martes, 16 de octubre de 2012

EUROVEGAS Y LOS SÍMBOLOS




La palabra <símbolo> es una de las más coherentes en cuanto a su etimología en las lenguas romances. Deriva de dos radicales, <sin>, que viene a equivaler a juntamente,  y <bolon> del verbo griego <ballein>, que significa lanzar o arrojar. El <symbolum> latino era una moneda que se partía en dos, de forma que las personas que la portaban se reconocían entre sí como prueba de un vínculo infranqueable. Guardaban los dos trozos hasta que se encontraban y podían unirlos, ellos mismos o sus enviados. De aquí, el antagonista <diabolon>, que significaba la separación irreparable. Por ello, hoy en día, el símbolo es la imagen o reflejo perfecto de aquello que se quiere explicar de forma directa y concisa, de una serie de ideas o pensamientos complejos.  Banderas o escudos han sido los iconos más usados como símbolos, pero cualquier objeto es susceptible de convertirse en símbolo, incluido algo que todavía no existe, como Eurovegas, el proyecto del magnate Sheldon Adelson todavía no edificado y cuya ubicación se supone en las cercanías de Madrid.
    Escuché por primera vez esta proposición de boca del escritor Carlos Taibo, que erigía el polémico complejo de ocio como símbolo de la miseria moral de nuestro país en los últimos tiempos, como ejemplo más que elocuente de la cultura del pelotazo, de la sed por el dinero fácil. Pero Eurovegas, el símbolo Eurovegas, es esto y mucho más. En él se resume toda una forma de entender la vida, toda una supuesta cultura en la que la especulación financiera ha terminado ahogando a la corriente neoliberal –un gran casino de apuestas que juega con el futuro de millones de personas, sin reglas de juego, sin alma, sin piedad, sin referentes-. La desregularización absoluta que persiguió el proyecto neoliberal desde los años ochenta tiene su reflejo en la ciudad sin ley que Adelson pretende instaurar en el centro de España, inmune a los tribunales de justicia del resto del país, donde proliferaría el trabajo precario, la contratación ilegal e incluso los oficios fuera del marco jurídico actual, tales como la prostitución. Eurovegas, con sus flamantes hoteles y casinos sólo para los muy ricos y estruendosas y patéticas máquinas tragaperras instaladas en las zonas comunes para los pobres que se acercan al lujo como polillas a la luz de las candilejas, es el sueño enfermizo de la utopía del capitalismo financiero en su etapa de decadencia. El lujo desmesurado, las decoraciones horteras, los vicios pretendidamente exquisitos, son pruebas más que suficientes de esa decadencia asfixiante que hubiera hecho las delicias de Joris-Karl Huysmans. Todas las más necias pesadillas unidas en un gran símbolo sofocante; pariendo el símbolo del símbolo, como un retruécano, en una imagen del propio Huysmans, Eurovegas es como una tortuga ahogada por el peso de las joyas engastadas en su coraza.
    Sin embargo, en el origen de Eurovegas está el otro lado de esta moneda partida, de este <symbolum>, que a pesar de presentar un rostro barroco y decadente, recargado, remite a la más minimalista, la más abstracta y vacía de las adicciones: la adicción al dinero. Si todas las drogas clásicas, que una tras otra han ido llenando décadas de la modernidad: el alcohol y su poema supremo, la absenta; el opio y sus posteriores derivados; el ácido lisérgico, las anfetaminas y más tarde la cocaína; finalmente las drogas de diseño, prometían placeres concretos, físicos, unidos a las flaquezas y milagros del cuerpo, la adicción al dinero es la más sofisticada y perfecta de las drogas, allí donde el valor de uso ha desaparecido por completo y sólo queda la abstracción de los números y la ambición de poseerlos. Tal adicción es un fenómeno propio de épocas de decadencia moral, social o cultural; recordemos los años dorados del bingo al final de la dictadura en España. Hoy, el juego vuelve, como un símbolo perfecto e imperturbable, porque definitivamente  veinte, cuarenta años son nada, el espejo nítido de nuestro nihilismo. Proliferan las mesas de póker, que inunda las vidas frustradas de nuestros jóvenes. En televisión, las casas de apuestas patrocinan películas en horario familiar. Jugarse el dinero en internet está de moda. Nadie hace nada, nadie, porque los medios de masas simplemente están actuando como camellos para inflar la última gran burbuja que nos dejará definitivamente pelados. Hagan juego.

6 comentarios:

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    1. Siempre me ha interesado tu opinión, y aunque no lo creas, la he valorado, por eso me alaga que estés de acuerdo conmigo. Un saludo.

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  2. Gracias por publicar un artículo tan didáctico y claro. Se me hace posible todavía que hay gente que nos puede enseñar a razonar y no adoctrinar.
    Saludos.

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    1. Gracias, Paco Bermejo, me das ánimos para seguir tecleando estas humildes reflexiones. Saludos.

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  3. Quizás Barajas se llamó así -sin saberlo- pensando en Eurovegas...
    quién sabe.
    muy buenas reflexiones
    Salud

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    1. Salud a tí también, según me cuenta Isidora Navarro y veo por mí mismo, tu curso de nubes, junto a J. M. Viñas, es excelente.

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