lunes, 13 de febrero de 2012

El GRAN MERCADO TE OBSERVA (II)



La Reforma Constitucional sigue su camino y entretanto asistimos a los descontentos con la reforma, miles de ciudadanos reclaman hacer oír su voz en las plazas del país, los sindicatos se manifiestan en contra, varias asociaciones de jueces desaconsejan la reforma, los catedráticos de derecho y de ciencias políticas de distintas facultades redactan artículos contrarios a su tramitación. En el eterno vecino, Francia, el bloque completo de la izquierda política y parte del centro rechaza una reforma de carácter menos radical que la nuestra, señalando, en palabras de Jean-Luc Melenchon, que “el plan de reducción del déficit es un sinsentido dramático, porque agravará las desigualdades, empeorará la recesión y por lo tanto aumentará los déficits”. Por desgracia, a diferencia de nuestros vecinos franceses, los españoles no pensamos. Si lo hiciéramos, descubriríamos que los presupuestos neoliberales en los que se basan las últimas actuaciones de los gobiernos europeos son los causantes precisamente de la actual crisis, que el gasto público no es el culpable de nuestro déficit, sino la desfiscalización progresiva auspiciada por aquella soga de ahorcado llamada Maastricht, en la que se prohibió a los países acogidos financiarse a través de bancos centrales y tener que beber de forma irremediable el agua envenenada de los mercados financieros a intereses abusivos para los países periféricos. Son los mercados financieros los que hacen negocio en esta situación, los que modelan los tipos de la deuda y crean de esta manera a su antojo las situaciones de opinión respecto a los deudores y los que, finalmente, obligan a los estados a reparar sus costosos errores sin que estos reciban nada a cambio. La situación creada se ha dado en llamar “capitalismo financiero”, una fase avanzada del sistema que favorece a los que no producen, los especuladores, y demoniza los actos de la cosa pública por entender que malgasta y resulta ineficaz. Por desgracia para el ciudadano, que es quien sufre los rigores de este totalitarismo económico, el ideal propagado con perverso triunfalismo por Fukuyama en su teoría del “Final de la Historia” ha demostrado ser no sólo falso sino también peligroso, porque su desenlace es la condena a la ruina de todo el globo en beneficio de unos pocos parásitos incapaces de generar riqueza, cosa que sí hace, y nadie ha conseguido demostrar científicamente lo contrario, el estado social. Como deja claro el Manifiesto de Economistas Aterrados, firmado en 2010 por 630 reputados economistas franceses y que a principios de 2011 había sido secundado por 3095 profesionales, los mercados financieros han sustituido a la financiación bancaria, las empresas financian a los accionistas, y no al contrario, como sería lógico; el interés común ha desaparecido, el único objetivo de los empresarios es satisfacer la avidez de los accionistas, muy en la línea de la época del individualismo “hipermoderno” que nos ha tocado vivir. El argumento más evidente de que esta profilaxis enfermiza que es la reforma sólo servirá para empobrecernos más es el absoluto desprecio que el ojo del Gran Mercado ha deparado a la misma. Ni un solo gesto positivo salió de los dueños de nuestra deuda, antes bien, más exigencias.
Finalmente, es desolador comprobar la falta de imaginación y coraje de nuestros gobernantes, la mezquindad con que las disciplinas de partido atenazan a políticos con la carrera agotada, la absoluta falta de ética política de la mayoría del Congreso, que ha permitido que la primera reforma significativa de nuestra Constitución sea auténtico un golpe de estado neoliberal y un insulto a los universales democráticos. Lo peor de todo es estar tan seguro de que esta reforma, además de ser una vergüenza, será el germen de no pocos males, y callar. Por eso estas líneas dolientes y estos aires de luto.

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