sábado, 18 de febrero de 2012

CANDILEJAS



Cercado por las malas hierbas, desprendida la frágil pintura ocre, sobrevive en un solar abandonado de la calle Ingeniero La Cierva el único vestigio palpable del trabajo de Juan Antonio Martínez Lencina, a quien despedimos el lunes 12 de diciembre en un funeral demasiado triste. Voy a hablar de su vida pública, porque de la vida privada de los hombres que han dejado un legado a la sociedad no es necesario hablar; así pues, no lo haré.
Juan Antonio fue lo más parecido que hemos tenido en Jumilla a un intelectual, al tipo de intelectual que hicieron popular los franceses; aquél que paseaba por la Rive Gauche, pasaba las tardes en un café escribiendo manifiestos y convertía la militancia política en una mezcla de arte y filosofía. Si Juan Antonio hubiera nacido en el Madrid modernista, Solana lo hubiera pintado junto a Ramón en la tertulia del Café Pombo. Empresario del cine, es cierto que sólo queda en pie, maltrecha y carcomida, la última aventura de este romántico finisecular, el cine Candilejas; pero su huella humana, intangible pero extensa, sobrevive en todos aquellos que trató, y que se dejaron influir por su voz pausada y cultura inmensa, porque Juan Antonio era muy amigo de sus amigos. Fue un hábil escritor, con una ironía sosegada que enganchaba a cualquier lector que se acercara a la columna de Legolas en la revista El Picacho. Es cierto que publicó poco, pero dejó mucho escrito, y su capacidad para desentrañar textos literarios era asombrosa. No he conocido a nadie que entendiera mejor a Proust, ni que lograra evocarlo con tanta viveza como él. Desde la Asociación de Amigos de Jumilla realizó una labor cultural inestimable en unos años muy duros, donde el sustento público, que ahora ya desaparece, era casi inexistente. Fue la única persona que se atrevió a montar una galería de arte en Jumilla, Sara Bernhardt, que es la responsable de que en unos cuantos hogares jumillanos se cuelgue arte contemporáneo de calidad. Oírle hablar de cine era un auténtico placer, porque creció tras el proyector y porque tenía sensibilidad para desentrañar la magia de la cuarta pared y explicársela a cualquiera. Formó parte, allá por 1976, de la primera directiva de la Junta Central de Hermandades de Semana Santa de Jumilla, y siguió fiel a esa labor desde la Hermandad de La Dolorosa. Finalmente, su actividad política en Izquierda Republicana, hasta el final de sus días, es reflejo de una forma de entender la política que ya no existe, donde los ideales se encuentran por encima de la ambición de poder. Siempre tuvo un especial magisterio hacia los jóvenes, y en sus últimos años recuerdo a mis propios alumnos hablarme de él, sin saber que era mi amigo, encandilados e ilusionados.
Y sin embargo, todo esto son sólo anécdotas. Juan Antonio era un intelectual de verdad, y esta forma de ser no se define por acciones concretas, sino por un estilo, un trasfondo inconfundible, una pasión irreversible. No se puede dejar de ser un intelectual; André Malraux lo era, Jean Paul Sartre lo era, y nunca pudieron sustraerse a tal destino. Juan Antonio cometió errores, como todo el mundo, pero los suyos los pagó con creces. Ése también es un signo del intelectual. Y es cierto que la vida no lo trató bien, pero no tuvo reproches hacia ella, nunca los tuvo. Caminaba casi a tientas por la calle, ciego ya, y mantenía esa mesura, esa dignidad sosegada que le era inconfundible. Y no se quejaba. En la desaparecida Aula de Cultura de la CAM proyectábamos cortometrajes de los alumnos. Siempre acudió a mi llamada. Al final, hace un par de años, me dijo a mitad de sesión: “Es inútil, Bartolo, no puedo ayudarte, no veo la pantalla”. Había asistido a las proyecciones sin poder verlas.
Jumilla ha despedido a un intelectual de raza. Su legado se extendió como un viento suave. Aprendamos a no olvidarlo.

2 comentarios:

  1. Publicado originalmente el 15 de diciembre de 2011 en Siete Días.

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  2. Hola estimado. Disculpa mi interés, pero es el misml Juan Antonio que tenía algo que ver con el teatro vico y que tiene una hija si no mal recuerdo. Disculpa el interés, pero lo conocí hace 14 años cuando era pequeño y le tengo un buen recuerdo, estoy lejos y quisiera saber si es el, porque me entristece saber que el ya partió al mundo de los sueños como el me dijo una tarde

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