jueves, 1 de noviembre de 2012

ZOMBIS, VAMPIROS Y OTROS SIMULACROS DEMOCRÁTICOS


Entre las figuras más complejas a la vez que populares que han difundido los medios de masas actuales se encuentran los zombis, vampiros y otros seres fronterizos nacidos al amparo del género de terror. Sus relaciones metafóricas con la realidad son más que evidentes, sobre todo si establecemos comparaciones a nivel económico, social y político. Son numerosos los ensayos y artículos que han tratado el tema, pero citaremos aquí solamente las reflexiones de José Saturnino Martínez García en Le Monde Diplomatique, edición española del mes de octubre. Este autor nos recuerda, para empezar, el origen del zombi como esclavo que simula su muerte para ser libre. Sus congéneres extienden la leyenda de que es un ser sin alma controlado por un brujo. La actual versión del zombi, aquella que hizo famosa George Romero, nos introduce en la idea de algún tipo de enfermedad o mal secreto que deja a los hombres no solo sin alma, sino también sin cerebro, o al menos con el indispensable paleocórtex que les permita deambular. Los nuevos zombis, los de Michael Jackson, son además caníbales. José Saturnino Martínez nos hace una primera referencia social que me parece muy acertada, en tanto remite a las relaciones muertas en el ámbito urbano alienado de los solitarios dúplex o  adosados (explotado ampliamente en el cine), o  nos recuerda a las personas con las que se ha perdido la amistad, que vagan alrededor nuestro como cáscaras vacías. Dicho en palabras del ensayista: “la genta a la que queremos ya no está ahí, están sus cuerpos, pero no la relación personal”. Si utilizamos la terminología de Baudrillard podemos decir que un zombi es un simulacro de ser humano, un simulacro de la existencia.
A propósito de Walking Dead, el popular cómic y serie norteamericanos, José Saturnino Martínez se interna en una hábil disección del estado europeo post-crisis, donde el orden político ha sido sustituido por el orden policial, siendo la crisis la amenaza irracional exterior encarnada por los muertos vivientes en el supuesto del Apocalipsis Zombi. Conocemos demasiado bien este argumento que esgrimen los gobiernos sin ideas de esta Europa terminal; puesto que la amenaza es tan grande, se deben unir las fuerzas de tal manera que cualquier disensión, debate, opinión contraria (es decir, lo constitutivo del orden político) quedan fuera de toda posibilidad, porque el gobierno, ante la situación de emergencia, asume todo el control e impone “una única solución como natural, pues no hay alternativa”. La “polémica sobre lo común” ha quedado derogada. El articulista de Le Monde Diplomatique sólo ve una diferencia entre el orden de cosas de Walking Dead y la situación de la que es metáfora, nuestro propio orden social; mientras en el primero no hay gobierno, y los propios ciudadanos construyen el orden policial, en el segundo caso sí lo hay. Difiero de su análisis sólo en un punto, y remito a la entradas de este blog de hace un año, http://jumilla-amalgama.blogspot.com.es/2012/02/la-emergencia-del-estado-simulacro.html en la que, aparte de hablar de soslayo de los consumidores-zombis, del consumo como forma de democracia neoliberal, se plantea la posibilidad de algo parecido a un estado zombi, controlado por un brujo exterior, llámese Troika, llámese mercados deudores. Para clarificar el símil hay que remitir al conocido cuento de Poe en el que un moribundo, Míster Valdemar, es mesmerizado en el momento mismo de morir. La hipnosis aguanta artificialmente el cuerpo en un estado fronterizo entre vida y muerte hasta que el final del experimento, meses después, nos devuelve a la realidad del cuerpo, un  “horrible caos putrefacto”. Esa es la situación de algunas democracias europeas, entre ellas la española, un simulacro de estado que, como una cáscara, oculta la corrupción y la decrepitud del interior. La hipnosis a la que están sometidos sus miembros, zombis-esclavos a la antigua usanza caribeña, impide el desmoronamiento prematuro en tanto la tercera figura de esta triada del horror, el vampiro, un símbolo demasiado claro y presente, pueda seguir succionando el fluido vital. Lo peor en este cuerpo infrahumano es que dentro de él conviven los zombis y los vampiros, en una intimidad que no promete nada bueno; una vez más la realidad supera a sus metáforas.

1 comentario:

  1. Hola, Bartolo. Me ha encantado la entrada. Recientemente había estado pensando en la lectura de la figura del zombi. Se me había ocurrido que representaban también quizás el "invierno demográfico" que vivimos.

    Me he permitido poner un enlace a la entrada en mi blog y hacer un pequeño comentario allí.

    Gracias por compartir tus ideas. Un saludo.

    Antonio

    ResponderEliminar