el programa: https://www.ivoox.com/amalgamas-eva-lopez-8-abril-2019-audios-mp3_rf_34528035_1.htmlBartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-32626789818294902422019-11-01T11:54:00.000-07:002019-11-01T11:54:17.879-07:00PROGRAMA #AMALGAMAS/09. Con Lucía Chovancova<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<h3>
"Donde habito es en el español", Lucía Chovancova</h3>
Nacida en <span style="color: #f6b26b;"><b>Eslovaquia</b></span> y enamorada del idioma castellano, <b><span style="color: #ffd966;">Lucía Chovancova</span></b> se licenció en Filología Hispaánica en <b><span style="color: #f6b26b;">Granada</span></b>, donde ejerce como profesora y ultima su tesis sobre cuentos populares. Ha estudiado también Antropología Social y Cultural. Hablar con ella es realizar un viaje exquisito a las intimidades de nuestro idioma y a las músicas centroeuropeas.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifoDXVsTSEv9F9fNiUgj3Yw-vgLYN_cPNfFrO0nwONhAQ8hBMD6-Q2kL6Ue9INsVdfwXpE9GvNIHKUvKgJw0M94Dr62g9tk6ulzd5uGd5wnCjpUk3vwmd5c6rxMDRqiiXpJZ0ygTMSq1Na/s1600/LOGO+AMALGAMAS-bueno.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1034" data-original-width="1600" height="257" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifoDXVsTSEv9F9fNiUgj3Yw-vgLYN_cPNfFrO0nwONhAQ8hBMD6-Q2kL6Ue9INsVdfwXpE9GvNIHKUvKgJw0M94Dr62g9tk6ulzd5uGd5wnCjpUk3vwmd5c6rxMDRqiiXpJZ0ygTMSq1Na/s400/LOGO+AMALGAMAS-bueno.jpg" width="400" /></a></div>
Pincha aquí para escuchar el programa: https://www.ivoox.com/amalgamas-lucia-chovancova-audios-mp3_rf_33936826_1.htmlBartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-815045435269228822019-11-01T11:40:00.000-07:002019-11-01T11:40:40.115-07:00PROGRAMA #AMALGAMAS/08 Con Juana Santa Lozano<h3>
<b>"De tus bordes a mis límites existe un universo entero" Juana Santa</b></h3>
Doctora en Bellas Artes, Licenciada en Historia del Arte, <b><span style="color: #ffd966;">Juana Santa</span></b> es una experta en los pueblos indígenas de <span style="color: #f6b26b;"><b>Sudamérica</b></span>, de sus culturas, de su humanidad y singular contacto con la naturaleza. Profesora en <span style="color: #f6b26b;"><b>Lima</b></span>, su valiosa experiencia en esta ciudad y en <b><span style="color: #f6b26b;">México D. F.</span></b> es la columna de este deliciosos programa.<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifoDXVsTSEv9F9fNiUgj3Yw-vgLYN_cPNfFrO0nwONhAQ8hBMD6-Q2kL6Ue9INsVdfwXpE9GvNIHKUvKgJw0M94Dr62g9tk6ulzd5uGd5wnCjpUk3vwmd5c6rxMDRqiiXpJZ0ygTMSq1Na/s1600/LOGO+AMALGAMAS-bueno.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1034" data-original-width="1600" height="257" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifoDXVsTSEv9F9fNiUgj3Yw-vgLYN_cPNfFrO0nwONhAQ8hBMD6-Q2kL6Ue9INsVdfwXpE9GvNIHKUvKgJw0M94Dr62g9tk6ulzd5uGd5wnCjpUk3vwmd5c6rxMDRqiiXpJZ0ygTMSq1Na/s400/LOGO+AMALGAMAS-bueno.jpg" width="400" /></a></div>
Pinchar para escuchar el programa: https://www.ivoox.com/amalgamas-juana-santa-11-marzo-2019-audios-mp3_rf_33337266_1.htmlBartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3329368322805142595.post-44785294673788240272019-03-22T12:46:00.001-07:002019-03-22T12:46:45.080-07:00PROGRAMA #AMALGAMAS/07. Con Alberto navarro Elbal<h3>
"La regla de oro en mi aula: la empatía" Alberto Navarro Elbal</h3>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifoDXVsTSEv9F9fNiUgj3Yw-vgLYN_cPNfFrO0nwONhAQ8hBMD6-Q2kL6Ue9INsVdfwXpE9GvNIHKUvKgJw0M94Dr62g9tk6ulzd5uGd5wnCjpUk3vwmd5c6rxMDRqiiXpJZ0ygTMSq1Na/s1600/LOGO+AMALGAMAS-bueno.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1034" data-original-width="1600" height="206" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifoDXVsTSEv9F9fNiUgj3Yw-vgLYN_cPNfFrO0nwONhAQ8hBMD6-Q2kL6Ue9INsVdfwXpE9GvNIHKUvKgJw0M94Dr62g9tk6ulzd5uGd5wnCjpUk3vwmd5c6rxMDRqiiXpJZ0ygTMSq1Na/s320/LOGO+AMALGAMAS-bueno.jpg" width="320" /></a></div>
Experimentado formador de formadores y maestro de Educación Primaria, <b><span style="color: #ffd966;">Alberto Navarro</span></b> recorre con mirada crítica, fina ironía y perpicacia vital los errores, miserias y triunfos de la educación actual entre un sberbio elenco de canciones míticas.<br />
<br />
Pinchar en el enlace para escuchar el audio del programa:<br />
https://www.ivoox.com/amalgamas-alberto-navarro-25-febrero-2019-audios-mp3_rf_32977289_1.htmlBartolomé Medinahttp://www.blogger.com/profile/14702828779975326993noreply@blogger.com0